Casado anuncia que no va a defender la Basílica del Valle de los Caídos
Francisco Torres García. Lleva Pablo Casado unos día concediendo entrevistas, reiterando las píldoras que hasta ahora componen su discurso; repitiendo, en gran medida, las mismas cuidadas frases que fue desgranando en su particular campaña de presentación con el objetivo evidente de que la música sonara bien a los votantes que se han ido del PP, esos 3 o 4 millones de los que habla, y de que la letra fuera tan aparentemente contundente como ideológicamente continuista. Hasta ahora entrevistas amables, estimo que preparadas para repetir lo mismo. Lo único novedoso es que tácticamente parece dispuesto a forzar al PSOE a convocar elecciones cuanto antes.
Tiene razón Pablo Casado al decir aquello, propio de las películas de serie B, de que hemos vuelto, de que el PP ha vuelto. Inmediatamente no pocos, millones de sus votantes y sobre todo lo que es el macizo social del PP, entienden que ha vuelto la derecha, su derecha de siempre. Craso error, en esto Pablo Casado es continuista. Lo dijo en su televisiva entrevista (28-7-2018, Informe Semanal, RTVE): somos un partido de centro reformista liberal. Precisando que en él caben los conservadores, los liberales y los democristianos (una nota: en España los conservadores siempre han sido liberales). Lo que plantea la necesaria vuelta de los hijos pródigos. ¿Y para los demás que sabe que existen? Tampoco en esto hay mucho cambio: el PP es el partido que tienen que votar todos los que no son de izquierdas para que la izquierda no gobierne y con eso tienen que conformarse.
Ahora bien, Casado y su equipo saben que el miedo a la izquierda se ha debilitado, aunque la izquierda, y en especial Sánchez, parezca empeñada en relanzarlo, y ello es un problema a su derecha. Allí donde lo ideológico puede ser más sensible. No voy a entrar en el voto de relativa influencia católica, porque ese ya lo tiene prácticamente asegurado (el proyecto Avanza está políticamente muerto); sí en el voto de lo que se puede llamar la “derecha”, los votantes y militantes ruidosos del PP en un certero análisis creo que de Íñigo Errejón. Ahí juega Casado bien sus cartas con la música de la Patria. Pero sus anuncios son para ir a ese electorado alentando lo inmediato, con eso es suficiente: códigos penales, cambio en las tipificaciones, ninguna cesión... Quiere los votos de la España de las banderas, pero no lo que quiere esa España. Ninguna de las propuestas de Casado sirven para nada si, como ha hecho el PP desde tiempo inmemorial, se deja en pie la maquinaria del adoctrinamiento nacionalista y se renuncia a la pedagogía de la Patria. Y en esto Casado ni sabe ni contesta.
Tiempo habrá para evaluar su propuesta si esta se concretara en algo más que la ley. El otro problema, que es fundamentalmente ideológico, es el de la “ideología de la memoria”, vital en el discurso de la izquierda. Y ahí es donde Casado muestra todas sus debilidades, todas sus hipotecas y ser reo de la pretendida superioridad moral de la izquierda. Hasta hoy resulta evidente que no va a retirar ni a reformar la Ley de la Memoria Histórica. Pero ahora la patata caliente tiene dos nombres: Francisco Franco y el Valle de los Caídos. Cierto es que Casado y su equipo confían en que pase lo habitual y esto no influya en un votante que echará la culpa a los socialistas de lo que pase y el PP saldrá electoralmente beneficiado de la barrabasada de Sánchez sin arriesgar nada y quitándoles el problema de encima.
En una semana crucial, señalada en rojo si Pedro Sánchez decide subvertir la legalidad y atropellar todos los derechos, las declaraciones de Pablo Casado en su entrevista televisada en Informe Semanal no han podido ser más claras ni más perversas, porque vienen a garantizar, como mínimo, la neutralidad del PP, que se sumaría al apoyo explícito de Ciudadanos, a la exhumación de los restos de Francisco Franco; a lo que se añade el menosprecio y la entrega a su suerte del Valle de los Caídos -al que se refirió sin respeto como “ese edificio”- a su suerte. ¿Qué ha dicho textualmente Casado, y es la postura del PP, ante la pregunta “los restos de Franco”?
Con cierto titubeo al principio y un gesto con la mano fácil de interpretar: “Bueno yo, sinceramente, no seré quien defienda ese edificio ni quien está enterrado allí, porque soy nieto de un represaliado por el régimen franquista, pero dicho eso yo no gastaría ni un Euro en desenterrarlo y volverlo a enterrar”.
Quienes se aferran a lo indefendible dirían: “Ves, está contra la exhumación”. Es lo que van a decir todos los peperos con mala conciencia. ¿Qué ha dicho en realidad Pablo Casado? Pues el hombre que presume de discurso ideológico viene a decir que la única razón por la que no lo exhumaría es de orden económico. Que él no lo haría por esa razón, pero si otro hace el trabajo sucio y le da réditos... no va a poner inconvenientes.
No contento, ha ido más allá porque nadie le había preguntado por el futuro del Valle, y, cuando la Basílica está siendo atacada, cuando el proyecto confesó es destruirla, arrancar la Cruz o cuanto menos desacralizarla como paso precio a su resignificación, Pablo Casado nos dice que el no van a defender lo que él llama ese edificio.
Casado y su equipo debieran saber que, dada la aritmética electoral, un puñado de escaños se van a jugar por unos pocos votos. Hasta ahora el “voto contra la izquierda” les ha funcionado, pero lo mismo si Franco es exhumado y el Valle de los Caídos entra en trance de desaparición camuflada como resignificación, por vez primera, se encuentran con una campaña que pida que por eso no se vote al PP y lo mismo les hace pupa.
Al señor Casado más le valiera pensar en esto antes de pronunciarse, no sea que a Sánchez en vez de profanar tumbas le de por jugar a la política y dejarlo en evidencia.
Nota.- Ha hecho Casado referencia a su abuelo “represaliado por Franco” como razón de su posición. Suelo rehuir los juicios en este tipo de cuestiones, pues lo personal suele invitar a la distorsión. Pero dada que esa es una de las razones de Casado convendría revisar la historia como nota a pie de página. Hermán Blanco, el abuelo del líder del PP, era un brillante médico (estudiar carrera a finales de los veinte era un privilegio). Cuando estalló la sublevación en julio de 1936 estaba afiliado a la UGT -era el sector revolucionario del PSOE controlado por Largo Caballero-, pero según informe falangista no tuvo actuación política destacada. Con otros frentepopulistas acude a la Diputación para encerrarse y oponerse a la sublevación. En su defensa alegará más tarde que lo hizo para auxiliar como médico, pero le entregaron un arma. Como no hay nada que hacer abandonó con los demás el lugar. Después se presenta a las nuevas autoridades dispuesto a atender a los heridos de guerra que lleguen. Identificado más tarde, agosto 1936, como uno de los que intentaron oponerse a los sublevados es detenido y sometido a Consejo de Guerra, siendo condenado a 30 años de reclusión; Franco aún no es Jefe del Estado y las sentencias dependen del Jefe Militar. Considerado, evidentemente, como un enemigo permanecerá, como cualquier enemigo en cualquier guerra, en prisión mientras dure el conflicto. En la cárcel se dedicará a atender a sus compañeros presos. Al acabar la guerra su familia, que debía de tener influencia y no ser considerada “roja”, se moverá para lograr su liberación. En 1941 Franco había iniciado su política de revisión de penas e indultos. El caso de Hermán es revisado con numerosos avales a su favor, hasta del presidente de la Diputación franquista. Es puesto en libertad en marzo de 1941. Sometido a depuración no se le considera culpable de nada, cuenta con el aval del servicio de investigación falangista y puede ejercer su profesión abriendo una clínica. Y aquí acaba la historia.