Cuando los perdedores de los comicios se las dan de vencedores
Miguel Massanet Bosch. Se puede decir que, en España, estamos pasando por un Purgatorio; un espacio gris que, como monte dantesco de expiación de culpas, los ciudadanos estamos, seguramente, siendo castigados por no haber sabido escoger adecuadamente a nuestros representantes políticos, en la primera oportunidad que nos brindaron las elecciones del 20D y, como castigo por el error, tuvimos que volver a las urnas el 26J, para dejar claro cual había sido el mensaje que, aquella primera consulta, había intentado trasmitir y, no obstante, la incuria de los políticos, su egoísmo y su malicia, no supieron interpretar con claridad el que, en aquella ocasión, habían intentado trasmitir.
Sin embargo, señores, la rotunda victoria del PP y su presidente el señor Rajoy, corre el riesgo de correr la misma suerte que la primera, si es que debemos dar como buenas las primeras declaraciones de los partidos y sus líderes que, nuevamente, han sido derrotados en las urnas y, con la inconsciencia de los que no ven lo que, en realidad, está deseando el pueblo español, siguen obcecados en “sostenella y no enmendalla” aferrados a sus egoísmos personales, su fanatismo y su desconocimiento de lo que la democracia les pide a quienes fueron derrotados en las urnas: saber perder. Nos sorprende escuchar a los señores de Ciudadanos, uno de los claros perdedores de las pasadas elecciones, intentar poner obstáculos, negar el hecho incontestable de que, por mucho que pueda sorprenderle al señor Albert Rivera, el pueblo español ha ratificado el caudillaje de don Mariano Rajoy y que, como es evidente, un señor que ha perdido 8 escaños, no es a quien le corresponda decidir sobre la continuidad, como presidente del PP, de un señor que ha salido notablemente reforzado por los resultados de las urnas.
No es de recibo que, por mucho que les duela a los de Ciudadanos, intenten cubrir su derrota, paliar su caída o disimular su pérdida de apoyo, intentando jugar a poner condiciones, sacar ventajas o trazar sus propias líneas rojas cuando, lo que les compete hacer, es aceptar el castigo que les han inflingido los ciudadanos, hacer propósito de enmienda y contribuir, de buena fe y escuchando la voz del pueblo español, a que, a la mayor brevedad posible, España disponga de un gobierno, estable, serio, aceptado como fiable por Europa y capaz de poner orden en un país al que, la inestabilidad propia de un prolongado periodo electoral, le está empezando a pasar factura por estar en manos de un gobierno provisional, incapaz de poder legislar y atado de pies y manos ante las urgentes necesidades de resolver problemas a los que, la situación europea y mundial, la falta de autoridad y las limitaciones propias de un interregno demasiado prolongado, hace falta atender con urgencia.
Es obvio que, si sería conveniente que partidos como Ciudadanos entraran en razón y dejaran de mirarse el ombligo, para dar una muestra clara de patriotismo, colaborando a la gobernabilidad del país; es cierto que, si de alguien depende el que, este periodo provisional, excesivamente prolongado, al que nos ha llevado la dificultad generada por la dispersión del voto en las elecciones de Diciembre del 2015; si hay alguien al que se le pueda exigir amplitud de miras, patriotismo, comprensión de la encrucijada en la que se encuentra España, después de que la incapacidad para formar gobierno del señor P.Sánchez nos condujera a estos segundos comicios, este partido es, sin duda alguna el PSOE. Un partido político de vocación de centro-izquierda, que viene cosechando derrotas en todas las consultas que últimamente vienen teniendo lugar, que va perdiendo escaños cada vez que se somete a las urnas y que, con su actual secretario general y aspirante a presidir la nación; lo único que viene consiguiendo es crear un muro de incomprensión, un freno a toda negociación, una discriminación incomprensible y una postura insostenible; si es que estamos hablando de una circunstancia en la que intentar dejar fuera de toda negociación al partido más votado, el PP ( en las dos ocasiones en las que se ha consultado a la ciudadanía) – al partido que recibió a España, precisamente de un gobierno socialista, el de Rodríguez Zapatero, a punto de suspender pagos, de entrar en quiebra soberana y a las mismas puertas de verse obligada a solicitar, de Europa, el rescate que hubiera sido, para nuestra nación, lo peor desgracia que no hubiera podido suceder, sujeta a las imposiciones espartanas de los famosos hombres de negros (BCE, Comisión Europea y FMI) –; no puede permitirse, por mucho que les duela reconocerlo y que les suponga muy difícil de explicar a sus votantes y simpatizantes, continuar poniendo palos en las ruedas de un gobierno presidido por el señor Rajoy, ya sea participando en él, ya poniéndole condiciones aceptables o ya sea absteniéndose en la votación de investidura, para pasar a ocupar el primer lugar entre los partidos de la oposición.
Lo contrario, sería muy difícil de entender por los votantes, muchos de su propio partido y por el resto de países de nuestro entorno que no pueden comprender como, una victoria tan amplia como la conseguida por don Mariano Rajoy, pueda ser cuestionada por el resto de partidos perdedores, evitando que pueda gobernar. Si algo hay que sea unánime en toda la prensa española, en las tertulias políticas, en los artículos de opinión y entre los miembros de los distintos partidos políticos, que hoy se disputan el gobierno de la nación es, sin duda alguna, que el tener que recurrir a unas terceras elecciones, permitiendo que España tuviera que seguir en la actual situación de interinidad, sometiendo otra vez a los españoles a las tensiones inherentes a otra campaña y a los costes derivados de ella ( la pasada se calcula que costó a los españoles alrededor de 130 millones de euros) sería lo peor que nos podría pasar a todos.
No sabemos si se trata de un medio de ir vendiendo, a pequeñas raciones, a los seguidores de cada partido, la justificación de que, finalmente, en un gesto que se pueda avalar como de gran magnanimidad, de patriotismo supremo y para evitar males mayores, llegaran a aceptar una negociación o, simplemente, como ya se ha apuntado, que permitieran, absteniéndose, que el PP pudiera gobernar en minoría la nación. Cuidado, no obstante con esta, aparentemente sencilla y poco comprometida, opción. España no puede arriesgarse a que, cada vez que el Gobierno deba aprontar una decisión decisiva, como pudiera ser aceptar directivas de la UE o aprobar unos PGE; entonces surgiera de nuevo la tentación de evitar a toda costa su aprobación, para provocar una crisis de gobierno o boicotear ( como ya se ha producido en otras ocasiones ) la toma de decisiones que correspondan al programa electoral del vencedor pretendiendo dirigir desde los bancos del Congreso, la política que le corresponda llevar a cabo al ejecutivo de la nación. Es evidente que España ya le ha visto las orejas al lobo y, en este sentido, se ha expresado en las urnas.
El que Podemos haya reconocido sin paliativos su derrota, les honra y hay que reconocer que, en este aspecto, han dado una lección de ser consecuentes con sus ideas y con los resultados que han obtenido. El hecho es que, en lugar de lamentarse inútilmente, han decidido limar sus diferencias internas y ponerse a la tarea de regenerar su formación política. Nos gustarán o no sus proyectos, pero hay que admitir que su actitud ha sido la más honesta. Hay algo que parece que debe tenerse en cuenta y que todos los especialistas en cuestión de elecciones ya vienen anticipando. El partido político que sea el responsable, ya fuere por sus obcecación en no querer negociar, ya fuere por poner trabas a quienes deban ser sus interlocutores en las necesarias discusiones o ya se debiera a cálculos electorales que pretendieran hacer valer en una nuevas elecciones; éste va a ser el que reciba, en unos supuestos nuevos los comicios, las iras de los electores, que van a hacerle pagar el hecho de haber desoído lo que las urnas dejaron bien claro. Se habla de que, en un caso como el al que nos hemos referido, la posibilidad de una mayoría absoluta para el PP no se podría descartar.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, ante una situación tan clara como la que ha salido de las papeletas de los españoles, es obvio que no cabe otra solución que el que, los partidos políticos, se entiendan sin caer en la tentación de pedir imposibles para luego acusar al contrario de no haber querido ceder. Los ciudadanos, en este país, ya están de vuelta de todos estos juegos sucios, trucos, mentiras, engaños y demás artimañas que, como se ha visto en las últimas elecciones, no han podido torcer el sentido del voto sensato, el de los españoles que quieren vivir en paz, sin sobresaltos, sin jugarse su patrimonio y sin experiencias importadas de Venezuela, una nación que todo el mundo sabe que está en la peor situación en la que se puede estar en una dictadura, la implantada en su país por el ególatra e incompetente señor Maduro.