Dr. Antonio de Oliveira Salazar, el último hombre que defendió la idea del Portugal imperial
José Luis Orella. Este 25 de abril, Portugal celebró el 50 aniversario de la Revolución de los Claveles que derrocó el Estado Novo que creó Antonio de Oliveira Salazar y el 28 el aniversario del nacimiento de aquel estadista. Hombre controvertido porque después de la imagen negativa dada de él después del Golpe de Estado de 1974, Oliveira Salazar, fue escogido en un concurso de Radio Televisión Portuguesa (RTP) de 2007, como el portugués más grande de todos los tiempos. Sin embargo, ¿quién fue aquel hombre culto, con formas elegantes, de extremada humildad que murió pocos antes del derrocamiento de su régimen?
Nacido en Santa Comba Dao en 1889 (Beira litoral), en el entorno de una familia humilde campesina. Salazar pronto demostró actitudes en el seminario de Viseu, donde estuvo ocho años preparándose para ser sacerdote llegando a recibir las órdenes menores. A pesar de su religiosidad, decidió permanecer seglar, aunque su experiencia de piedad le llevaron a vivir con sobriedad y un halo de misticismo toda su vida, permaneciendo soltero, con la única ayuda familiar de una sobrina huérfana de madre.
En 1910, estudió la carrera de Derecho en la Universidad de Coimbra, la más prestigiosa del país. Cuatro años después el joven Salazar consiguió la cátedra de Economía Política convirtiéndose en uno de los mayores expertos en temas financieros. Integrado en el mundo universitario, Salazar, acorde con su formación, fue miembro de los Jóvenes Católicos. Las enseñanzas del catolicismo social del Papa León XIII, el cardenal belga Mercier y laicos como Toniolo y Volgesang, le ayudaron a formar parte del Centro Demócrata Cristiano, creado en 1917, organismo que quería difundir el catolicismo social en Portugal y formar si fuese posible un movimiento político que defendiera los derechos de los católicos, de forma similar a Alemania, Italia y Francia. En 1921, Salazar fue diputado del pequeño grupo de Centro.
Sin embargo, la situación en Portugal era problemática durante la Primera República, ferozmente anticatólica. La crisis económica, social, política y moral que se vivía incentivó en la sociedad y los grupos de intelectuales a ver en el ejército la institución que regenerase el país con un golpe de fuerza que llevase a la reforma política o a un cambio antiliberal de la república. El 28 de mayo de 1926 se produjo la intervención militar encabezada por el general Gomes da Costa, sustituido posteriormente por el general Carmona, un hombre que representaba mejor la equidistancia entre los reformistas conservadores y los católicos autoritarios. No obstante, la ausencia de un programa de regeneración política y el caos financiero producido por una nefasta administración crearon la necesidad de llamar a Salazar como ministro de Hacienda.
En 1928 se convierte en el hombre de la política financiera del gobierno, y exige tener poder extraordinario sobre los presupuestos. Su buena labor y orden en el campo difícil de las finanzas, pronto le convierte en la revelación del gobierno. En 1932, el mariscal Carmona, que ejerce de presidente de Portugal le entrega la presidencia del gobierno. Salazar desde la magistratura del ejecutivo emprende una labor coherente con su catolicismo y la necesidad de regenerar el país, poniendo las bases de un régimen superador del liberalismo democrático. A partir del año siguiente ve aprobado en referéndum su proyecto de constitución corporativa, inspirada en las encíclicas Rerum novarum y Quadragesimo anno. Su proyecto político denominado O Estado Novo será el primero que se inspire tan claramente en las directrices expresadas por el magisterio de la Iglesia.
El régimen luso estructuró su economía de forma corporativa, aunque no con la forma estatista del modelo italiano. Sostiene la figura de un partido único, la Unión Nacional, como vehículo político de las inquietudes de los portugueses. Sin embargo, aunque consigue agrupar a un amplio abanico de familias de la derecha lusa. Algunos como los integralistas, son favorables a la instauración de una monarquía tradicional y aunque ven colmados algunos de sus objetivos, quieren culminarlos con el cambio de régimen. Por otro lado, Rolao Preto con sus nacionalsindicalistas, pretende una radicalización social del régimen que le lleve a una mayor cercanía con los nacientes estados fascistas, siendo reprendido y su movimiento disuelto.
Con respecto a su política exterior, en nuestra Guerra Civil ayuda a la España nacional, dándoles auxilio, ayuda material y la aportación de varios miles de “viriatos” al campo de batalla. Durante la II Guerra Mundial, mantendrá la neutralidad, aunque mantenga firme su alianza con Gran Bretaña. Con España firmará el Pacto Ibérico, que pondrá fin oficial a la desconfianza histórica entre los dos países y mantendrá a ambos países fuera del conflicto mundial. Sin embargo, en los años sesenta, la descolonización perturba la tranquilidad del imperio ultramarino portugués con el inicio de una interminable guerra de guerrillas que sangra al pequeño país. El mantenimiento del imperio será la máxima de Salazar, quien ve la desaparición de los enclaves lusos en la India independiente como el precedente del final. En 1968, su estado de salud, ya débil, se empeora por una caída y tiene que dejar el poder al profesor de Derecho Administrativo, Marcelo Caetano, un profesional de gran prestigio que seguirá una línea tecnocrática. Dos años después moría en Lisboa el fundador del Estado Novo, el primer Estado Corporativo Católico. Su legado no ha sido olvidado, igual que el Puente 25 de Abril que cruza el Tajo, y fue construido en 1962, aunque rebautizado posteriormente con la fecha del Golpe de Estado, el pueblo le sigue denominando por su inspirador como Puente Salazar.