Principal

Diario YA


 

Digámoslo sin ambages: uno de los pilares del separatismo ha sido un sector importante del clero -algunas jerarquías incluidas- y de los movimientos eclesiales en Cataluña

El riesgo inminente de un cisma

Manuel Parra Celaya. No me es posible decir aquello tan manido de que me negaba a dar crédito a la noticia, pues, por desgracia, tiene todos los visos de verosimilitud y del tema puede dar fe la experiencia de muchos católicos catalanes.

Leo en prensa digital (“Religión confidencial” de 21 de junio) que “más de sesenta entidades cristianas” preparan, para el próximo 7 de julio, un gran acto, con su correspondiente manifestación, “a favor de la consulta soberanista”, esto es, en román paladino, a favor del separatismo. En el curso del acto -sigo leyendo- está previsto un “espacio de diálogo” sobre la Doctrina Social de la Iglesia con el teólogo Xavier Morlans, el coordinador del “pacto nacional sobre el derecho a decidir”, Joan Rigol, la monja teresiana Victoria Molins y el periodista Miquel Calçada, un audiovisual que recoge “el pensamiento de varios intelectuales y eclesiásticos catalanes y sobre el magisterio eclesial del siglo XX en torno a los derechos de los pueblos y las naciones”, y actuaciones musicales; finalmente, las entidades serán recibidas en el Parlamento de Cataluña para que presenten sus adhesiones.

Transcribo la coletilla final de la noticia sin añadir ni quitar una coma: “Entre las entidades que se han adherido al pacto nacional hay varias órdenes religiosas masculinas y femeninas, asociaciones familiares y educativas, centros de estudio, pensamiento y cultura, asociaciones de laicos y entidades sociales de diversas tendencias y sensibilidades eclesiales”.

¿Merece el hecho el nombre de “nacional-catolicismo”? Acaso, históricamente, su calificación más apropiada sea la de “regalismo”. Humorísticamente, podríamos decir que, del mismo modo que sus antecesores en el Trono de Pedro tuvieron que hacer frente a la llamada Teología de la Liberación, al Papa Francisco se le viene encima el no menos arduo trabajo de colocar en su sitio a esta “Teología de la Secesión”, que no es de nuevo cuño, por cierto.

Digámoslo sin ambages: uno de los pilares del separatismo ha sido un sector importante del clero -algunas jerarquías incluidas- y de los movimientos eclesiales en Cataluña. Del mismo modo que el nacionalismo vasco nació del febril y feroz integrismo racista de Sabino Arana (que condenaba a los “maketos” al infierno sin remisión) y la ETA, hija de aquel movimiento, nació en los Seminarios, el separatismo catalán ha encontrado siempre, no solo el cobijo y el paraguas, sino el aliento fervoroso de esos que he llamado “sectores” eclesiales, porque me niego a decir de la Iglesia, que somos todos y cuyos fundamentos son demasiado trascendentes para implicarlos en esta carnavalada.

En Cataluña ya se ha producido una profunda crisis política (el hundimiento del PSC en una de sus consecuencias) y una no menos profunda fractura social, que afecta a familias y a vínculos de amistad, vecindad y compañerismo; ahora, hay que sumarle, si Dios no lo remedia, un cisma eclesial, entre aquellos ámbitos que defienden y propagan el separatismo por encima de todo, incluso de lo más sagrado, y quienes seguimos creyendo que Catolicismo equivale a Universalidad, que la misión redentora de Cristo es para todos los hombres (incluidos los Sres. Mas, Junqueras y compañía) y que el Espíritu tiene entre sus Dones otros muy elevados y distintos al de susurrar vientos de disgregación y de odio.

Confiemos en que alguien con autoridad coloque las cosas en su sitio, libere a la Iglesia de este burdo ejercicio de manipulación e instrumentalización y evite, así, el cisma que parece avecinarse.

Etiquetas:Manuel Parra Celaya