El Ébola y la insensatez de las TVs y políticos españoles
Miguel Massanet Bosch. Cuando uno siente sobre sus espaldas el peso de un nuevo año, el único consuelo que siente es el haberse burlado, una vez más, de las frías estadísticas de la curva de Gaus y sus pronósticos sobre el promedio de vida de las personas. Espero sepan disculpar esta breve alusión personal, pero uno, en ocasiones, necesita expansionarse cuando se siente agobiado por las, cada vez más preocupantes, noticias que se producen a su alrededor. Precisamente hoy, 7 de octubre del 2014, en España se ha producido un acontecimiento que puede que fuera previsible, pero no por ello resulta menos preocupante. Una enfermera que ha contraído el Ébola y otras personas que parece que tienen síntomas de haber caído también en tan terrible enfermedad. El hecho de que, ni en los EE.UU. tengan un remedio eficaz para luchar contra este mal o que, en los países africanos, se vaya extendiendo de una manera exponencial, a pesar de los esfuerzos e investigaciones que se están llevando a cabo para luchar contra este mal, nos dan la medida de la impotencia en la que se encuentran los medios sanitarios de todos los países para hacer frente a una plaga de la que nadie sabe, a ciencia cierta, nada más que es letal.
Puede y así ya lo expuse en su día cuando se trajo a España el primer enfermo de tan maligna cepa, el religioso Miguel Pajares, que lo prudente hubiera sido mantener al contagiado en el lugar en el que enfermó, proporcionándole todos los cuidados que se le practicaron en el hospital Carlos III. Por simple sentido común he coincidido con un médico militar, experto en NBQ, que se ha manifestado en contra del traslado de los dos religiosos a España argumentando: “Cuando hay un caso, no hay que moverlo. Nos hemos traído a España el Caso 0. Ya tenemos el Caso 1 y está, de momento, sin control”. El fallecimiento de los dos contagiados ha demostrado que, lo mismo que ha ocurrido en los EE.UU., donde también han fallecido algunos afectados, que la medicina actual está en mantillas en lo que se refiere a controlar el Ébola y que lo mejor sería evitar cualquier desplazamiento de los infectados porque, por mínimo que sea el peligro de contagio, se ha demostrado que existe las posibilidad real de que se produzca y cuando esto sucede, cada vez puede resultar más complicado evitar que el contagio se extienda.
Dicho lo cual, hay dos tentaciones que, a toda costa, se han de evitar. La primera, la de que la serie de indocumentados, falsos enterados, ineptos y personajillos de medio pelo que pululan por los programas televisivos, incluidos, como no, presentadores y conductores de programas ávidos de adquirir notoriedad a costa de lo que sea, aunque con ello puedan crear una alarma, de momento injustificada, entre los ciudadanos españoles; sean silenciados antes de que hayan conseguido crear una situación de psicosis colectiva que pudiera dificultar la labor de las autoridades encargadas de intentar contener una posible epidemia. Aquí entra la labor de los directores de las cadenas televisivas, de los diarios y semanarios, de las radios y demás medios de información, de controlar todo lo que se dice en los medios referente a la cuestión del ébola, para evitar que en tertulias televisivas, radiofónicas o programas de información con la asistencia de presuntos “técnicos” en la materia se pudieran emitir opiniones, no debidamente contrastadas científicamente, que pudieran dar falsa información a una audiencia, no siempre debidamente preparada para asimilar lo que se dice y ciertamente predispuesta a dar por cierto todo lo que se dice en la radio y televisiones y crear, con ello, una alarma social difícil de controlar..
En este punto citemos a la TV1 que, por su condición de televisión pública, debiera de tener un especial cuidado en lo que se dice en sus programas. Hoy mismo, en el programa que dirige Inés Ballester, en la mañana, con el título de “Amigas y conocidas”, hemos podido apreciar como se ha tratado un tema de tanta enjundia, de tanta responsabilidad y de tanto interés para la ciudadanía, de una forma frívola, negligente, imprudente, impulsiva y carente de apoyo técnico, de modo que una colección de mujeres ( que cuando se trata de desvariar también son capaces de hacerlo) se han puesto a decir sandeces, a acusar sin base a la Sanidad y a opinar como si estuvieran hablando ex cátedra sobre lo que se debiera hacer o dejar de hacer en el caso del ébola, como si tuviesen la preparación precisa para tratar sobre un tema que ni los catedráticos de medicina se atreven a dar su opinión.
¿En qué está pensando la dirección del programa? ¿Quiénes son los responsables de la cadena pública que no ponen orden, especificando los temas que se pueden tratar y aquellos que requieren que quienes se ocupen de ellos tengan más preparación que una actriz de comedia o una modelo, muy guapa, pero evidentemente incapaz de opinar en público sobre una enfermedad como el Ébola? o, como el caso de la señora Gómez Borrero, que seguramente estará muy enterada de lo que ocurre en el Vaticano pero que en otras muchas cuestiones nos parece que está en la inopia. La propia presentadora Inés Ballester, una señora que para un programa rosa seguramente está capacitada, pero se ve a la legua que en temas políticos se encuentra en un campo que no domina.
La segunda y peligrosa tentación ya ha empezado a tomar forma. Los políticos de la izquierda han sido incapaces, una vez más, de tratar el tema del Ébola de una forma responsable, esperando a conocer las causas de los contagios, evitando tomar en consideración que, en un tema tan desconocido y problemático, nadie está libre de cometer errores ( los mismo que ellos cometerían si estuvieran en el lugar del actual Gobierno) y que, hay ocasiones en que lo que es procedente es apoyar a la Administración, colaborar en evitar el pánico y limitarse a estar en contacto con los organismo sanitarios para ayudarles en lo que fuere preciso.
Pedir esto a nuestros partidos políticos de izquierdas o a nuestros sindicatos es lo mismo que pedirles la Luna. Lo primero que han hecho es lanzarse a la yugular de la ministra de Santidad, Ana Mato (una ministra que no goza de mis simpatías pero a la que se la debe dar la oportunidad de explicarse antes de condenarla). No sólo los partidos han sido los que han hecho leña del caso sino que una activista tan radical como es la Ana Colau también se ha permitido cargar contra la actuación del Gobierno, cuando seguramente sus conocimientos sobre la enfermedad deben ser, con suerte, parecidos a los de este cronista o sea: ninguno. Pero lo que ocurre en este país, comenzando por la rebelión catalana y acabando por las tarjetas opacas de Bankia, es que ha dejado de ser una democracia para convertirse en una especie de la Casa de Troya, donde cada grupo se erige en un censor, cada partido en gestor de una parcela de la nación en la que está más implantado y donde van apareciendo, como setas, nuevos descontentos que intentan conseguir llegar al poder para acabar con lo poco que ya queda de nuestra España.
Estamos enfrentados a varios frentes y dudamos de que el señor Rajoy se encuentre en condiciones de salir airoso del trance, por lo que no nos queda más remedio que repetir lo que ya hace mucho tiempo que demandamos. Es preciso cambiar la dirección del PP y para ello se requiere empezar por sustituir al presidente del Gobierno para que, quien ocupe su lugar, tenga tiempo de volver a reclutar a todos aquellos que nos hemos apartado del partido al ver que, sus actuales dirigentes, no han cumplido con ninguna de las promesas que nos hicieron a sus votantes. No olvidemos al señor Aznar. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, deseamos que el país salga del marasmo en el que está embarrancado.