Escocia, Cataluña y Crimea... ¿La Europa de las consultas?
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Manuel Parra Celaya. Ya van tres anunciadas a bombo y platillo -Escocia, Cataluña y Crimea- y provistas todas ellas de la suficiente carga desestabilizadora como para poner a prueba ese proyecto de unidad, garantía de paz y concordia, que llamamos Europa. Claro que cualquier propósito de establecer paralelismos entre ellas pertenece al ámbito de la ciencia-ficción: lo de Crimea no es más que una reiteración de las apetencias seculares del imperialismo ruso (zarista, soviético o -supuestamente- democrático, qué más da) para asegurarse la salida al Mediterráneo; lo de Escocia no se basa más que en el permanente tira y afloja entre las naciones que componen el Reino Unido; lo de Cataluña tiene su origen en la invención de una nación independiente que nunca fue tal en la historia, con el permanente trasfondo de la especulación de una oligarquía con los sentimientos populares exacerbados; en términos más sencillos, se trata de dinamitar aquella conllevancia orteguiana, tan denostada por separatistas y separadores.
Repito que no existe, pues, semejanza entre las anunciadas consultas, pero no me extrañaría que algún sesudo tertuliano tuviera la ocurrencia de rizar el rizo, en un alambicado juego de prestidigitación; y es que el número de los necios es infinito…
Independientemente de estas ocurrencias, lo que está ocurriendo en verdad es un profundo cuestionamiento de la democracia; en unos casos, por manipulación de las masas, entregadas a sus peores instintos; en otros, un tradicional método de la acción directa (y militar, en el caso de Crimea) de una potencia anexionadora; en otros, por desconfianza de un sistema político que ha probado su inautenticidad.
A la moda de las consultas debe unirse el fenómeno, impensable hace unas décadas, de la toma de la calle, recurso del que somos adelantados los españoles; desde la manifestación reivindicativa (especialmente en aquellos lugares donde no gobiernan los nuestros) hasta las nuevas técnicas del escrache, que, por cierto, ha sido bendecida por no sé qué insigne jurista como forma legítima de participación.
Estos recursos callejeros cuentan a su favor con las nuevas tecnologías (ya pasaron a los museos los pasquines y las octavillas) y, especialmente, con los eufemísticamente llamados entramados sociales, herederos de las antiguas formas del agit-prop y auspiciados por las generosas políticas de subvenciones, verdaderos fondos de reptiles donde los haya.
Sigo insistiendo en que el verdadero camino estriba en encontrar fórmulas de transformación de la democracia formal en democracia de contenido, pero, hoy por hoy, reconozco que esto constituye un verdadero brindis al sol…
En cuanto a las consultas, me atrevo a ejercer de profeta: en Crimea se llevará a cabo y es de esperar un resultado positivo a favor del Oso ruso; una vez más, las instancias internacionales demostrarán su ineficacia ante la fuerza de los hechos… y de los intereses: Ucrania para la Unión Europea y Crimea para Rusia. Escocia seguirá integrada, de una u otra forma, en el Reino Unido y en la Corona británica, sin que se altere lo más mínimo la tradicional flema de la Rubia Albión. En cuanto a Cataluña, espero y deseo que, a corto plazo, el señor Rajoy se mantenga firme en sus deseos de que se cumplan las leyes, pero, a medio y largo plazo, se trata de que el seny impere sobre la rauxa; para ello no basta con el diálogo melifluo que piden las asustadas voces de los empresarios, sino que España entera consiga tener un proyecto sugestivo que supere, por elevación, los abundantes particularismos que nos dividen, los de la calle, los de los partidos, los de la economía y los de las consultas.