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Diario YA


 

En esta hora decisiva de nuestra Patria, es necesario que pasemos de la indignación a la acción, para combatir sin cuartel al radicalismo que la amenaza

España en la hora de Marte

Laureano Benítez Grande-Caballero. Después de las bochornosas y escandalosas navidades que nos han dado los podemitas, con profanaciones, blasfemias, persecuciones y sacrilegios incluidos a lo largo de toda la geografía española ―especialmente en la dominada por los radicales―; okupado ya el Congreso por podemitas y otras hordas radikales y secesionistas, ante la flagrante amenaza de un Frente Popular, he de confesar que estoy muy harto y no puedo soportarlo más, y que ha llegado la hora de Marte.

Estamos ante la hora decisiva de nuestra Patria, amenazada por los mamelucos de la estrella roja en sus boinas negras, que vieron «el sol en mal día,/ en España, ¡ay cuán llorosa!». Es el tiempo de decir «¡Basta!», de echarse al monte con los rostros pintados de rojigualda, el cuchillo entre los dientes, agitando nuestras banderas para sabotear sus infiernos con un maquis irresistible. Si ellos nos atacan desde su Sierra Maestra, nosotros nos echaremos a los montes de nuestra Sierra Morena, con nuestros invencibles Empecinados al frente. «En mal punto te goces,/ injusto forzador; que ya el sonido/ oyo, ya y las voces,/ las armas y el bramido/ de Marte, de furor y ardor ceñido». Ha llegado el momento de ponernos en pie, de mirarles a los ojos con una mirada inyectada en sangre, para decirles que, si ellos tuvieron su 15M, nosotros no les daremos cuartel en nuestro 2 de mayo, con nuestra Malasaña al frente guiándonos como la libertad guía al pueblo; por tierra, mar y aire, ―incluso en el inframundo― les combatiremos, tras la estela de Daoíz y Velarde, con el espíritu de tantos patriotas valientes que desde don Pelayo vertieron su sangre por nuestra patria. «Ya dende Cádiz llama/ la injuriada Patria, a la venganza/ atento y no a la fama,/ la bárbara pujanza,/ en quien para tu daño no hay tardanza».

Es ya hora de tocar a rebato nuestras campanas, de montar nuestras barricadas frente a sus ayuntamientos, sus diputaciones, y sus escaños; para fundar nuestros reales frente a las puertas de sus infiernos, escracheándoles sin piedad, clavando nuestras estacas a los demonios que les guían: «Oye que al cielo toca/ con temeroso son la trompa fiera,/ [...] el polvo roba el día y le escurece». Es el momento decisivo de echarnos a la red para transmitir viralmente nuestras arengas para el combate, para convocar manifestaciones donde les demostraremos quiénes y cuántos somos; para que sientan nuestro aliento en su nunca coletuda, para que sepan que les vigilamos muy de cerca, y que no les consentiremos más blasfemias, más ataques a nuestros valores y tradiciones, más acosos a nuestros principios nacionales, más chulerías de okupas y macarras, más matonismo subversivo. «Tienden los brazos vigorosos/ a los remos, y encienden/ las mares espumosas por do hienden».

Ha llegado la hora de galopar, galopar y galopar hasta enterrarlos en el mar, para condenarlos al horror de una Balsa de la Medusa donde se devoren unos a otros; para echarlos es las más profundas mazmorras del Averno de donde provienen, dándoles el apocalipsis que se merecen, exiliándolos hasta la eternidad de una Patria de la que no son dignos, y en la que no deberían haber nacido. Es el tiempo de que nos pongamos España por montera, a ritmo de pasodoble, para proclamar nuestra Patria cañí, que les dará caña y leña; que defenderá a muerte su identidad nacional, su reserva espiritual, una herencia histórica de siglos que nunca podrá ser mancillada por radicales y secesionistas, por los talibanes del populismo y el guerracivilismo, por los hierofantes de diabólicos ritos de asalto y derribo a nuestra religión, nuestra geografía, nuestra historia y nuestros valores. «¡Ay, cuánto de fatiga,/ ay, cuánto de sudor está presente/. Y tú, España divina,/ de sangre ajena y tuya amancillada, darás al mar vecino/ ¡cuánto yelmo quebrado, cuánto cuerpo de españoles destrozado!». Ha llegado el tiempo de abandonar nuestra comodidad vegetativa, nuestra cobardía, nuestro pasotismo, y plantarles cara rojigualda, diciéndoles que no pasarán, que estamos en pie de guerra; gritándoles sin miedo que «¡Entra España!»: «Acude, acorre, vuela,/ traspasa la alta sierra, ocupa el llano;/ no perdones la espuela,/ no des paz a la mano,/ menea fulminando el hierro insano».

Ya lo dijo Machado, aunque refiriéndose a otra Patria:

«Mas otra España nace, la España del cincel y de la maza, con esa eterna juventud que se hace del pasado macizo de la raza. Una España implacable y redentora, España que alborea con un hacha en la mano vengadora, España de la rabia y de la idea».

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