Europa desbordada por Ucrania y el terrorismo del Estado Islámico
Miguel Massanet Bosch. En cuanto la UE se ha visto en el trance de enfrentarse ante problemas serios, aquellos que requieren una verdadera unidad para afrontarlos con posibilidad de salir airosos de ellos y disponer de unos órganos de dirección comunitarios con suficientes poderes para lograr tomar las decisiones oportunas sin necesidad de obtener, previamente, la aprobación unánime de todas las 28 naciones que la componen; se ha visto frenada por una enorme burocracia, por una falta de una Constitución que agrupe las leyes comunes a todos sus miembros y en la que se disponga de una normativa para afrontar casos especiales, extraordinarios y que no permiten retrasos por su apremio y peligrosidad, mediante un trámite de urgencia que autorice al órgano directivo encargado de ello, a poder gestionar, con garantías de éxito, cualquier eventualidad que no admita dilaciones ni dudas para afrontarla.
Por desgracia, esta Europa de hoy en día, no está suficientemente estructurada para tomar decisiones a corto plazo y todo lo que afecta al concurso de estados que la integran, queda sometido a las decisiones de un Parlamento en el que es preciso poner de acuerdo a los 28 países, ya que existe el derecho de veto; de modo que se hace imposible tomar decisiones de tipo general si no existe acuerdo pleno o, al menos, no se ejerce el aludido derecho. Aquí nos encontramos con lo que ha venido siendo el principal entorpecimiento para el buen funcionamiento, la agilidad en la toma de decisiones y la superación del inconveniente, que siempre ha supuesto el hecho de la discrepancia de opiniones, en muchos casos por egoísmos nacionales, que lastran el funcionamiento, excesivamente burocratizado y condicionado, de aquellos acuerdos que exigen tomarse con premura y sin pérdida de tiempo.
Nos hallamos ante la grave situación del tema ucraniano, un cuestión que se ha constituido en la patata caliente con la que nadie se atreve a dar la cara y que, sin embargo, alguien le deberá poner solución si es que no queremos que Rusia salga victoriosa del contencioso que la misma Europa, con una falta absoluta de conocimiento de sus limitaciones, contribuyó a que se produjese. Primero animando a los prooccidentales ucranianos a levantarse contra el gobierno pro ruso de Kiev y luego, haciendo el más espantoso ridículos, dejándolos en la estacada cuando Rusia ha dejado ver que, de ninguna manera, iba a permitir tener cerca de Krimea las instalaciones de la OTAN. Ahora todo se basa en el antiguo recurso de acudir a la diplomacia, un método que ya dejó clara su inconsistencia y falta de efectividad cuando, el gran Chamberlain, el ministro inglés de Asuntos Exteriores, con su política de “apaciguamiento” quiso mediar para calmar el afán expansivo del führer alemán, Adolf Hitler. Primero le cedió a Alemania los “sudetes”, en la conferencia de Munich (1.938). Luego, cuando Alemania invadió Checoeslovaquia, se dio cuenta de sus errores y fue ante la invasión, por el ejército del Reich, de Polonia cuando no les quedó otra opción que la guerra. Mientras tanto, Alemania había conseguido armarse hasta los dientes y convertirse en un duro adversario.
La señora Merkel y el señor Hollande han tenido que protagonizar uno de los espectáculos más humillantes, al desplazarse a Rusia para entrevistarse con Putin, en su terreno, con el objetivo de parar a los rebeldes pro rusos que, bien armados por Rusia y disponiendo del asesoramiento de los soldados rusos, van poniendo la guerra en Ukrania favorable a sus pretensiones. Un poco fiable alto al fuego es todo lo que consiguieron los representantes de Europa, y una supuesta retirada del armamento pesado (algo que no se ha producido), mientras que lo de regresar a posiciones de tiempos pasados ha sido rechazado por Putín como algo que “no les puede pedir a los rebeldes” a los que apoya. En total, nada nuevo y si mucho malo y preocupante. Si los rusos siguen en su empeño es posible, que como ya le anuncio Obama a la señora Merkel en su reciente entrevista en Washington, es muy posible que los EE.UU. decidan, unilateralmente, enviar armas a Ukrania para que puedan defenderse del moderno material puesto por los rusos a disposición de los rebeldes. Una decisión que se hubiera podido evitar si Europa hubiera enseñado los dientes al primer intento ruso de invadir Ukrania. El miedo a la guerra le ha dado el primer triunfo a Rusia y la seguridad de que de Europa no tiene nada que temer.
Pero si lo de Ukrania tiene su miga y no es un tema que se pueda tomar a la ligera, es muy posible que llegue a ser un problema menor si lo comparamos con la actuación de las milicias yihadistas del EI que, como ya han anunciado en repetidas ocasiones, están dispuestos a trasladar su guerra donde fuere necesario para aplicar el islamismo en los territorios de los que consigan hacerse dueños y han reiterado sus amenazas ( algunas de ellas convertidas en dolorosas realidades) de ir sembrando el terror en los países europeos donde ellos estimen que no se respeta suficientemente el islamismo o aquellos que , por haber sido ocupados por los moros en alguna época de la Historia, les corresponde el derecho de volver a invadirlos para sembrar en ellos la fe islámica ¡y ya se sabe los métodos de los que se valen para hacerlo! Últimamente ha sido Libia, a escasos kilómetros de las costas italianas, donde se ha desatado el terrorismo macabro de la yihad, mediante el asesinato colectivo de 21 trabajadores egipcios en una de las playas del país; ahora se sabe que, a consecuencia de los bombardeos ordenados por Al Sisi, el presidente egipcio, se han secuestrado a 35 más cuyo destino se ignora pero, entretanto, han vuelto a golpear con el asesinato de 45 policías y miembros de los Consejos de salvación sunies, en la ciudad de Al Bagdadi, recientemente ocupada por el EI.
Italia, principal destinataria de los emigrantes que huyen de Libia atemorizados por las barbaridades de los yihadistas, con la isla de Lampedusa desbordada por los miles de acogidos en ella, ha reclamado de la UE una solución para su problema y, teniendo el cuenta el peligro que supone que los terroristas ya ocupen una parte de Libias y decidan trasladarse a Europa, ha solicitado, urgentemente, que la CE tome cartas en el asunto, mediante una acción militar preventiva en Libia, que asegure que el flanco sur de Europa no es asaltado por estos fanáticos, que han convertido en una gran matanza su pretensión de convertir al Islam o en su caso eliminar a quienes caigan en su poder, sean quienes sean.
Sin embargo, no es seguro que la aletargada Europa se tome en serio la petición de Italia y hasta es posible que nuestro ministro Margallo, tan amigo de las soluciones diplomáticas, vea mal una intervención en Libia. No obstante, ya somos muchos los que no atinamos a ver como es posible hacer entrar en razón a una serie de fanáticos, a los que se les han imbuido ideas criminales y supersticiones de tipo religioso, que nada tiene que ver con lo que dice El Corán, cuya única meta es degollar, quemar y torturar a todos aquellos cristianos o miembros de otras religiones, por el solo hecho de no querer convertirse a su religión, el Islam. La diplomacia sobra, como sobró aquel invento de Zapatero de su famosa “Alianza de Civilizaciones”. Eso sí, sigamos criticando a los israelíes y distanciándonos de ellos, cuando han demostrado ser los únicos que ponen orden, no sólo en su país, sino que, han sido y son, el único freno a las pretensiones expansionistas de los países árabes que los rodean.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, constatamos, una vez más, la pesada maquinaria de una UE que, para moverse, tiene que sobrepasar el obstáculo de su propia incapacidad para superar el síndrome de la Torre de Babel que la atenaza.
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