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Diario YA


 

Así se subvierte el espíritu de la Constitución.

Franco, las fallas y la discriminación ideológica impulsada por la izquierda valenciana

Francisco Torres García. Quizás fuera conveniente comenzar recordando que si hoy Valencia es una ciudad moderna, que ha podido saltar por encima del obstáculo que fue el río, es merced a una gigantesca obra de ingeniería hidráulica que permitió cambiar el curso del Turia desde Cuart de Poblet hasta su desembocadura -unos 11 kilómetros-, acabando así con el peligro de las recurrentes riadas, avenidas y crecidas del río e incluso abrir espacios para el asentamiento agrícola: el Plan Sur de Valencia. Una magna obra realizada por decisión de Franco, como reconoce el geógrafo Vicenç Roselló, tras la catastrófica riada, “la riada”, de octubre de 1957 (el Consejo de Ministros lo aprobó en julio de 1958), que abrió la posibilidad de hacer la Gran Valencia.

También en Valencia se crearon los hoy cuestionados pueblos de colonización, por mantener la inclusión en su denominación el apelativo “del Caudillo”, para instalar a familias campesinas (Cortichelles, San Isidro y San Antonio de Benagéber, Tous, Marines, Loriguilla y Domeño). Y, naturalmente, Franco fue recibido por los valencianos en olor de multitudes cuando visitó la ciudad en 1962, recorriéndola en coche descubierto, para inaugurar todo lo inaugurable, incluyendo el nuevo Hospital Provincial, el mercado y grupos de viviendas de esas a bajo precio que se amortizaban sin préstamos bancarios de 82 metros cuadrados por término medio. Llegando a presidir desde Capitanía un desfile de taxis con banderas que hacían sonar los cláxones en su honor. Todo ello le valió la “medalla de oro de la Gratitud de Valencia”, lo que se sumaba al título de alcalde honorario que ostentaba desde 1939 y que le fue retirado simbólicamente en 2012, es decir hasta 36 años después de su muerte.

Viene al caso recordar todo esto porque quizás por la huella que queda en muchos valencianos de lo que el régimen de Franco aportó a Valencia de cambio y progreso económico y urbano, más allá de las significaciones políticas, una de las fallas más emblemáticas, la del Mercat, decidió este año, tal y como ha informó el hasta hace poco presidente de la misma, otorgar el título de fallero y fallera de honor a personas que forman parte de la Fundación Nacional Francisco Franco. Todos los años cada falla da este título a quien estima oportuno, en actos particulares, sin que tengan injerencia alguna. Hasta este año.

La noticia, no exacta en la literalidad, de que la falla del Mercat iba a nombrar fallera de honor a la Fundación Nacional Francisco Franco, ha sido suficiente para que se desatara en Valencia una auténtica caza de brujas con presión, persecución y amenaza política incluida, que ha llevado a la dimisión, por no aceptar el chantaje -la amenaza del Ayuntamiento de estudiar la retirada de subvenciones-, ni admitir la injerencia del poder político o la discriminación ideológica, contraria a la propia Constitución, que supone negar que se dé el título de fallero/fallera de honor a determinadas personas por pertenecer a la Fundación Nacional Francisco Franco o, llegado el caso, por llevar el apellido Franco. Es curioso que subvirtiendo lo indicado en la propia Constitución, recurriendo a un procedimiento tan antidemocrático como la presión y el chantaje, con el linchamiento público impulsado desde el poder, aupado por los medios, y expandido por los lobys de presión de la izquierda, se acuse de exaltación antidemocrática a los miembros de esta falla por su decisión.

No pocos valencianos se habrán sorprendidos por el escándalo prefabricado y artificialmente hinchado por razones políticas, no es necesario recordar cómo está políticamente el Ayuntamiento de Valencia y la Comunidad. No pocos valencianos se habrán acordado, no sin cierta retranca, de que Carmen Franco, la hija del Caudillo, ya fue nombrada fallera mayor infantil en 1940, aunque, tras recibir el traje de labradora, Franco declinara la presencia de su hija -así de raro era don Francisco-. Eso sí, no se pudo resistir cuando en 1960 se nombró fallera mayor infantil a su nieta María del Carmen Martínez Bordiú que fue acogida en olor de multitudes por los valencianos, aunque el fondo latiera la maniobra política para impulsar el futuro Plan Sur de Valencia. Cariño que la prensa rosa se apresuró a recordar cuando hace unos años la citada María del Carmen anduvo por las fallas recordando aquel tiempo. Al año siguiente la nieta de Franco entregaría el cetro a una niña huérfana, Lolita Alfonso.

Se ha escrito que María del Carmen Martínez Bordiú, la nieta de Francisco Franco, entre otros, acudiría a Valencia a recoger la distinción, lo que se ha considerado un acto de exaltación franquista. Lo malo es que existen las hemerotecas y sería bueno recordar a los políticos de la izquierda valenciana, a los medios que se suman al linchamiento, que la falla del Mercat, con su decisión, no ha hecho nada extraño ni inusual. Así resulta que en 2005, la falla del Convento Jerusalén-Matemático Marzal, nombró como mantenedora del acto de exaltación de su fallera mayor a María del Carmen Martínez-Bordiu Franco -así escrito, con todos los apellidos- sin que se produjera ninguna protesta ni ninguna exigencia de afirmación democrática a esta falla ante tamaño desafío.

¡Ah, pero es que ahora en Valencia se ha instalado el régimen de la discriminación ideológica! Eso es todo.

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