Guardiola ya tiene que resignarse a entrar en política
Miguel Massanet Bosch. Tuvo sus momentos de gloria. Hubo un tiempo en el que se le consideraba un buen jugador de fútbol y, seguramente lo fue; pasó por otra etapa en la que se le tuvo por un buen entrenador y, con toda seguridad se puede decir que lo fue; se creyó que la fama nunca lo abandonaría y se expatrió a otras naciones para vender su sabiduría en el arte de organizar equipos de fútbol profesional y, aquí, la suerte ya no le fue tan favorable, aunque consiguió unos resultados satisfactorios. No obstante, como siempre ocurre en este mundo, lo que sube tiene inexorablemente que bajar, lo que la juventud propicia la vejez se apresura a dificultarlo y, como dice el dicho castellano de una forma algo grosera: “a cada cerdo le llega su San Martín”.
El señor Pep Guardiola, este año, ha permitido que su equipo el Manchester City mordiera el polvo, derrotado por el Mónaco, y no ha podido aspirar a la Champion League, quedándose apeado de ella antes de los cuartos de final, algo imprevisible para un experto de semejante categoría. Pero el señor Pep Guardiola, aparte de su carrera como futbolista y entrenador, también tiene su corazoncito, como lo tiene su compañero Piqué, que pertenece por completo a Cataluña, lo cual, en sí, no es nada malo, al contrario, le honraría si ello no le hubiera conducido a formar parte de toda esta pandilla de sediciosos, afectados por el virus independentista, empeñados en inventarse una imaginaria tierra dominada a la fuerza por una España maligna, ocupada manu militarí por un “ejército opresor” y privada de todas sus riquezas y bienes por una cuadrilla de “bandidos”, que se han enriquecido a costa de conducir a la “miseria” a todo el pueblo catalán.
En realidad, esta clase de epidemia nacionalista ya ha afectado a una buena parte de estos catalanes que se han enriquecido a costa de despotricar contra la nación española, que han conseguido ser famosos con sus canciones protesta y que, han encontrado terreno abonado dentro de aquellos más recalcitrantes catalanistas, sin que, no obstante, estos tenebrosos enemigos de Cataluña, que son los españoles y sus autoridades, hayan hecho lo más mínimo para impedirles estos insultos y descalificaciones, algo que, con toda seguridad, en otros países de nuestro entorno no se hubiera permitido de ninguna manera. Pero el señor Pep Guardiola, ya en su ocaso de su fama, no se ha conformado con ser uno más de estos millonarios que pretenden conducir a su tierra hacia horizontes desconocidos, que están dispuestos a cometer la tontería de hacerles el juego a los comunistas que amenazan con desbancar a toda esta burguesía catalana; tan perfectamente descrita en la serie de novelas históricas de Ignacio Agustí, que se inició con Mariona Rebull y siguió con El Viudo Rius y, más tarde, con Desiderio. Cierto que las multinacionales ya han dejado, a esta élite de la sociedad catalana, poco menos que en cueros, de modo que lo poco que queda de ella seguramente ha quedado concentrado en este partido, en plena decadencia, el PDEcat o, para ser más exactos los restos de lo que fue CDC, sede de las andanzas especulativas de la familia Pujol.
En efecto, en estos últimos días, en los que el señor Puigdemont, al parecer el heredero directo del “astuto” señor Mas y haciendo gala de su facilidad para ir urdiendo combinaciones para intentar eludir la acción de la Justicia, ha anunciado, de boquilla, una fecha para la celebración ilegal del referéndum para decidir ( 1 de Octubre) y ha dado cuenta de la pregunta que se tiene previsto hacerles a los ciudadanos pero, vean ustedes la “sagacidad” del sujeto, no ha firmado ninguna convocatoria ni ha iniciado ningún procedimiento para que, el Estado, la fiscalía y el TC, no puedan, como hicieron con Companys, buscarle un acomodo en la cárcel. Parece que, el señor Guardiola, mientras se hace con un nuevo equipo al que pueda entrenar, aunque sea cobrando menos, parece dispuesto a tantear sus posibilidades en el mundo de la política, algo que, seguramente, en otros tiempos no se le hubiera ocurrido pero, visto el nivel actual de muchos de los políticos catalanes, su absoluta falta de preparación y lo poco que se les exige para escalar puestos de importancia; parece que se ha animado a probar, confiando en que su experiencia en dirigir equipos deportivos le va a servir de pasaporte para que, en el PDEcat, le puedan enchufar en algún cargo en el que tenga posibilidades de desarrollar, a plena satisfacción del independentismo, sus facultades como agitador de masas y propagandista de la ruptura de Cataluña con el Estado español.
Evidentemente, aleccionado por sus mentores separatistas, Guardiola se ha limitado a repetir, en un reciente manifiesto leído en un acto de “Referendum es democracia” una peregrina opinión, sobre la que cabrían muchas precisiones, respecto a lo que vienen repitiendo con machacona y cansina perseverancia los nacionalistas con eslóganes como el siguiente: “ los catalanes somos víctimas de un Estado que ha puesto en marcha una persecución política impropia del siglo XXI, de un ministro de Interior que conspira para hundir nuestra sanidad, de unidades de la policía política que elaboran pruebas falsas contra nuestros políticos, de una persecución judicial que inhabilita a nuestro presidente".
Su evidente ignorancia en leyes, su absoluto desconocimiento de lo que es una democracia y un Estado de derecho, su desprecio por la Constitución le han hecho repetir, como un loro, las mismas estupideces con las que el separatismo catalán está lavando el cerebro de aquellos que, por tenerlo muy averiado o muy obtuso, son incapaces de discernir lo que de verdad hay en las trolas que se les dicen y las nulas posibilidades que existen de que puedan lograr sus objetivos y, todavía menos, de que en Europa y el resto de naciones civilizadas se les reconociera como nación independiente de España. Creo que a este señor, noten que no le falto al respecto, Pep Guardiola, se le debería recomendar que, antes de meterse en el fregado del que, al parecer, ha decidido formar parte; se hubiera tomado unos días o unos meses para reflexionar, documentarse, estudiar historia de España y no fiarse de la Memoria Histórica, que no dice más que lo que sus redactores, todos ellos de la vieja izquierda europea, han decidido que les conviene que quede constancia, aunque, ellos son los primeros que lo saben, todo lo que están intentando modificar y darle otro sentido, no sean más que bellaquerías, inexactitudes, arreglos y mentiras flagrantes, con los que intentan influir en la mente de los estudiantes que, como es evidente, no tuvieron ocasión, como algunos de los que todavía quedamos, de vivir aquellos graves momentos por los que tuvimos que pasar, en España, en tiempos de la Guerra Civil.
Es posible que el señor Guardiola, que lleva mucho tiempo teniendo poco contacto con la realidad española, se haya creado una idea falsa de lo que es el problema catalán; desconozca las deudas que Cataluña tiene contraídas con el Estado español; no esté al tanto de la deuda pública, avalada por el Estado, que tiene pendiente de amortizar y cuyos intereses no está en condición de pagar, por lo que se ve obligada a pedirle dinero prestado al Gobierno de la nación; ignore las leyes de la UE respecto a países que se separan de las naciones a las que pertenecían o no esté al corriente de las repercusiones económicas que afectarían a Cataluña y a los catalanes, que no podrían disponer de las ayudas de los bancos europeos, no disfrutarían de libertad de tránsito sin pasaporte y sus fronteras con el resto de Europa no podrían beneficiarse de la exención de tasas, impuestos y arbitrios para las mercancías que pasaran a través de ellas.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, es como tenemos que lamentar que, una persona como el señor Pep Guardiola, se haya dejado enredar por la misma tela de araña en la que han caído muchos catalanes, sin que se hayan dado cuenta de que no existe ninguna nación del mundo y, especialmente del occidental, que pueda admitir que un trozo de la misma se levante contra el resto, con la pretensión de adquirir una independencia que no tiene posibilidad alguna de conseguir por no disponer de argumento sólido alguno en el que basar tal pretensión. En todo caso, él ya es mayorcito y debería saber que, cuando uno toma una decisión, partido por una cosa, está expuesto a tener que responder por ello.