INERCIA Y ACTITUD RESILIENTE
Manuel Parra Celaya.
A poco que observemos, el resultado de las autonómicas de Cataluña ha sido el esperado, quizás con dos notas disonantes para el triunfalismo oficial: la elevada abstención, casi llegando a la mitad del censo, y la sorpresa de los once diputados de Vox en el Parlament; esto último es causa de escándalo y de previsión de manifestaciones callejeras, como ya se demostró durante la campaña; si echamos mano a la historia, algo de eso, esperemos que en menor escala, ocasionó la entrada de tres ministros de la CEDA en el gobierno de la República en 1934.
De momento, nada más empezados los contactos de los jefecillos políticos con otras fuerzas para establecer pactos, las manifestaciones y la violencia se han vuelto a adueñar de muchas calles catalanas, con la excusa de la detención del rapero Hasel; quienes alentaban o se ponían de perfil ante las agresiones contra los de Vox tienen ahora motivo de preocupación real con las comisarías atacadas de los Mossos, la quema de contenedores, el destrozo del mobiliario urbano y el asalto a los comercios; la situación nos retrae a la de hace un par de años, con los CDR apretando, según la consigna de Torra. Quizás los vándalos sean muchos de los mismos de entonces, quién sabe…
Volviendo a los resultados electorales, tenemos la sensación de un dejà vu, si lo cotejamos con el transcurrir de la política a escala nacional; aún no sabemos qué tipo de gobierno autonómico saldrá de los pactos, pero se esperan extrañas coaliciones, a modo de nuevos monstruos del Dr. Frankenstein. Si en Madrid existe una alianza contra natura de PSOE y Podemos, con el apoyo de los separatismos representados por HBildu y ERC, ahora se puede repetir la jugada en Cataluña. ¿Será un concubinato de PSC y de ERC, a pesar del cinturón sanitario firmado? ¿Conseguirá el ínclito Salvador Illa atraerse a las mesnadas de la CUP y a los Comunes? Por el contrario, ¿llevará ERC la iniciativa y arrastrará a otras fuerzas separatistas en pro de la república catalana? En todo caso, los protagonistas son los mismos aquí y a orillas del Manzanares.
Lo primero que hay que preguntarse es qué visión de España tienen todas estas fuerzas y partidos; si lo constatamos de acuerdo con sus programas, el panorama no puede ser más desolador.
PSOE y PSC, tanto monta, apuestan claramente por un confederalismo -no vale confundirlo con un federalismo-, donde las nacionalidades que menciona la Constitución adquirirán la categoría de naciones, y las regiones, para no ser menos, la de nacionalidad; hablamos, pues, de una total asimetría, en contra de la igualdad jurídica de los españoles, que ya ha pasado a mejor vida. Alguien argüirá: ¿Y la Constitución? Pues, como en el lecho de Procustro, ya se cuidarán de adaptarla a estas exigencias casi sin que nos demos cuenta. El monopolio del poder socialista, en el conjunto de España y en Cataluña, era el objetivo de la Operación Illa, y por el posible triunfo de la apuesta se frotan las manos en La Moncloa.
ERC representa el separatismo posibilista, esto es, la concesión por parte del Estado español de una serie de medidas, a saber: la amnistía de los presos del golpe de hace tres años (que ya gozan de buena libertad y han servido de voceadores en la campaña electoral) y un referéndum pactado, es decir, autorizado y con visos de llevar hacia la soñada república independiente; en todo caso, se trata de una política de fases, de una hoja de ruta a la que no creemos que se pueda oponer la razón de la ley y el sentido común, dado qué manos controlan la primera y están carentes del segundo .
Podemos y sus versiones autonómicas representan la versión vulgarizada y vetusta de un leninismo pasado por Venezuela, pero, sobre todo, la imposición a todos los españoles de los dogmas antropológicos, éticos y políticos del marxismo cultural; es improbable que el radicalismo económico del partido morado tenga mucho campo de acción ante la vigilancia de la UE, pero no el otro radicalismo, el doctrinal, a modo de trágala a Sánchez para que pueda conservar el poder. En punto a la estructura nacional, Podemos no hace ascos al separatismo de Esquerra y tampoco al confederalismo socialista; para ellos, es un tema menor, siempre que consiguieran, eso sí, el salto en el tiempo hacia el Frente Popular de la 2ª República.
Esta es la inercia a la que está condenada la política española. La oposición de la derecha o del supuesto centro, representada por PP y Ciudadanos, ha quedado marginada de Cataluña y corre el riesgo de adoptar la misma situación en Madrid; siguen empecinados, pobrecitos, en que lo suyo sea una oposición de partido, cuando no sencillamente constitucionalista; y ya hemos dicho cómo funcionará la Constitución en manos de los vencedores..
¿Y España? Esta es la que queda ausente de esta inercia. No asimilemos el concepto de España a las veleidades de una parte de la ciudadanía, a uno o a otro lado del Ebro, sujeta al influjo de los partidos y de sus poderosos medios. La tarea es situar a España por encima de los juegos políticos y considerarla como un bien no enajenable por una decisión electoral, como un valor irreversible, sea cual sea el partido que obtenga una mayoría parlamentaria. Para esto, es imprescindible que muchos españoles, no abducidos por el Sistema, recobren la virtud de la resiliencia, que se opone a esta inercia; españoles que, partiendo de su disenso frente a los consensos de los ganadores en una ocasión electoral, sean capaces de resistir a las influencias negativas y puedan recuperar su condición de tales, es decir, su identificación con el contenido esencial de la nación.
Empalmo así con la asunción de responsabilidades que planteaba en mi artículo anterior. Y no solo responsabilidades de los partidos perdedores en las urnas, sino de todos los españoles que no se conformen con esta deriva demencial que nos está llevando al caos.