Investidura fracasada: Vergonzoso espectáculo del desaguisado de las izquierdas
Miguel MAssanet Bosch.
Gabriel Rufián patético y lacrimógeno en su intento, de hacer de árbitro entre PSOE y Podemos.
Una batalla de despropósitos, con el PP y Ciudadanos como espectadores de primera fila viendo como los partidos de izquierdas se reprochaban, los unos a los otros, el fracaso de una investidura que solamente ellos mismos tenían la posibilidad de conseguir que fracasara, en una votación en la que tenían la mayoría. Las típicas ambiciones consistentes en intentar sacar el máximo posible de la gallina de los huevos de oro, hacen que se acabe, por cerrilidad y falta de inteligencia, por el prurito de querer apurar hasta el último sorbo del licor de la avaricia, con lo que debiera haber sido el leitmotiv de la sesión que pretendía designar a Pedro Sánchez como presidente el nuevo gobierno; para perderse en elucubraciones y reproches, acabando por destruir a la gallina y perdiendo todo lo que se hubiera podido conseguir, cuando se tenían todas las posibilidades de haber salido victoriosos de una sesión de investidura en la que, las izquierdas, tenían en sus manos todas las posibilidades de vencer a la oposición de los partidos de centro y derechas, si hubieran dejado atrás sus diferencias y se hubieran centrado en lo que pretendían conseguir en lugar de lanzarse dardos los unos a los otros.
En realidad, lo que ha sucedido durante estos días, en los que ha tenido lugar la sesión de investidura, basta para que los españoles tengamos motivos para reflexionar sobre si, estos señores que se proponen a sí mismos para dirigir, en nombre de los votantes, los destinos de la nación española y que son incapaces de ponerse de acuerdo para determinar quién debe ocupar los puestos claves de la Administración, que se disputan a cara de perro los ministerios y que pretenden situarse en los lugares estratégicos, desde los cuales piensan que van a tener más oportunidades de vender sus ideas ante los ciudadanos, sus presuntos votantes; en lugar de buscar, entre todos, aquellas políticas que más pueden beneficiar al pueblo español, las más necesarias para garantizarle su seguridad y aquellas que sirvan para conseguir un desarrollo más seguro, duradero, beneficioso para el pueblo y bueno para el progreso de toda la nación que es, al fin y al cabo, lo que se le pide que haga a cualquier gobierno democrático; se dedican con verdadera saña a descalificarse mutuamente.
Cuando hemos podido contemplar la nueva imagen con la que, el representante de ERC, señor Gabriel Rufián, se ha presentado en el Parlamento, causando el pasmo de los que conocieron su look y sus modos desabridos con los que inició la anterior legislatura, en la que se destacaba por su forma ruda, grosera y cerril de expresarse, llegando al punto del insulto y las expresiones soeces, fuera quien fuera el partido o las personas a las que se dirigiese. En esta ocasión, en su nuevo papel de gentleman, ha hecho honor a su nuevo aspecto, utilizando un lenguaje más comedido, una expresión más edulcorada, unas formas más cuidadas, un vestuario dandi y un gesto más solemne y enfático, con el que ha pretendido dar una nueva imagen de sensatez, moderación, engolamiento y, por qué no decirlo, de una cierta cursilería propia de aquellos gañanes de pueblo que, cuando acuden a una fiesta de cierta categoría, se emperifollan para aparentar ser alguien más culto y distinguido de lo que en realidad son, con la desagradable consecuencia de que, generalmente, se suelen convertir en el hazmerreír de quienes pronto calan su condición de paleto venido a más. En esta ocasión, pese a sus ínfulas de pretendido intermediario, pidiendo a ambas partes ponerse de acuerdo para que la derecha no sacara beneficio del enfrentamiento entre el PSOE y Podemos, se ha adivinado, como ha sucedido con el resto de los partidos separatistas, con el PNV incluido, el pánico que sienten ante la posibilidad de que cualquier cambio o alianza que se pudiera producir en los próximos meses, pudiera incluir algún tipo de acuerdo de última hora con partidos como Ciudadanos o el PP, que acabara de un plumazo con todos los planes de explotar al partido del señor Sánchez para conseguir ventajas en sus aspiraciones separatistas.
Como meros espectadores, a través de las TV, no podemos menos de señalar la extrañeza – creemos que es la primera vez que sucede en parecidas circunstancias- al ver que el partido que presentaba al candidato a ser elegido presidente del Gobierno español, en lugar de dirigir toda su artillería oratoria contra la derecha y los partidos de su oposición, se ha dedicado, con ganas y contundencia, a ponerles las peras a cuartos a los que, en principio debían considerarse como sus más fieles aliados, los mismos que hace poco el mismo señor Pedro Sánchez había mencionado como sus aliados y colaboradores naturales, para emprender la nueva legislatura al frente del ejecutivo español.
Aunque intentar meterse en el hermético cerebro del señor Sánchez es tarea muy ardua, dado su comportamiento, en ocasiones contradictorio, y su particular manera de enfocar su política, siempre dirigida a valorar su persona por encima de otras consideraciones que, para él, es evidente que siempre están por debajo y como segunda opción; se nos ocurre que ha decidido que una alianza, por limitada que fuese, con los comunista de Pablo Iglesias, seguramente le iba a traer consecuencias poco gratas y, más que un posible desencuentro entre los miembros del gobierno que, si llegaba a producirse durante la legislatura, es posible que hiciera peligrar la duración de la alianza y, en consecuencia, el peligro de que fuera necesario convocar nuevas elecciones en cualquier momento de la legislatura, con el peligro de que, los votantes, decidieran cambiar la orientación de su voto, dada la imposibilidad de tener un gobierno que diera la precisa estabilidad a la nación.
En todo caso no podemos decir, sin mentir, que no nos alegramos de que este primer round del intento de nombrar presidente del Gobierno al señor Pedro Sánchez haya fracasado. No por previsibles, las aspiraciones del señor Pablo Iglesias de tener el control de ministerios como los de Trabajo, Seguridad Social, Igualdad, Tributos, Energía, Apuestas etc. son suficientemente ilustrativas de que se proponía constituir un gobierno dentro de otro gobierno, estableciéndose como una quinta columna que, como no podía ser de otra manera, no ha pasado por alto al señor Sánchez, que no es tonto, y que seguramente ha preferido exponerse a tener que convocar elecciones a aceptar las condiciones de un personaje que sabe que, si lo tiene en su equipo, le va a crear problemas que, incluso, pueden llegar a superar los que le provoque la oposición de derechas.
Hay otra persona que tampoco parece que haya reflexionado respeto a sus posibilidades de seguir manteniendo su postura equívoca, dando una de cal y otra de arena y se empeña en pretender ocupar un lugar en la oposición por encima del que, por sus resultados electorales y el número de escaños conseguidos, le corresponde al PP. Estamos hablando del jefe de Ciudadanos, el señor Rivera, que seguramente debe estar convencido de que si lo repite muchas veces, al final, va a conseguir que el resto de partidos de la oposición vayan a allanarse a que, por autoproclamación, sea Ciudadanos y no el PP el que ocupe (por méritos propios) el lugar de líder de la oposición al gobierno de Sánchez; en el supuesto de que, sea ahora, sea en septiembre o, en su caso, lo fuere como resultado de unas nuevas elecciones, el actual presidente en funciones, señor Pedro Sánchez.
Ahora deberemos estar atentos a los dispuesto en el Artº 99 de la Constitución española que, en su apartado 5º dictamina: 5. Si transcurrido el plazo de dos meses, a partir de la primera votación de investidura, ningún candidato hubiere obtenido la confianza del Congreso, el Rey disolverá ambas Cámaras y convocará nuevas elecciones con el refrendo del Presidente del Congreso; una disposición que va a tener que ser tenida en cuenta si el PSOE quiere evitar que el retraso en la formación del gobierno no se prolongue tanto que, para finales de septiembre, no deba enfrentarse a la obligación de convocar nuevas legislativas.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, tenemos la impresión de que es muy posible que, para septiembre, puedan concurrir nuevos hechos que cambien las posibilidades del PSOE – incluso si se convocasen nuevas elecciones sin que consiguiera mayoría absoluta, algo muy difícil en las circunstancias políticas actuales- especialmente si, como se tiene anunciado, el TS, emitiera sentencia en septiembre respecto a los hechos sucedidos el 1.O del 2017, por los que han sido juzgados algunos de los políticos catalanes acusados de haber cometido delitos contra la nación española. Si la sentencia fuere condenatoria, es muy posible que, en Cataluña, con el señor Torra al frente, se llegaran a producir determinadas protestas impulsadas por los extremistas separatistas catalanes, que privaran al señor Sánchez del apoyo que pudiera tener previsto conseguir de ERC u otros partidos catalanistas que, al parecer, estaban dispuestos a apoyarle para evitar que las derechas volvieran a hacerse con el gobierno de España. Entonces, cualquier previsión sobre lo que puede suceder en Cataluña y España, no tendría otro valor anticipativo de lo que pueda suceder en el caso de las opciones a ganar o perder que tenga un jugador que apuesta a un juego de azar. Entre tanto, pensemos en aquello de que “Dios aprieta pero no ahoga”.