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Diario YA


 

José Luis Orella: El ajedrez ucraniano

 

 

Ucrania se desliza hacia la división social. Finalmente ha quedado claro que el rechazo al acuerdo con la UE, en realidad escondía una nueva revolución. (El ajedrez ucraniano)

 

 

Camino de Zinderneuf

La literatura como asidero último

Juan Carlos Blanco. Escribimos todos por la sencilla razón de que el invierno es eterno y porque si no, los lobos y las tormentas de hielo se nos tirarían aún más deprisa a la yugular.

Parafraseando parcialmente a Mitchell. Memento mori. La búsqueda permanente de la belleza y la propia conciencia de nuestra levedad, nuestro paso fugaz y apenas visible. No queda tiempo para restañar las heridas ni volver someramente la espalda, o ladear la mirada. Y en eso consiste en verdad lo que nos ocupa, en transitar enconadamente hacia un final que no admite duda. Y que no puede ser cuestionado. La lucidez de unos pocos aporta esa dosis extra de consuelo sin la que no lograríamos soportar la pesada carga que nos resulta inherente y de la que no podemos desprendernos nunca. Los libros como asidero último. O penúltimo. El legado de los que vivieron antes de nosotros y que contemplaron escenarios que nos pueden resultar familiares y que hubieron de enfrentarse a situaciones que son comunes a todos con independencia de la época que nos toque en suerte. La mirada resignada y juiciosa del entrañable Cervantes al calibrar el deambular de los hombres por entre la maleza que nos rodea a cada paso que damos, y que perdura más allá de su borrascoso siglo y que se ofrece con una vitalidad digna del más encendido elogio. Y de la conmiseración más plena. La sabiduría pragmática de Montaigne que resulta tan evocadora y que devuelve la sencillez a las cosas que en verdad son sencillas, su ironía descarnada y su convencimiento de que en realidad no es tanto lo que necesitamos para llevar a cabo felizmente el trayecto. El heroísmo primigenio que acompañó en todo momento a los protagonistas de Joseph Conrad, vencidos de antemano y plenamente conscientes de la inutilidad de su esfuerzo, y de su sacrificio, sabedores desde el comienzo que habrían de enfrentarse inexorablemente a la derrota última y sin paliativos que siempre acecha y que termina por tumbarnos más pronto que tarde. Las contradicciones existenciales de Fitzgerald y su proceso de autodestrucción que derivó en la escritura sarcástica y vagamente resentida que impregnó su obra y que ayudó a recrear el escenario tan desgarrado y vivificante de los felices veinte. Los excesos de Hemingway, vitales y literarios, su necesidad perentoria de abarcarlo todo y de disfrutar de cada instante con toda la intensidad posible, su egolatría incorregible y su afán por perdurar y situarse más allá de su época y circunstancias, boqueando de manera incesante en pos de la eternidad. Los grandes novelistas rusos del diecinueve, con su crudeza congénita y esa aureola de popes irreverentes, hacedores de un universo propio que nos hace volver una y otra vez la mirada hacia su pugnaz escritura.

Stendhal y Victor Hugo. Balzac, Melville y Dumas. Thomas Mann, Lampedusa, Kipling. Decenas y decenas de nombres propios que forman parte indisoluble del imaginario colectivo y que nos permiten observar lo que nos rodea con otros ojos, una vez inoculadas sus experiencias personales que nos ayudan a configurar una hoja de ruta a la que atenernos en según qué circunstancias. Y en eso consiste en la mayoría de las ocasiones, en buscar consuelo y en conformar un escenario que nos facilite el trayecto, un asidero real al que encomendarnos llegado el caso, si vienen mal dadas. Y aunque no lo vengan. Tendemos todos a movernos con mayor facilidad por el terreno pisado una y mil veces, previamente transitado; el conocimiento aporta siempre esa brizna de mesura y capacidad de discernimiento que nos favorece y que nos impulsa a desenvolvernos con mayor acierto. Y que nos permite, al fin, ofrecer toda la resistencia de la que somos capaces a los lobos y tormentas de hielo que nos cercan y que de otro modo se nos tirarían aún más deprisa a la yugular.

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