Juan Carlos Blanco. “Fue Pedersen quien me empujó a la lectura febril de los libros de viajes, con seguridad aquellos de los que más he disfrutado. No me había manejado entre libros hasta ese momento, mi relación con ellos no iba más allá del respeto inculcado durante la infancia y la juventud primera, la admiración rendida hacia aquello que sabes importante aunque no alcances a comprender su verdadera trascendencia”.
Juan Carlos Blanco. Parece uno de los géneros más de moda en la actualidad, la novela de suspense o novela negra sumando adeptos con una facilidad pasmosa que podría parecernos fuera de lugar o de sitio, cuanto menos sorprendernos en alguna medida, después de la ingente cantidad de años transcurridos desde las ocasiones primeras en que se publicaron aquellas novelas de tinte iniciático que lo modificaron todo en el panorama literario de ámbito internacional.
Juan Carlos Blanco. Situó el bolsón de cuero sobre la tablazón de la mesa y se despojó del abrigo. Y se dejó caer en la desvencijada silla de Sett, los ojos de la mujer cerrándose con una suerte de complacencia hastiada. Al abrirlos sintió una humedad algo tibia en los lagrimales.
Juan Carlos Blanco. Puedo imaginarme al Montaigne más anciano caminando al atardecer por entre las veredas flanqueadas de arbustos, con la cabeza gacha y las manos entrelazadas por detrás de la espalda, en la soledad más completa o acompañado de alguno de los pocos amigos que en verdad consideraba indispensables, en pleno soliloquio o conversando a medias y escuchando durante largo rato antes de contestar con la prudencia que le era característica.
Juan Carlos Blanco. Resulta incuestionable la labor llevada a cabo por parte de nuestro país vecino en multitud de asuntos, sin la cual no podría comprenderse la cultura occidental como la entendemos en la actualidad, su esfuerzo ímprobo y su constancia como salvaguarda de ciertos intereses que parecían...
Juan Carlos Blanco. Lo que más me asombra del viejo poeta sevillano es la capacidad de atención silenciosa que muestra en cada momento, esto es, la manera en que se aposta frente a las acechanzas de la vida tan intrincada y logra configurar un escenario que resulta conveniente a su entendimiento...
Juan Carlos Blanco. Se apoyó con ligereza deliberada en el marco de la ventana. El cristal frío y empapado de lluvia hacía destellar suavemente el exterior sumergido en la oscuridad ficticia. El agua caía con pesadumbre, originando una suerte de murmullo monótono que terminaba por apaciguar a quien contemplara suficientemente el escaso trasiego de los viandantes
Juan Carlos Blanco. La embarcación tan frágil sosteniéndose a duras penas en lo más alto de la pared espumante que termina por desmoronarse siempre, el estrépito de las olas al embestir contra el casco de madera calafateada que avanza trabajosamente hacia ninguna parte, el griterío sordo de la marinería que se afana por permanecer en los puestos más representativos y vitales de la embarcación agitada, apenas un cascarón en la inmensidad hirviente, el velamen recogido parcialmente y el timonel atravesándose lo más posible, cabeceando sin más pretensión que la de continuar haciéndolo, como si no hubiera otro propósito inmediato que fuera siquiera imaginable,