Rafael Berral. En un reciente viaje de trabajo a Moscú pude comprobar cómo el mercado de Izmailovo estaba colmado de merchandising de Putin. Desde las esperables matrioskas -que empezaban con él y acababan en Lenin- hasta actions mans del mandatario ruso montando osos a pecho descubierto, cual macho alfa en rodeo texano. Tal bisarrez me arrancó una reflexión: cómo en otros países, Reino Unido o la propia Rusia, se valen de sus líderes como estandartes propagandísticos y en España ni se nos pasa por la cabeza.
Obviamente, no pienso en llevar a Rajoy al plástico-barbie, pero lo cierto es que nuestra Princesa de Asturias, Leonor, se adapta de lleno a un arquetipo de cuento de hadas. Pagamos los estudios a una niña rubia de ojos azules que desciende en línea directa de Isabel la Católica, ¿no podríamos rentabilizar nuestra inversión? Si Mickey Mouse hubiera sido presidente de los Estados Unidos, hoy la Reserva Federal sería la dueña de Spiderman y Luke Skywalker. Tal paradoja, disparatada en casi cualquier sistema de poder del mundo -aunque Kim Jong-un es un sucedáneo de Justin Bieber en su país-, es un facto en España. Sin duda alguna, la próxima princesa Disney diferirá más de la imagen platónica de Rapunzel que nuestra heredera.
Si el Alto Comisionado de la Marca España tuviera una visión menos parcelada de su cometido, en lugar de potenciar unas circunstancias finitas -explotar las glorias de una buena añada de deportistas- debería buscar financiación para producir un largometraje de la Princesa Leonor. Michelle Jenner le prestaría la voz y la trama se basaría en cómo la niña ha de salir indemne de los entuertos que organiza el malvado brujo Marichalado, ¿se imaginan la recepción que tendría en China una Cenicienta cuyos protagonistas se pudieran traducir a la imagen real al buscar “Letizia” en Internet? ¿La expectación que levantaría una visita a Pekín de la Princesa? Incluso si lo estiramos hasta el absurdo, ¿existe mejor condena a Urdanga que ceder su imagen al malvado troll ladrón Mandangarín? Puesto que la monarquía es un sistema desfasado por definición, no estaría de más usar sus incoherencias como base de una marca distintiva.
Y es que, al margen de ser republicano o monárquico -todos llegamos a ponderar la injusticia del sistema hereditario-, parece claro que damos por hecha, al menos por una generación más, a la familia borbona como cabeza del tinglado. Seamos prácticos. No creo que sea tan descabellado pedirles una implicación parecida a la de la Reina Isabel de Inglaterra, que “salta en paracaídas junto a James Bond”, o la de Michelle Obama, que da Oscars a la mejor película y se ve obligada a alternar con Jay-Z.
No discuto el total arcano en el que se sumen doña Leonor y doña Sofía, a las que vemos cada tres meses -son niñas ante todo-, pero quizás Casa Real podría seguir este consejo y contemplar nuevas estrategias para explotar su producto. Por su propia supervivencia como institución, ¡es cuestión de tiempo que Mediaset acabe atando a Froilán! Mejor que se adelanten tomando el control ellos mismos. Avisados quedan.