La nueva Grecia: Putin 1, UE 0
José Luis Orella. La Grecia surgida de las urnas ha creado grandes expectativas y también temores. El triunfo de la coalición Syriza de Alexis Tsipras, con un 36,34% de los sufragios, ha provocado el temor de los impagos a la Unión Europea, y el crecimiento del orgullo nacional griego, que llega incluso a resucitar las historias partisanas de la II Guerra Mundial, contra el ocupante germano. Sin embargo, la coalición de gobierno formada con ANEL (Griegos Independientes) de Panos Kamenos, que obtuvo el 4,75%, anuncia la aplicación del modelo de Lula da Silva en Brasil, y no, un populismo desenfrenado que amenace la UE.
El actual gobierno, va a buscar el equilibrio entre el pago de una parte de la deuda, y la financiación de un programa social que ayude a restaurar la popularidad del gobierno en los sectores más desfavorecidos, con lo que las formaciones de centroizquierda, no podrán contar políticamente en mucho tiempo. A su vez, la presencia de Kamenos, que únicamente les une es el sentimiento patriótico contras las medidas de la UE, es la garantía de colaboración de dos instituciones muy importantes e influyentes del Estado griego, el ejército y la Iglesia ortodoxa. El primero de enorme tamaño, por su vieja rivalidad en el Egeo frente a Turquía, y uno de los miembros más numerosos en la OTAN. La segunda, parte substancial de la identidad griega, con una gran capacidad movilizadora y de influencia. Incluso arropando formaciones políticas como fue LAOS, cuando los partidos grandes no hacían caso de sus propuestas, y que ANEL ha sustituido como referente electoral. La neutralidad de esas fuertes instituciones será a cambio de evitar el desmantelamiento del ejército griego y la aplicación de medidas inspiradas en la destrucción de la familia, que la nueva izquierda y el centro derecha trabajan al unísono en su aplicación.
A nivel de política internacional, no se producirán cambios, pero sí, un repunte de la tradicional amistad hacia Rusia, por su parentesco espiritual ortodoxo. Grecia, junto a Chipre, Rumanía y Bulgaria conforman la comunidad ortodoxa de la UE, y son reacios a las medidas de castigo contra Rusia, en su política en Ucrania. Aunque Grecia no rompa con la UE, le interesa un cierto acercamiento a Rusia, por dos motivos. El primero, conseguir que Vladimir Putin permita, de forma excepcional, que la fruta del país heleno llegue a su mercado tradicional ruso, y en segundo lugar, que el Turk Stream, el nuevo gasoducto, que ha unido a Turquía y Rusia, por la cancelación del South Stream por presiones de la UE, convierta a Grecia en paso fundamental del gas natural hacia el sur de Europa. Estos ingresos, junto con el relanzado turismo, pueden financiar las medidas sociales y la confianza en el gobierno.
El pragmatismo puede hacer perder cierta confianza en los griegos, pero nadie quiere la vuelta del caciquismo corrupto de los Papandreu, Karamanlis o Venizelos, apellidos que se han perpetuado en el gobierno de la nación durante todo el siglo XX. No obstante, el pragmatismo es lo que puede hacer de Grecia que aproveche los frutos conseguidos de los gobiernos anteriores, e invierta la liquidez proporcionada por el Banco central europeo, bajo control del FMI, como hizo su adorado Lula. Difícil situación para sus admiradores españoles, que asesoran a Venezuela, no a Brasil, y desentierran el clima guerracivilista para enfrentar, y no para unir, como en el país heleno. En efecto, Grecia no es España.