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Diario YA


 

Cuentan que la Inquisición mandaba quemar en efigie a los réprobos huidos

La venganza histórica de los que falsean la historia

Manuel Parra Celaya. Cuentan que la Inquisición mandaba quemar en efigie a los réprobos huidos o ya fallecidos, trasladando así la condena a la hoguera más allá del espacio y del tiempo; no sé si es verdad, porque aquellos románticos del siglo XIX falsearon la historia como les vino en gana y les pedía el cuerpo… También cuentan que, en tierras sicilianas, los odios entre familias se prolongan a lo largo de las generaciones y cualquier inocente mozalbete puede recibir el contenido de una lupara sin conocer los supuestos motivos del vengador; tampoco sé si es cierto, porque nunca he visitado Sicilia (y bien que lo siento) y en el genial Lampedusa no aparecen tan sangrientas situaciones.
    Lo que sí que consta es que el separatismo catalán, por mano de un “ilustrado” Jaume Ciurana, diputado provincial convergente, ha puesto el grito en el cielo porque en Madrid (¡nada menos que en “Madrit”!) han erigido una estatua a Blas de Lezo, el héroe de Cartagena de Indias, “mediohombre” por apodo –o superhombre, desde la perspectiva del chasqueado Vernon. La razón de este “agravio” es que el marino participó, en el bando borbónico, en el bombardeo de Barcelona contra los austracistas y sus aliados ingleses en el siglo XVIII.
    Siendo consecuentes y con un poco de imaginación, podemos ampliar la noticia a nuestro antojo. Por ejemplo, que los nacionalistas –tan crecidos ellos después del 9N-  se han dirigido al Estado Islámico para exigir que borren a Almanzor de la nómina de elegidos del Profeta, porque el caudillo musulmán arrasó también la Ciudad Condal en un momento de descuido de los Condes que la regentaban bajo el dominio carolingio.
    Siguiendo el hilo histórico, nos podríamos también imaginar que la Generalidad del Sr. Mas protesta ante la RAE por mantener como obra cumbre de la literatura castellana el Cantar del Mío Cid, toda vez que el de Vivar batió en el campo de batalla al Conde de Barcelona –al que el juglar califica de “fanfarrón”, por cierto- y, una vez vencido, le frustra a lo bestia su anunciada huelga de hambre (Comed, conde, deste pan y bebed deste vino./ Si lo que digo fiziéredes, saldredes de cativo;/ si non, en todos vuestros días nos veredes cristianismo).
    No solo eso: nueva misiva indignada a la Comunidad de La Rioja, al enterarse los nacionalistas que, en Logroño, campea una estatua ecuestre de don Baldomero Espartero, bajo cuyo mandato y órdenes directas, Barcelona fue bombardeada en 1842; para más agravio, el caballo del general luce unos dignos atributos propios de su sexo que ya han pasado al acervo de los dichos populares… Y, sin movernos de casa, habrá que imaginar el sangrante litigio entre los poderes autonómicos secesionistas y el Ayuntamiento de Reus: el hecho es otra estatua de su plaza mayor, dedicada, nada menos, a don Juan Prim, catalán hasta la médula y aguerrido militar y patriota español, que asimismo cubrió Barcelona de metralla al año siguiente en que lo hiciera Espartero ( a todo esto, la copia de la estatua del reusense que se encontraba en el Parque de la Ciudadela de la capital catalana ya habría sido hecha añicos por las brigadas municipales).
    
    De la guerra civil del 36 al 39 no hablemos, pues la Ley de memoria histórica de Zapatero (no derogada, por cierto, por Rajoy) ya se ha encargado de todo…
    Nuestro actual Presidente del Gobierno español no es responsable de ningún bombardeo sobre Barcelona, todo lo más del lío que se ha montado en la Fiscalía y de las poco piadosas opiniones sobre él que corren entre sus antiguos votantes del PP; acaso, podría ser acusado de dejación de responsabilidades y de omisión, pero eso no deja de ser la opinión de este humilde ciudadano de a pie, que no entiende de política ni de judicaturas.
    Bromas aparte, la indignación del Sr. Ciurana y sus adláteres es patética, y dice mucho de su aguda percepción histórica; no se trata de otra “venganza catalana”, sino de una nueva vergüenza secesionista.
                                                                  
 

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