Las razones de la visita del Papa a Iraq
José Luis Orella
La vista del Papa Francisco a Iraq, haciendo posible el sueño inconcluso de San Juan Pablo II ha levantado esperanzas en una comunidad en trance de desaparición y ha colocado a la cabeza de la Iglesia Católica al lado de los que sufren, a pesar de las amenazas de los yihadistas radicales para evitar el viaje.
El viaje era necesario por dos grandes motivos, el uno para visualizar que el cristianismo, el Papa de la Iglesia Católica, desde San Juan Pablo II es visto allí donde las comunidades cristianas son minoritarias como su líder moral, se han católicos o pertenecientes a cristiandades separadas. Su entrevista con el Ajatollah Al Sistani, cabeza de la comunidad musulmana chiíta, mayoritaria en el país, como con los representantes de la sunita, va conformando una relación de amistad entre creyentes, que no pueden utilizar en nombre de Dios en vano, usándolo para matar a inocentes por intereses varios, como hacerse dueños del petróleo o el gas de aquellos países. En segundo lugar, era necesario estar con los últimos residentes de las comunidades cristianas, que han sufrido un verdadero cataclismo desde la invasión estadounidense que derrocó a Sadam Hussein. Bajo el régimen baasista, de signo autoritario y cimentado en un nacionalismo social laico, los árabes pertenecientes a comunidades religiosas minoritarias, como cristianos, drusos, yazidíes u otras ramas del islam, encontraron en este movimiento político un modo de realizarse en igualdad de condiciones al resto de sus conciudadanos. La destrucción del régimen provocó un caos junto con la invasión y dejó a los cristianos como una de las comunidades más vulnerables a los ataques, secuestros ya asesinatos masivos provenientes de la delincuencia organizada y el desarrollo del terrorismo yihadista exportado por otras potencias, que encontró en aquel desorden condiciones óptimas de desarrollo, como fue el Estado Islámico, secesionado de Al Quaeda.
La comunidad cristiana iraquí era del 4 % del total, y los católicos caldeos constituían el 75 % de la comunidad cristiana del país, unas 700.000 personas, y otras tantas en la diáspora. De ahí su importancia como vertebradores y animadores principales de los derechos de la cristiandad en una nación árabe de mayoría musulmana, pero trufada de minorías. En Iraq siempre hubo presencia de judíos, mandeos, yazidíes, turcomanos, kurdos, chiítas y los diferentes grupos cristianos, además de los musulmanes sunitas. También existe una pequeña comunidad católica latina, sostenida por misioneros carmelitas, dominicos, redentoristas y salesianos. La comunidad latina. Por otro lado, figuran los siro-católicos que son los antiguos jacobitas (monofisitas) que volvieron a la comunión con Roma en 1626. También los armenios tienen presencia en el país, aunque su llegada fuese después de la primera guerra mundial, huyendo del genocidio de 1917. Sin embargo, la emigración forzosa la ha reducido a una décima parte. Otra de las comunidades a tener en cuenta, son los siro-ortodoxos o jacobitas (monofisitas). Los miembros de esta comunidad viven concentrados en el norte y en la capital. De modo semejante a los armenios, los jacobitas se refugiaron después de la confrontación mundial, huyendo de los turcos que asesinaron a varias decenas de miles de ellos. De los asirios, conocidos como nestorianos, permanecen en el norte, protegidos por las armas kurdas. Aunque separados de los católicos y de los ortodoxos, mantienen un progresivo acercamiento a los primeros.
Según los datos del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR o UNHCR), el 13% de todos los prófugos iraquíes registrados en Siria, Jordania, Líbano, Turquía y Egipto son cristianos. Lo que representaría la desaparición de más del 60 % de aquella cristiandad. Según el informe del Assyria Council of Europe, ni siquiera en los campos de refugiados las mujeres y las jóvenes cristianas están seguras: están muy expuestas a la trata de seres humanos y a la explotación sexual, o son obligadas a prostituirse. Los organismos no gubernamentales con contactos con la Unión Europea seleccionan con preferencia a musulmanes para emigrar a la UE, mientras los cristianos son marginados y las ONGs confesionales no tienen el mismo privilegio.
El ataque del 31 de octubre de 2010 contra la catedral siro-católica de Bagdad, en la que 58 personas fueron asesinadas y más de 70 resultaron heridas fue uno de las últimas masacres que favorecieron la estampida del país. la capital se vació, como otras ciudades con la irrupción del Estado Islámico, quedando como único refugio antes de huir a los países vecinos, Ankawa, un suburbio de la capital kurda Erbil, donde se pasó de 8.500 vecinos a concentrar a más de 25.500 refugiados c4ristianos provenientes de la llanura de Nínive. La Iglesia y sus organismo internacionales de ayuda, intentan reconstruir las primitivas comunidades para que parte de aquellos refugiados decidan volver a sus hogares, aunque la mayoría tienen su esperanza en Canadá, USA, Australia, Suecia o Alemania.