LAS SOSPECHAS DE LA RANITA
Manuel Parra Celaya. Me imagino que todos los lectores han oído el cuento de la ranita, pero no está de más repetirlo aquí para ilustrar una noticia de prensa de días atrás, que pasó casi desapercibida por la rapidez con la que se publicó y desapareció por el escotillón oficial, sin más comentarios ni consecuencias.
Pues “érase una vez” una ranita que fue introducida, en invierno, en un puchero de agua templada y ella se sintió muy cómoda por aquel agradable baño que le proporcionaban sus cuidadores; pero estos fueron calentando progresivamente la temperatura, hasta que el agua hirvió y la ranita, por lógica, quedó cocida.
El apólogo narrado se corresponde con las fases de la llamada Ventana de Óverton, que aunque igualmente sabida, no está de más repetir. Cuando se quiere introducir una transformación legislativa radical, que choca con la mentalidad de una población cuya cultura y valores tradicionales son opuestos a la medida, el actual totalitarismo democrático actúa de modo muy distinto al de sus precedentes en la historia; nada de ucases ni de imposiciones drásticas y dictatoriales, secundadas por castigos de multas, cárceles o campos de reeducación; se acude a la psicosociología de masas, a la ingeniería social, y se establecen una serie de pasos calculados para mentalizar a esa población díscola.
El primer paso (de lo impensable a lo radical) consiste en presentar a la opinión pública debates entre expertos que dialogan sobre la idea; el público (nosotros) se asombra primero y luego escucha interesado. El segundo paso (de lo radical a lo aceptable) logra que algunos, quizás una minoría al principio, acepten la medida innovadora; los medios de difusión y propaganda bombardean sistemáticamente a sus lectores u oyentes, y empiezan a desacreditar a quienes la rechazan, con los calificativos denigratorios que ustedes se pueden imaginar. El tercer paso (de lo aceptable a lo sensato) encierra más críticas hacia los discrepantes y se insiste en la valoración de los expertos. Llegamos al cuarto paso (de lo sensato a lo popular) en el que intervienen influencers, películas subvencionadas, series de TV, que apoyan sibilinamente la novedad (recordemos el papel que Gramsci asignaba a los intelectuales orgánicos); ahora, la idea es aceptada casi mayoritariamente. Finalmente, el quinto paso (de lo popular a lo político) supone la aparición de una ley o decreto que institucionaliza la novedad. ¿Cuántas legislaciones nos han colado por este método?
Pero, a todo esto, aún no he mencionado la noticia objeto de este artículo: el Ayuntamiento de Almería, dentro de una campaña contra la violencia de género promovida por el Ministerio de Igualdad, instaló un cartel donde bajo el rostro de un niño se podía leer “Si dice no, no es sexo, es agresión”. Hubo protestas por este ¿equívoco? o defensa de la pederastia, que fueron incrementándose hasta que se retiró el anuncio…síntoma de que la ranita aún se sentía a gusto con el agua templada.
Parece que la idea de “normalizar” la pederastia no es nada nuevo bajo el paraguas progresista; en la década de los 70 del siglo pasado, firmaron un manifiesto en este sentido Jean-Paul Sartre, Michel Foucault, Roland Barthes, Jacques Derrida, Louis Aragón, Simone de Beauvoir…, es decir, los papás del prohibido prohibir de aquella época, cuyos descendientes lo quieren prohibir todo; también se sospechó de inclinaciones de este tipo en Daniel Cohn-Bendit por unos textos publicados por él, que luego desmintió porque “solo eran para escandalizar a los burgueses”. Todo esto fue recordado por un artículo de The Guardian, reproducido por El Mundo el 26-2-2001, y se recoge en un interesante libro de Joaquín Albaicín (“De Roma al Vaticano”); también se dice ahí que hubo intentos de legalizar la pederastia en Suecia en tiempos de Olof Palme y, más tarde, en 1985, en la República Federal Alemana, el partido de Los Verdes incluía su deslegalización en su programa, punto que fue retirado por las protestas.
¿Continúan los intentos, más o menos sibilinos, para deslegalizar la pederastia? ¿Estaríamos en la primera fase de la Ventana de Overton? ¿Sería el cartel del Ayuntamiento de Almería un globo-sonda para ello?
Quiero pensar que no es así, porque me parece demasiado monstruoso, aunque repase que de este modo nos han colado muchas innovaciones legales que, en tiempos anteriores, hubieran sido impensables para la mayor parte de los españolitos de a pie. En noticias relaciones con esto, me entero de que el National Center for Missing ad Exploited Chindren estimó, hace unos años, que en el 30% de la pornografía de Internet los protagonistas eran menores, y que continuamente la Guardia Civil y la Policía Nacional están desarticulando redes pedófilas en los medios…
No sería, pues, extraño, que estuviéramos a punto de entrar en las primeras fases de la Ventana de Oberton; sea como sea, esta ranita empieza a notar demasiado calor…