Lo que concede la cuna no se aprende en universidad alguna
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Fernando Z. Torres. Jamás una frase tuvo tanto significado. Muchos leyeron entre líneas; para otros mera anécdota. Para mí: improcedente. Década atrás el “incidente” que, pudiendo achacarse al nerviosismo del momento, se demostró más que relevante. El corte espontáneo produjo risas y comentarios: "¡es que es muy natural!", abrigó la progresía. La naturalidad se tornó en altivez aderezada de egocentrismo y desaire. Numerosas ya las situaciones en que nuestra fina protagonista ha mostrado los dientes (las uñas, o la nariz...aunque eso es otro tema). Desde el excusado desplante impagables los grandes momentos de la "regañona", según le espetó una compañera de mesa y mantel. Sonadas las espantadas del lugar habitual de vacaciones. Abundantes las interrupciones a su esposo en apartes durante distintas recepciones para encasquetarle frases poco decorosas. Momentos estelares que ocurrieron ante el estupor de altos miembros de la curia. Por no hablar del desdén con que trató a religiosas y cardenales allí congregados pasando de largo ante su presencia, nada que ver con el exquisito trato ofrecido por su marido. Su relación con una de sus cuñadas tampoco es digna de carnaval. Un periodista granadino me cuenta que en uno de los viajes, mientras caminaban ante la muchedumbre agolpada para saludarles, nuestra guest star giró para atizarle una de sus "cariñosas" frases. La animadversión entre mi fuente y nuestra neoheroína es recíproca y conocida y en ocasiones han saltado chispas en algún que otro cara a cara memorable.
Su objetivo fundamental es preservar la intimidad de sus hijas. Entendible ¡sólo faltaba!, pero algo difícil cuando se es madre de niñas tan notables. Destacable la advertencia que la intérprete de nuestra historia hizo a su suegra: sus vástagos sólo podían aparecer en los medios cuando lo hicieran con su padre o su madre. Y todo porque las pequeñas aparecieron fotografiadas con su abuela a la salida del circo. En fiestas infantiles acostumbra a requisar los móviles de los otros padres para comprobar que no han fotografiado a sus rapaces. ¿Se los facilitarán? En este sentido ha sido el penúltimo encontronazo. Concretamente en la víspera de Reyes de este año. ¿El motivo?, el de siempre: no asumir aún el cargo que se ostenta y no pasar por que le fotografíen ni pidiéndole permiso.
Tras estos y otros episodios, la mayoría no se narran en estas líneas, preciso de cordura marital. Un caballero de preparación intelectual brillante y temperamento impregnado de estilo, buenas maneras y la dosis exacta de cariño bien lo merece. ¿Mayor muestra de amor?: asumir lo que significa contraer matrimonio con tan egregio cruzado.
Al conocer el compromiso, no niego que sufrí desvelo. Los “antecedentes”
de la joven no encajaban con pureza en los cánones que reviste un enlace de estas características. Pasado el tiempo, la elección no fue acertada dado el componente añejo de “profesionalidad” que se precisa para el cargo que se ostenta. Incontables lecciones de protocolo no podrán suplir lo que se aprende desde la cuna.
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