LOS TRENES DEL OLVIDO
Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio, en Radio Inter. La pasada semana les hablaba del imperio de la mentira que se ha apoderado de la sociedad moderna. Nada hay más destructivo que la aceptación silenciosa de la mentira que quieren imponer los poderes públicos, y en Occidente la población, la gente normal, ha decidido abdicar de su responsabilidad social, probablemente porque bastante tiene con intentar pagar todos sus recibos. Todo está atado y bien atado para que no proteste nadie, y a los pocos que se atreven, se les aplasta muy democráticamente.
Así, por ejemplo, han pasado 13 años ya, y no hay ni rastro de la verdad sobre los atentados del 11 de marzo de 2004. Hubo un juicio en falso con un resultado que nadie se cree, con unos culpables que sólo lo son un poquito, como colaboradores necesarios, pero nadie conoce al cerebro de la masacre porque, sencillamente, hemos renunciado a conocerlo. Se ha dado carpetazo al asunto, los restos de los trenes fueron enviados al chatarrero, aquí paz y después Gloria.
Las familias de las 193 víctimas mortales de aquella matanza deambulan por los platós de televisión en busca de algún samaritano que les deje asomarse al balcón de la opinión pública, siquiera por ejercer el derecho al pataleo. Es ya lo único que les queda. Cuando la Justicia es sustituida por el derecho al pataleo, por las manitas en la espalda, por actos institucionales de recuerdo a las víctimas perfectamente inútiles, es que algo muy grave está pasando en este tiempo que nos ha tocado vivir.
Igual que se intenta tapar la verdad de un autobús que proclama una realidad biológica, igual que se oculta con desesperación la Verdad que procede del Reino de Dios (verdad entre las verdades), de la misma manera se ha enterrado, con el amasijo de hierros de los trenes del olvido, la verdad del mayor atentado en la historia de Europa. Un atentado que no solamente cambió el partido en el Gobierno, sino que introdujo a España, a empellones, en una crisis moral, institucional y política de la que hoy todavía somos víctimas todos los ciudadanos.
A aquel gobierno antipático de Aznar, pero que había hecho en parte sus deberes económicos, le sustituyó el peor gobierno de la era moderna en España, con el inefable ZP al frente. Un gobierno de aficionadillos arrastrados por el radicalismo ideológico de un presidente al que sólo le importaba ganar la guerra que su abuelo había perdido en el '36. Hoy, muchos de los que están sentados en el Congreso, greñosos y deslenguados, le deben en parte su escaño a Rodríguez Zapatero.
Es evidente que a aquel PSOE que se encontraba tan desnortado como pueda estarlo hoy, le benefició aquella masacre cuyos autores intelectuales no conocemos. Pero hay libros y documentos que demuestran que el juicio del 11-M fue una farsa, una obra de teatro perfectamente representada, pero de la que sólo salió una mentira de consenso. Una mentira que beneficia a casi todas las "fuerzas vivas", pero que perjudica al conjunto de los españoles y a la memoria de las víctimas.
El abogado José María de Pablo, presente en el juicio, cuenta en su libro “La cuarta trama” cómo, tras un inexplicable apagón que afectó a las cámaras que vigilaban las bolsas con los restos de explosivo del atentado, cambió también inexplicablemente la composición de los mismos, lo que favoreció el triunfo de la versión oficial, es decir, la de que en los trenes se utilizó Goma 2 ECO (lo que avalaría la autoría islamista) y no Titadyne, que era el explosivo utilizado normalmente por ETA. Sólo un ingenuo puede creerse que unos restos van a modificarse de manera súbita, por la acción espontánea de algún microorganismo ocioso, y no por lo que todos pensamos que ocurrió durante ese “inexplicable” apagón de las cámaras de seguridad. En ningún país serio un juicio de tal magnitud se hubiera celebrado después de un episodio tan vergonzoso como el que les acabo de recordar.
Pero como les digo, tenía que ocultarse como fuera la verdad. Seguramente porque esa verdad no la podríamos soportar como pueblo.