MARUJAS CON ESTELADA
Manuel Parra Celaya. El término tiene ya cierta antigüedad en el lenguaje coloquial, por lo menos sus treinta añitos, que ya implica cierta madurez hasta para las palabras. Gómez Torrego (El léxico en el español actual; uso y norma. 1995) decía que es fiel reflejo de la actitud de la sociedad contra las mujeres que desempeñan sus trabajos como meras amas de casa; y amplía la información, afirmando: con las connotaciones del cotilleo, de la afición a los culebrones o a las revistas del corazón. Sin embargo, para mí que el origen del vocablo está en los personajes del genial Forges.
Nunca me ha gustado utilizar la expresión de forma generalizada, porque siento un inmenso respeto por la denostada profesión que antiguamente se concretaba en las siglas S/L (sus labores), pero el intensísimo culebrón del separatismo en Cataluña y su DUI me obligan a dar a la palabreja un inesperado giro político-sociológico.
Porque, queridos lectores, el abigarrado mundo secesionista está pleno de marujas y de marujos, no cesa de marujear incesantemente en torno a su monotema, hasta el punto de que su principal actividad -aparte de seguir con fruición la eterna partida de ajedrez entre Puigdemont y don Mariano- es el marujeo. No obstante, con permiso de las feministas de la CUP, me circunscribiré al ámbito femenino.
Así, reputo de marujas con estelada a esas señoras que aporrean casi cada noche sus cacerolas de forma desacompasada e inmisericorde, con el riesgo de privar a sus respectivas parejas (no diré maridos, por mor de la diversidad existente) de unos suculentos fideos a la cazuela. Son marujas con estelada quienes se acercaban, rozando la promiscuidad, a los guardias civiles y policías nacionales en los supuestos colegios electorales el 1 de octubre; como ejemplo paradigmático, puede señalarse a aquella señora que aireó a los cuatro vientos que le habían roto, uno a uno, todos los dedos de la mano derecha, y que, además, le habían tocado las tetas.
Dejo a la labor de un psicoanalista esta última consideración y me limito a volver a visionar el vídeo completo de la peripecia, en el cual se advierte cómo la agredida salía tan campante del local y, horas más tarde, aparecía con un vendaje en la mano izquierda.
Siguiendo con la prueba de los vídeos -profusamente difundidos en las redes para que nadie se llame a engaño- debe de ser una gran maruja con estelada cierta señora, entradilla en años, que tuvo que ser portada, a lo Gandhi, por dos forzudos guardias, y que era la misma que aparecía en la manifestación del 11 de septiembre cogidita del brazo del Sr. Otegui, protector de viudas y huérfanos como es sabido.
Son marujas con estelada las asistentes a esas marchas con antorchas para pedir a los jueces la libertad de los Jordis por la Diagonal de Barcelona; en realidad, lo que llevan son velas, signo inequívoco del origen clerical de la idea (¡esos 200 curas y diáconos, más los señores obispos!) o de un fallido intento de evitar comparaciones con fotos históricas de la Alemania de los años 30.
Por cierto, que no fueron precisamente marujas quienes, al día siguiente, tuvieron que limpiar esa avenida barcelonesa, tras resbalones y caídas de motoristas y peatones: fueron los ímprobos empleados de los servicios de limpieza de la señora Colau, que mascullaban por lo bajini sus opiniones sobre la citada marcha reivindicativa y liberadora; es decir, los separatistas siempre haciendo amigos… Son marujas con estelada esas maestrillas que narran a los niños espantosos cuentos de un rey malo y de unos policías asesinos, o que hacen dibujar mapas con la república de Cataluña separada de España.
Debe de ser una maruja con estelada cierta señora que se dedicaba anteayer a increpar a un soldadito que hacía guardia cerca de Capitanía y le decía que se fuera de Cataluña con ese uniforme y con esa arma; me imagino que prefería a los mozos con turbante y kaláshnikov en la mano por algún motivo. Son marujas con estelada, en fin, todas (y todos) quienes se tragan la colección de falsificaciones históricas, victimismos de teatrillo de feria, silencios aparatosos, mentiras y mitologías, todo eso que difunde sin rubor el separatismo en Cataluña, como esa pobre chica llorosa -otro vídeo de impacto y actualidad- que describe las atrocidades de la policía y que algún guasón ha ilustrado con el fondo de las imágenes de Terminator. Y es que las marujas con estelada son cansinas y repiten como la cebolla (ceba, en catalán) …