Metapolítica e histórica
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Alberto Buela (*)
Cada vez que se nos ha dado la ocasión de hablar sobre la metapolítica sostuvimos que se trata de una interdisciplina donde convergen otras como la literatura, la economía, la filosofía, la teología, la historia, la política que intenta explicar las grandes categorías que condicionan la acción política de los actuales gobernantes.
Más allá que existan al menos tres corrientes interpretativas: la de aquellos que pretenden hacer metapolítica sin política, la de aquellos que la limitan a la recuperación de la política pública y la de aquellos otros que la interpretan como una metafísica de la política, todos coinciden en el método: ir a las cosas mismas y describirlas lo más ajustadamente posible.
El método es pues el fenomenológico, en sus dos aspectos: eidético o de descripción esencial y hermenéutico o interpretativo.
Pero la metapolítica y sus cultores han desarrollado un modo propio de exposición que denominamos: festina lente. Esto es, apresurar con calma o ser presuroso con circunspección, ofreciendo respuestas rápidas, no demoradas a los problemas que se nos presentan pero con máxima prudencia, sine ira et studio. Hay que publicar rápido, aun fragmentariamente, el resultado de la investigación (festina) esperando la verificación intersubjetiva de los otros para que provoque la rectificación, aclaración o complemento de lo investigado. Hoy estamos en la época del Internet y así tenemos que aprovecharlo.
Sucede con la metapolítica, mutatis mutandi, lo que sucedió con la histórica y la historiografía en la última mitad del siglo XIX. Humboldt, Dilthey, Droysen y tantos otros, querían proveer a los estudios históricos de un órgano análogo al que Kant en su Crítica de la razón pura ofreció a las ciencias físicas y naturales.
Así Droysen afirma que el método de la histórica es forschend zu verstehem= comprender indagando. La diferencia entre los eruditos en historia – según J.G.Droysen, la filológica- y la históriografía o histórica es que los primeros, se preguntan por los documentos auténticos o la cronología de los hechos de la Reforma luterana, mientras que los segundos, se preguntan por la orientación cognitiva y el sentido de los mismos. La primera conduce a la preparación de un conocimiento, en tanto que la segunda al conocimiento mismo.
Es que el erudito no se compromete en el drama humano que estudia, pues vive la plácida y descansada vida del becario que tiene asegurado su salario mes a mes. El que se implica es el que busca el conocimiento mismo. El que se pregunta por el ser del ente, al decir de Heidegger. Por el sentido de lo que es.
Con la metapolítica ocurre algo análogo, pues mientras que el politólogo se pregunta por la actividad política de los partidos y los agentes, el que pretende hacer metapolítica se pregunta por el sentido de esas acciones: de dónde provienen y hacia dónde se dirigen. Cuáles son sus condicionamientos y cuáles sus libertades.
Su método, como dijimos, es el fenomenológico de la hermenéutica disidente cuyo modo de exposición es el festina lente=apresurar con calma.
Como vemos, existe una proximidad muy grande entre el apresurar con calma y el comprender indagando. Pero la diferencia es que el festina lente incorpora la novedad del Internet poniendo a disposición de los otros los conceptos a estudiar y espera sus respuestas o verificaciones en el enriquecimiento de los conceptos tratados.
En este sentido estoy tentado a decir que la metapolítica encuentra un aliado contemporáneo muy grande en la producción historiográfica tanto hermenéutica como conceptual, de allí que autores como Hans Gadamer y Reinhart Koselleck sean de recomendable lectura para la disciplina.
No hay que olvidar lo que sostuvo el viejo Epícteto: “no son tanto los hechos los que conmueven al hombre, sino mas bien las palabras sobre esos hechos.
Esto no quiere decir como exageró Nietzsche, que no hay hechos sino solo interpretaciones. No, hay hechos que según los describamos, a través de lo políticamente correcto o el pensamiento único, o por medio de la policía del pensamiento, producirán en la conciencia del sujeto una reacción preconcebida o predeterminada por los productores de sentido. Básicamente los grandes mass media. Pero también existe otra posibilidad, que consiste en trabajar esos hechos y los conceptos que produjeron esos hechos, a través de la metapolítica con el objeto de lograr una conciencia despierta e insobornable.
Adenda
Existen distintos tipos de hermenéuticas, la existencial, la analógica, la ontológica, la discursiva, del lenguaje, la clásica, etc., así nosotros podemos justificar nuestra propuesta de una hermenéutica disidente para encarar los estudios sobre la metapolítica. Decimos disidente porque partimos del disenso como método de la metapolítica, según el cual buscamos otro sentido al des-orden político-social que padecemos. Su lema podría ser opposer pour penser.
La hermenéutica disidente rescata la dimensión existencial del
intérprete, que parte de la preferencia de sí mismo y su situación
en una ecúmene determinada del mundo. Es decir, que no hay universalidad como en Kant-Habermas-Apel, en la comprensión pues se hace desde un genius loci. Y es disidente porque, antes que nada, disiente con el statu quo vigente y sus grandes categorías que condicionan la acción política, ofreciendo otro sentido.
Así, el acercamiento hacia esas grandes categorías se realiza desde la disidencia con ellas porque son productos de la criptopolítica
y no de la política pública. Todas las mega categorías que conforman
este mundo globalizado son productos y creaciones de los diferentes
lobbies o grupos de poder que hay en el mundo y que lo terminan gobernando. La hermenéutica disidente parte de este presupuesto pero,
al mismo tiempo, su criterio de verdad se apoya, no ya en los ideólogos de diferentes layas, sino en los diferentes ethos de las ecúmenes
que conforman este mundo, que es un cosmos, que significa tanto el
orden como lo bello. El mundo, en su sentido último, es un conjunto
ordenado y bello de entes que lo componen. De modo tal, que cuando el hombre lo desordena se transforma en algo feo e invivible.
(*) arkegueta, aprendiz constante
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