Obama, atrapado en el cepo republicano, recurre al populismo
Miguel Massanet Bosch. El señor Obama, candidato al partido Demócrata, se valió de su color y de sus apuestas populistas para conseguir alcanzar la presidencia de los EE.UU. Nunca los americanos habían tenido un mandatario de color y fueron muchos los que, entre la comunidad de origen africano y entre el resto de inmigrantes de los países hispanos, pensaron que, votando a aquel candidato que se expresaba con tanta convicción y soltura y que les prometía una serie de mejoras que nunca hubieran soñado poder conseguir si subir al poder un candidato blanco y, por añadidura, republicano; iban a ver, por fin, cumplidos sus ilusiones de igualdad con el resto de americanos de raza blanca.
El “we can”, aquel poderoso y pegadizo eslogan que, durante la campaña del señor Obama, se hizo tan popular en toda América y que arrastró, sin duda, un cúmulo de esperanzas de cambio, de reivindicaciones y de prosperidad para aquellos que se consideraban marginados en una sociedad de ricos, consiguió que se produjera el milagro de que alguien por quien, al principio de la campaña, no se daba ni un centavo, acabase por encumbrarse al máximo puesto de presidente de la nación americana. No tuvo suerte y se encontró en plena crisis económica de las famosas sub prime, lo que, sin duda le obligó a dejar para más adelante aquellas reformas de calado que habían sido el leiv motive de su campaña. Las necesarias medidas de austeridad, los problemas con los que tuvieron que bregar las grandes empresas automovilísticas, las repercusiones de la crisis en el resto del Mundo, especialmente en su aliada Europa y el verse precisado para paliar el golpe a que la tuviera que poner en marcha la maquinaria de fabricar billetes del Sistema de Reserva Federal (FED) para ir cubriendo las necesidades de tesorería y liquidez que, las extraordinarias circunstancias de aquel momento, requerían para evitar entrar en banca rota. Del “we can” se pasó a un “we can’t” decepcionante.
Forzosamente hubo de retrasar su proyecto de regularizar la situación de los 5 millones de inmigrantes irregulares en los EE.UU y la ambiciosa ley de Sanidad para proporcionar asistencia a todos los americanos lo que, como es evidente, no estaba apoyado por los Republicanos que no veían la posibilidad de poder sostener, en un país donde la gente estaba acostumbrada a procurarse sus propias coberturas, unos costes sanitarios astronómicos, difíciles de evaluar y todavía más difíciles de sostener. A mitad de su mandato, el señor Obama, a pesar de su aparente optimismo, se encuentra en una de las cotas más bajas de popularidad, con casi ninguna de sus promesas sociales cumplidas, enfrentado a la mayoría republicana que domina las dos cámaras de la nación y, en consecuencia, con unas posibilidades muy limitadas de hacer aprobar las leyes que él quisiera poner en marcha, precisamente en los dos años que le quedan de mandato.
Así las cosas, no pudiendo acudir a otro truco, se ve obligado a gobernar a golpe de decretos que, si bien entra dentro de sus facultades, hay algunas de sus consecuencias que, para ser aplicadas, necesitan primero la aprobación de las cámaras. Existían dos formas para afrontar su minoría tanto en la Cámara de Representantes, como en el Senado. Una, la de buscar acuerdos y evitar enfrentamientos y otra, la que parece ha decidido adoptar, que supone irse enfrentando a las cámaras intentando, por medio de decretos, ir llevando adelante sus proyectos como ha sido el caso de la regularización “provisional” (sin la aprobación del Congreso) de los 5 millones de inmigrantes ilegales actualmente en situación precaria en la nación americana. Como es de suponer esta actitud de desafío del Presidente no ha sentado nada bien en las mayorías republicanos, que ya han anunciado que se van a encargar de hacérselo pagar caro al señor Obama; lo que supone que cuando, en su recorrido, la reforma pase necesariamente por la Cámara de Representantes es muy posible que su recorrido acabe allí.
Es posible que Obama quiera valerse de la obstrucción de las cámaras a sus proyectos para apelar al victimismo y, con ello, buscar de nuevo el apoyo de las minorías negras e hispanas, que tan bien le respondieron cuando fue elegido presidente. Pero ha cometido otro desliz, algo que le va a restar una gran cantidad de votos entre los hispanos venidos de Cuba aunque, en algunos sectores, quizá consiga recuperar algunos. El señor Obama ha decidido dar un paso de gigante cuando, sin contraprestación alguna, en un momento en el que no era preciso acudir a solucionar los problemas pendientes con la isla caribeña de los señores Castro; como si, con su nueva actitud, les quisiera dar una bofetada a los Republicanos, ha tomado la decisión de restablecer relaciones diplomática y comerciales con los dictadores de la isla.
¿Ha habido algún cambio en la política de los Castro que justificase este cambio? No, en absoluto, en la isla, aparte de una pequeña apertura a la instalación de ciertos pequeños establecimientos y de la conocida “Cuba especial para visitantes”, la cuestión de las libertades sigue tal y como estaba; de modo que, cuando se liberan 13 detenidos políticos en el 2013, acto seguido se capturaron 2.000 nuevos. ¿Ha pedido el señor Obama rectificaciones democráticas al régimen de Castro? Tampoco. Entonces ¿qué van a sacar los EE.UU de este cambio? Parece que una cierta reanudación del comercio aunque, no lo olvidemos, el embargo sigue y el señor Obama no puede quitarlo sin la aprobación de la Cámara. Obama de defiende de las acusaciones que se le hacen diciendo que “Si en 53 años no se ha conseguido hacer daño a los Castro es evidente que la medida carece de eficacia”. Pero se le podría objetar lo mismo: si se han aguantado 53 años bloqueando Cuba, ( no es cierto que los perjuicios no hayan sido elevados para el régimen cubano, ya que su proveedor natural no era Rusia ni China, sino la nación que apenas dista unos pocos kilómetros de la isla, los EE.UU de América) ¿a qué viene dejar de presionar al régimen comunista de Castro, para que llegue un momento en que sea el mismo pueblo cubano quien se de cuenta del perjuicio que le causa permanecer en la órbita comunista?
Es evidente que, cediendo por las buenas, sin exigir mejoras democráticas, libres elecciones, partidos de oposición y un gobierno compuesto por ciudadanos libres; las cosas por parte del gobierno cubano van a seguir como siempre y las libertades que tanto proclama el señor Obama, van a brillar por su ausencia tal y como están ahora. Nada más un iluso puede pensar que, en un estado totalitario, como los que, desgraciadamente, están proliferando por Suramérica, los dictadores que los gobiernan van a permitir que los ciudadanos se rebelen contra la autarquía, para desembarazarse de quienes los vienen oprimiendo. Obama ha actuado con ligereza y precipitación, aparte de que, como era de esperar, toda la izquierda se haya volcado en alabanzas y, en España, siguiendo esta línea que lleva marcando nuestra diplomacia, desde Moratinos hasta el señor García-Margallo, empeñada en hacernos los “simpáticos” con el régimen castrista para preservar el poco comercio que tenemos con la isla y seguir manteniendo delirios de grandeza, en nuestro empeño en ser alguien en un continente, el hispano americano, que ya hace años que no quiere saber nada con nosotros.
Puede que y aquí incluyo al Vaticano, todos estos que parecen intentar cambiar el Mundo con la aplicación de doctrina filocomunistas, es muy posible que, cuando se quieran dar cuenta, se encuentren atrapados en sus propios cepos porque, si hay algo radical y opresivo, sin duda alguna, se trata del totalitarismo marxista. O así es como, desde la óptica de un ciudadanos de a pie, vemos este problema cubano.