Palabras a Sancho
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José Vicente Rioseco. “Todos quieren la libertad, pocos saben para que”. Esta frase que se atribuye a Lenin, me hace reflexionar sobre el momento presente que estamos viviendo en España y parte de Europa, y que de forma terrible, se vivió en Europa durante el siglo XX.
Es raro encontrar personas que entre las cosas que dicen desear con más fuerza, no sea una de ellas la libertad. Por la libertad han luchado los individuos, los grupos y las naciones. Es la aspiración de todos y cada uno de los individuos modernos. Es el estandarte detrás del cual los grupos se mueven, unas veces para mejorar su economía, otras para liberarse de la metrópoli que les somete. Aquellos para escapar del capital opresor y no pocas veces solo para cambiar de señor.
Y sin embargo, el ser humano, antes que la libertad, lo que siempre ha querido, ha sido la seguridad.
Ya en el vientre materno, el feto se encuentra protegido, quizás como nunca jamás volverá a estarlo. Es la seguridad absoluta; también la falta de libertad total.
Los primeros meses y aún los primeros años, el ser humano es feliz, sin ansia alguna, si se encuentra satisfecho, y no tiene hambre, sed, sueño o dolor. No tiene libertad ni la necesita. Pero a medida que el niño va creciendo, tanto más va cortando los vínculos primarios, ese cordón umbilical metafórico y más va buscando su libertad e independencia. Va creciendo y aquellos vínculos que unían al niño a la madre y a la familia, se van debilitando, a la vez que el niño va tomando conciencia de sí mismo como persona, individual e independiente.
Entonces es cuando comienza a tomar decisiones por sí mismo. Pero no deja de necesitar la seguridad y protección sin la cual se encontraría solo y angustiado; desprotegido. Lo que sucede, es que la protección que necesita, la busca en otro lugar. Ya no en su madre, ni en la familia, la busca más en el exterior. Y así puede encontrarla, en la pubertad, en las bandas (West side history) en los amigos, hoy en día en internet. La sensación de falta de protección produce en el individuo una sensación de angustia, que se puede hacer insoportable. ¿Quién más libre que el hombre solitario? Y sin embargo esa soledad, por muy acompañada de libertad que vaya se hace insoportable para el individuo. Por eso es por lo que busca protección aún a cambio de perder cierta libertad.
Este juego de protección versus libertad, este equilibrio de sensaciones, muy grata la de poder hacer uno lo que quiera, y la necesaria de sentirse protegido, va evolucionando en el individuo y en las sociedades.
En nuestros días, el individuo bien desarrollado psicológica y económicamente, alcanza este equilibrio en la familia, el estado y la sociedad. Con ello consigue tener satisfechos sus más importantes necesidades, a la vez que se encuentra libre, si esta en una sociedad democrática occidental. El hambre, la sed, el frio, el apetito sexual y las necesidades culturales, encuentran su satisfacción en esa familia/estado/sociedad que disfrutamos en la Europa democrática; a la vez que el individuo se satisface de poder trabajar para sí mismo y para los suyos, con su propio riesgo, antes que para los demás.
Pero este equilibrio libertad versus seguridad, no siempre se da, ni en el individuo ni en las sociedades. La necesidad de protección, mayor que la necesidad de la libertad que algunas sociedades tienen y que desde luego han tenido en Europa en el siglo XX, les llevo a buscar grupos de protección absoluta, aun a costa de la falta, a veces completa de libertad. Se busca la protección en el estado fuerte y protector y se deja de lado la libertad individual que a veces hasta es molesta porque obliga a tomar decisiones. El estado da las normas, reglas, órdenes, juzga, defiende y nos señala cada uno de los caminos que debemos seguir. Se ensalza al líder, al que jamás se le cuestiona. Es el sometimiento total al poderoso. Se viste y saluda de la misma forma y no se concibe que nadie pueda pensar de forma diferente. Si ese alguien existe, se le aparta o se le condena. Así llegaron el fascismo, el nazismo y el comunismo.
Es difícil encontrar el equilibrio libertad/protección. Pero es verdad que nuestra sociedad en España y en Europa, en estos momentos sociopolíticos, está hoy más cerca de verse tratada por un dirigismo autoritario que con la libertad que algunos consideramos que está muy controlada.
Los partidos políticos que tratan de gobernar España, nos hablan mucho más de protección que de libertad. La mayoría requieren más dinero de nosotros, más impuestos, para ser ellos los que deciden como gastarlo. Las gentes esperan del Estado protector que les de vivienda, agua, luz, trabajo, y cuando lleguen a la vejez que les de pensiones. Son pocos los que piensan que en gran parte todo ello debemos conseguirlo nosotros mismos. Son muy pocos los emprendedores que crean, son independientes y ahorran.
La gente prefiere exigir al poderoso estado, y si esto es así, nadie se puede extrañar que los partidos totalitarios de uno u otro signo, cada vez tengan más adeptos, y sean poquísimos los partidos políticos que inciden en la importancia del individuo y en los esencial de respetar su libertad.
“La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no puede igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida”.