Pedro Sánchez, el “cuitado”, víctima del desamor de la oposición
Miguel Massanet Bosch.
Si a alguien se le hubiera dicho que un partido, con un resultado electoral como el que consiguió el PSOE en las elecciones del mes de Abril pasado, con 123 escaños y toda la izquierda de su parte, acabaría el plazo para conseguir ser investido de la manera como ha sucedido; con el candidato de los socialistas, señor Pedro Sánchez, sin disponer de los apoyos necesarios para ser investido, que le permitieran acudir a las consultas del Rey como candidato incuestionable a ser elegido como presidente del Gobierno español; con toda seguridad que no se lo hubiera creído. Pues eso, precisamente, es lo que parece, si no hay un milagro de última hora que lo impida, algo poco probable, si el día 23 de este mes de septiembre, el Rey no designa un candidato y, en consecuencia, el único recurso posible será ir a unas nuevas elecciones (creemos que las cuartas en cuatro años), con cuya celebración parece que batimos el record Guines de frecuencia de acudir a las urnas en busca de un gobierno, por encima del resto de las naciones europeas. La disolución de las Cortes que el Rey firmará, salvo un milagro, el próximo lunes, dará lugar al inicio de un nuevo periodo electoral que, afortunadamente para los ciudadanos españoles, parece que quedará reducido a una semana, tiempo suficiente, y algunos diríamos que excesivo y falto de interés alguno, para poner de los nervios a una población harta de los políticos, de acudir inútilmente a las urnas y de sentirse manipulados, como si fuéramos marionetas, por una colección de sujetos, a los que el pueblo ( culpable, en gran parte de lo que está ocurriendo en España) evidentemente con una falta de criterio, sensatez y sentido común, eligió para que los representase dejándose guiar más por la antipatía, el rencor, el revanchismo, el sentimiento proletario y el desconocimiento evidente de lo que en realidad le hubiera convenido a la nación española, precisamente en un momento en el que los frutos de los sacrificios que se tuvieron que hacer para superar la crisis económica, empezaban a dar síntomas de mejoría, disminuía el desempleo, reflotaban las industrias y abríamos las esperanzas de ser mirados en Europa con simpatía y admiración, debido a la efectiva labor del gobierno del señor Rajoy para sacar al país de la sima en la que la que lo había dejado el señor Rodríguez Zapatero, cuando tiró la toalla en noviembre del 2011.
Se dice, por los enterados, que precisamente es esta la situación a la que aspiraba el señor Sánchez llegar porque, en su fuero interno, lo que quería era gobernar sin necesidad de acudir en busca de apoyos a su izquierda pese a que no se cansó de decir que sus aliados naturales eran los de Podemos. Seguramente, la postura de Ciudadanos mantenida por un señor Rivera aún a costa de indisponerse con parte de sus compañero de dirección, aquella que le ha costado algunas deserciones importantes de una forma gratuita debido a que, después de la crisis provocada dentro de su partido, ha acabado por proponerle a Sánchez, a tiro pasado y fuera de tiempo para que se pudiera considerar una propuesta seria, lo mismo que en un principio, con toda seguridad, le hubiera sido aceptado por Sánchez, si con ello sacaba una mayoría absoluta que le garantizase cuatro años de gobierno seguro.
Olvidándonos de los antecedentes, podemos llegar a la conclusión de que ahora el objetivo fundamental de Pedro Sánchez y de su equipo de consejeros, con Redondo o sin Redondo, se va a centrar en lo que ya se ha visto en estos días pasados que va a ser, labore et diligentia, una campaña enteramente entregada a ensalzar su persona y denigrar a las de sus adversarios a los que pretenden culpar de los malos resultados de la sesión de investidura. Su frase, que ya la ha pronunciado en varias ocasiones, con la que se justifica ante los suyos, es la siguiente “He hecho todo lo que he podido, pero no me han querido ayudar”. Ha optado por el victimismo, pretende dar la imagen de persona responsable incomprendida y sostiene que todos se equivocan excepto él .En realidad sólo una persona como él, con una cara de cemento armado, se atreve a decir semejantes perogrulladas. Desde el PP, que por medio del señor Casado, se le ofreció un pacto de gobierno en el que se trataran temas fundamentales en los que ponerse de acuerdo por ser de interés fundamental para España, pero Sánchez no quiso aceptar este plan de legislatura. Tampoco intentó convencer con ofertas a Rivera y su actitud con Podemos ha sido escandalosamente dictatorial.
Estamos a las antípodas de las ideas que representa el señor Pablo Iglesias y sus acompañantes, pero la forma en la que Sánchez los ha tratado, peses a haberse humillado hasta la saciedad, llegando al punto en el que Pablo Iglesias se ofreció a inmolarse, retirándose de la primera fila, para conseguir alguna forma de pacto que le permitiese entrar en el gobierno o, finalmente conformándose con ocupar algún lugar que les permitiese formar parte de la administración de algunos temas en los que tenían particular interés. Pese a todo ello, Sánchez ni se dignó a sentarse a discutir pretendiendo que, gratuitamente, sin compensación alguna, Podemos le apoyara en la investidura para que, de esta forma, ésta le saliera gratis sin verse obligado a pagarles peaje alguno a los que le apoyasen.
Descrédito de los candidatos de la oposición, amenaza de una derecha que acabase con los derechos de los trabajadores (cuando, en realidad, ha sido la única que ha conseguido luchar con éxito contra el desempleo) y concentrar todos los esfuerzos de su partido y de aquellos que lo apoyan, como los separatistas, de los que podríamos decir que, por su reacción ante la posibilidad de unas nuevas elecciones, han sido de los que se muestran más disconformes, contrarios, alarmados y preocupados ante la remotísima posibilidad de una victoria de las derechas o, en su caso, que lo que saliera de la nueva votación, diera la posibilidad de un cambio de actitud de Rivera y decidiera ofrecerse al PSOE, para formar una mayoría parlamentaria de centro-izquierda. Pero todo esto es vender el oso antes de haberlo cazado.
No es que creamos que se pueda producir un vuelco electoral que pudiera cambiar de una manera fundamental el voto de la ciudadanía, ya que ha pasado un tiempo demasiado corto para que las izquierdas hayan podido demostrar su incapacidad para gobernar un país; pero sí puede suceder que haya cambios que pudieran indicar un regreso al bipartidismo fundados en la evidencia de que, la multiplicidad de partidos, en lugar de mejorar la gobernabilidad de un país lo que hacen es contribuir al desconcierto, a la dificultad para llegar a acuerdos, al entorpecimiento para la aprobación de leyes y la obstaculización de las medidas destinadas a garantizar el orden público, la unidad de la nación o políticas tan importantes como la migración, la enseñanza o la economía, bases de toda nación que presuma de civilizada.
En todo caso, la convocatoria de otras elecciones amenaza con un nuevo aplazamiento en la elección de un nuevo gobierno, un retraso en tomar las medidas urgentes que no entran en la funciones de un gobierno en funciones. ¿Qué va a suceder con la financiación de las autonomías, si se debe esperar a que salga un nuevo gobierno que tome posesión, si ello significa aplazarlo para principios del año 2020? Si ahora vienen alegando, los actuales gobernantes, que no tienen facultades para entregar el dinero que se les reclama ¿van a mantener la misma opinión si, con motivo de las elecciones que se vayan a celebrar, todavía tengan que retrasar durante unos meses estos pagos, sin los cuales parece que hay autonomías que no pueden pagar sus facturas a sus proveedores o los salarios de sus funcionarios?
Al parecer, hay autonomías gobernadas por socialistas a las que ya se les ha facilitado algún préstamo o anticipo para que puedan ir solucionando sus deudas más perentorias. La ministra Montero en funciones, ha salido a la palestra para negar que haya favoritismo, sin embargo tendrán que demostrar que esto no es así mediante anticipos a comunidades, como por ejemplo, Andalucía, donde gobierna el PP junto a Ciudadanos con el apoyo de Vox, que vienen reclamando insistentemente que se les pague lo que se les debe, de modo que el señor Juan Moreno Bonilla (PP), presidente de la Junta, ya ha amenazado al gobierno central con acudir a los tribunales en defensa de su derecho a recibir las cantidades a las que tienen derecho en virtud de la ley de financiación de las comunidades autónomas.
Mucho nos tememos que nos vamos a tener que enfrentar al poderoso aparato manejado por el gobierno en funciones, que ya dio muestras de su falta de ética y escrúpulos y de lo que es capaz de hacer con aquellos famosos viernes donde, en consejo de ministros, se aprobaban decretos en los que se concedían, sin pasar por el Congreso, medidas favorables a varios sectores de ciudadanos con las que ganaron innumerables votos. Esperemos que no se repitan semejantes irregularidades porque, si ello ocurriese, es muy probable que las cuentas del Gran Capitán que los socialistas han utilizado para incrementar el gasto público en España, que ya se consideraban inadmisibles e imposibles de sostener cuando se promulgaron; en esta nueva etapa a la que nos vamos a enfrentar, puede que se incrementen hasta el punto de que llamen la atención de las autoridades de Bruselas, encargadas de vigilar que los países no se endeuden en cantidades que no sean capaces de responder, sin tener necesidad de poner en peligro la sostenibilidad del país y exista peligro del impago de las deudas contraídas.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie y teniendo en cuenta el evidente disgusto que el pueblo español está demostrando en relación al comportamiento y decisiones de nuestros políticos, es muy probable que cuando llegue el momento de acudir a las urnas para esta nueva votación, muchos españoles decidan que no vale la pena hacerlo ya que, sea cual fuere el resultado dado por las papeletas de los votantes, cuando llega el momento de formar gobierno, cualesquiera que fueren los vencedores, resulta imposible que sean capaces de ponerse de acuerdo, lo que, como es obvio, acabaría con la misma paciencia del patriarca Job. Y en España ya no queda nadie que pueda emular a aquel santo hombre.