Pintura roja de un rojo
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José Mª García de Tuñón Aza. Algún heredero ideológico de aquellos que en el año 1934 quemaron el edificio noble de la Universidad de Oviedo fundada en el siglo XVI por Valdés-Salas, tuvo la infame idea de arrojar, hace pocos días, un bote de pintura roja, como se ve en la fotografía que ilustra este pequeño comentario, sobre la pared de piedra de un monumento que recoge los nombres de todos aquellos catedráticos, profesores y alumnos muertos, algunos asesinados, pertenecientes a la citada Universidad durante la pasada guerra civil española y que se encuentra ubicado al lado del jardín de la reina Isabel situado dentro del edificio. Todos recordarán al Partido Socialista vociferando por toda España aquel eslogan de Cien años de honradez, pero callan ahora, intencionadamente, esta barbaridad cometida por algún demente, de la misma manera que callan también lo que significó aquella revolución de octubre 1934 que rompiendo con toda la legalidad vigente, provocaron una revolución sangrienta que dejó más de mil muertos y entre ellos, en Asturias solamente, el asesinato de 34 religiosos. Asesinatos que no tenían ningún sentido y que solamente fueron provocadas por el odio. Odio que volvió a resurgir con la ley de la memoria histórica que nos trajo el nefasto Zapatero, el peor presidente que tuvo España en toda su historia, y que los actuales peperos no han querido meterse con ella. Han borrado de todos los callejeros españoles, por ejemplo, las calles que llevaba el nombre de División Azul y, sin embargo, las han llenado con el nombre de Brigadas Internacionales que sólo vinieron a España a matar españoles. Es un contrasentido, pero es la realidad que también ha admitido la derecha.
Pero volviendo a lo que también se llamó Revolución de Asturias, hemos de anotar que entre las víctimas que causó no hubo ni un solo capitalista a los que su propaganda demagógica decía que había que eliminar porque estaban explotando al pueblo. Tampoco incendiaron ni dinamitaron ninguna fábrica propiedad de esos mismos explotadores. Lo único que hicieron fue dinamitar varios edificios y lugares sagrados, entre ellos, y dentro de la catedral de Oviedo, su Cámara Santa construida en el siglo IX y que albergaba el arca de madera que contenía las reliquias que los cristianos habían traído de Jerusalén cuando los musulmanes invadieron Palestina. También dinamitaron la Universidad, la que ahora una parte han teñido de rojo, y donde en el incendio se perdieron para siempre 55.000 libros y cuadros de Zurbarán, de Ribera y de otros pintores estimables del siglo XVIII y XIX, dejando solamente en pie la estatua de su fundador Fernando Valdés Salas. .