Rebelión popular en Callosa de Segura
Francisco Torres García.- Es temprano, algo más de las ocho de la mañana. Por la plaza circula muy poca gente, pese a que han puesto el mercado en el pueblo. ¡Siempre escogen momentos significativos! No quieren nocturnidad, quieren que se sepa quién manda. Se oye el ruido de un camión pesado. Las calles son pequeñas en el casco antiguo y el eco amplifica un sonido fácilmente reconocible. Hay ruido, voces. Se oye el choque metálico de barras contra el suelo y el trabajo de una grúa. Golpes… No muy lejos están exultantes. El chekista que manda en el ayuntamiento seguro que piensa, pavoneándose: “¡Por fin!¡Ya estaba bien! ¡Diez meses me han hecho esperar! ¡Se van a enterar!”. Un alcalde del Frente Popular al que, naturalmente, no han elegido la mayoría de los vecinos. Un tal Fran Macia lleva tiempo mascullando su cobarde venganza, su odio a la historia y odio a la Fe. No pocos creen que le pesa el tener un apellido que también tienen otros de los que aún queda el recuerdo grabado en piedra.
-¡Padre, padre! ¡Qué vienen! ¡Van a tirar la Cruz!
El párroco de la Arciprestal de San Martín corre: -¡Las campanas! ¡Las campanas! ¡Hay que avisar a los vecinos! Pocos dan crédito, al tañido del repique.
Las campanas llaman, las campanas alertan. No es normal. ¡Cuánto hace que esos toques no se oían más que para fiestas o cuando tocan a duelo! Corre como la pólvora el grito:
-¡El alcalde! ¡Va a tirar la Cruz! -¡Sinvergüenza! -es lo más suave que se oye-.
No pocas mujeres, esas que madrugan para ir pronto al mercado, comienzan a ir hacia la plaza de la Iglesia: “¡Quiere derribar la Cruz! ¡Es indignante!”. Paco Rodríguez, concejal en otro tiempo, arranca su coche para meterlo en la plaza, delante de la Cruz como muralla para impedir el asalto. Llegan hombres y mujeres dispuestas a ser escudos humanos, a abrazarse a la Cruz encadenándose a ella… También acuden presurosas las fuerzas policiales que toman posiciones, dispuestas a actuar si les dan la orden de desalojar para que los sicarios puedan destruir la Cruz. Pero, ¿quién asume una carga contra mujeres y hombres de edad?
Así comienza la historia…
Pero esta historia no es de hace ochenta años, de los aciagos tiempos de la hoy exaltada y execrable II República; cuando en el mismo lugar el alcalde prohibía entonces el Rosario de la Aurora por considerarlo una manifestación fascista. Esta es una historia de hoy, de hace unas horas, del 14 de diciembre de 2016. Una historia inconclusa.
Es la crónica del odio fomentado y convertido en ideología por la Ley de la Memoria Histórica. Es la hazaña de un alcalde de infausto nombre que se denomina Fran Macia. Alcalde socialista merced al apoyo de IU y Somos, del nuevo Frente Popular municipal que forma el guirigay socialistas-comunista-podemita. A estas horas hay vecinos acampados ante la Cruz, rezo y manifestación. Miles de firmas han presentado para evitar la destrucción de la Cruz; el asunto está en manos de los tribunales. ¡Qué más da a un acalde del FP! La ley no es para ellos. El poder totalitario contra el pueblo.
Odio contra la Cruz, por lo que significa como tal. Odio, porque es también el testigo que guarda el listado nominal del casi centenar de asesinados por la izquierda, por las milicias de los partidos PCE, PSOE, CNT o FAI. Y ellos deben ser borrados de la historia.
A estas horas siguen en la plaza, defendiendo la Cruz. Hay tiendas de campaña para mantenerse en guardia. Una vigilia pacífica, con velas, convocada para mostrar que no van a permitir que se quite la Cruz y que solo con la fuerza y por la fuerza podrán conseguirlo. Así actúa un alcalde y una coalición de gobierno tan miserable que solo a ellos se les podría ocurrir destruir una Cruz cuando arranca la Navidad.