Jose Luis Orella
Las últimas elecciones presidenciales nadie podía prever que iban a tener un inesperado protagonismo. El resultado inesperado del candidato independiente Calin Georgescu, de 62 años, por imponerse por poco en la primera vuelta de las elecciones, con el 22,9% de los votos, al 19,2% de la liberal Elena Lasconi, de la USR. El ganador fue director ejecutivo del Instituto del Índice Global de Sostenibilidad de las Naciones Unidas y es miembro del Club de Roma Internacional. Su victoria no presentida por las encuestas puso el elemento sorpresa.
Esta era la primera vez desde el año 2000 que un candidato considerado de signo nacionalista llegaba a la segunda vuelta en lugar de los tradicionales Liberales Nacionales o socialdemócratas, y que no lograban pasar a la segunda vuelta. De forma simultanea se realizaron también las elecciones generales donde el Partido Social Demócrata (PSD) se mantuvo con un 23,8% de los votos, aunque con un fuerte rechazo por la corrupción de sus dirigentes, contestada por el auge de las fuerzas nacionalistas, como la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR) que quedó en segundo lugar con el 17,8% de los votos, dejando en un tercer lugar el gobernante Partido Nacional Liberal (PNL, de centroderecha), con alrededor del 14,6 %, y en cuarta posición a la formación liberal de centro Unión Salvar Rumanía (USR), con el 11,2 %. También entraron en el parlamento de Bucarest las formaciones derechistas radicales de S.O.S. Rumanía, con un 7,2%. y el Partido de los Jóvenes (POT), con el 5,8%. La formación representante de la minoría húngara y sícula transilvana, la Unión Democrática de los Húngaros de Rumanía (UDMR), obtuvo un 6,9%.
Sin embargo, la señal de alarma se disparó cuando las encuestas anunciaron que la segunda vuelta de las presidenciales daba al nacionalista independiente un 63 % de apoyos, mientras que su rival quedaba en un 37 %. La posibilidad de que un ganase un nacionalista en línea con el primer ministro húngaro Viktor Orban, favorable a una paz inmediata en la guerra de Ucrania y a suspender la ayuda militar a los ucranianos, cuando Rumanía es un elemento indispensable en el sector sur de la OTAN rápidamente provocó movimientos de pasillos en su oficina central. El 6 de diciembre llegaba la solución, el Tribunal Constitucional anulaba los resultados de la primera vuelta y ordenaba repetir todo el proceso electoral. Algo impensable en un país democrático europeo, miembro de la UE y de la OTAN. El líder de AUR, George Simion, hablaba de golpe de Estado, y el candidato ganador Calin Georgescu de golpe contra la democracia.
Ante esta suspensión inapelable, el Partido Socialdemócrata (PSD), el Partido Liberal Nacional (PNL), Unión Salvar Rumanía (USR), la Unión Democrática de los Húngaros de Rumanía (UDMR) anuncian su voluntad de presentar un candidato único para preservar los intereses de la OTAN en el país, mientras que la Alianza para la Unión de los Rumanos (AUR), S.O.S. Rumanía y el Partido de los Jóvenes (POT) se habrían mostrado por el contrario en apoyar al candidato engañado. Suceda lo que suceda, la no anulación de las elecciones parlamentarias y si de las presidenciales deja claro que vivimos momentos difíciles y que los países europeos carecemos de una soberanía plena.