Gonzalo Rojas Sánchez. La disputa entre el historiador Gabriel Salazar y la dirigente comunista Camila Vallejos ha vuelto a poner en primera plana lo que comentábamos pocas semanas atrás en otra columna.
En esa oportunidad, afirmábamos que a los militantes de las izquierdas les interesa fundamentalmente el propio dinamismo revolucionario: prevalecer sobre otros en la disputa íntima entre facciones en una lucha habitualmente fratricida y que, por eso mismo, cuando un izquierdista arremete contra otro, lo único seguro es abandonar la posición, porque Saturno, en este caso, devora hasta a sus hermanos.
Salazar sabía muy bien de qué estaba hablando cuando afirmó que Vallejos debía abandonar la Jota si es inteligente y juvenil, porque el PC es un partido de viejos. El historiador ha venido apoyando con entusiasmo y creatividad a las cúpulas de los llamados movimientos sociales desde hace años y conoce el dinamismo que pueden tomar en las fases iniciales de un conflicto contra las instituciones y el Estado de Derecho. Sabe muy bien también que la organización y disciplina del PC terminan prevaleciendo si se les deja actuar sin contrapeso desde las izquierdas más audaces.
La urgencia de Salazar es manifiesta porque sabe que los viejos -tengan la edad que tengan- son más eficaces en el largo plazo. Y como Camila obviamente va envejeciendo dentro de su partido, Salazar quiere mostrarle el elixir de la eterna juventud y cautivarla.
Demasiado tarde. Vallejos le ha contestado a Salazar con la consigna indicada: militamos para hacer las transformaciones a través de la organización y la acción colectiva. Clarito: Preferimos la vejez eficiente.
Salazar tendrá que seguir animando a otros jóvenes para que rompan la institucionalidad. Y en esa tarea seguirán enfrentándose con los comunistas.
Como en Barcelona en 1937, como en Concepción en 1970, como siempre.
Saturno una vez más.