Syriza y Podemos: el zombie del comunismo
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Rafael Nieto, director de Sencillamente Radio, en Radio Inter. Algunos hemos dedicado buena parte de nuestro trabajo profesional a denunciar los excesos del liberalismo y del capitalismo, tan nocivos o más, cuando se aplican de manera salvaje, que lo que pueda serlo el marxismo. Lo hacíamos en la certeza de que las teorías económicas de Marx y Engels estaban muertas y enterradas, y de que, salvo en algunos casos ciertamente peculiares y exóticos, como Cuba o Corea del Norte, su aplicación práctica era imposible en el mundo actual. Pero la reciente victoria electoral de Syriza en Grecia o el imparable ascenso de Podemos en España hacen que, quienes estamos libres de compromisos ideológicos y simplemente ponemos nuestro trabajo al servicio del Bien Común, tengamos que ocuparnos de este "zombie" que, contra todo pronóstico, ha resucitado.
Causa verdadero asombro, un desconcierto grave y no poca preocupación que pueda haber gente con estudios superiores que siga creyendo en el comunismo como fórmula para conducir a los pueblos en el siglo XXI. No ha habido ideología más nefasta, más inspiradora de los más execrables crímenes (incluido el de empujar a millones de personas al hambre o al holocausto) que la inventada por los dos personajes citados anteriormente. No ha habido ni una sola nación, ni una en la historia de la Humanidad, que haya salido más o menos airosa de la lacra del marxismo.
Por eso, al leer las convicciones del número 3 de Podemos, Juan Carlos Monedero, en el libro que hizo para el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, uno se queda realmente perplejo. Este ciudadano no cree que las empresas privadas tengan derecho a generar beneficios, y por tanto deben ser estatalizadas. Este ciudadano tiene como referente político la revolución bolchevique de Lenin. ¿Puede alguien decirme cómo van a arreglar la economía de España unas personas que no creen en la empresa privada?, ¿conocen acaso alguna manera de hacer caer del cielo billetes de 500 euros?
En Grecia, sólo una semana después de su victoria electoral, ya estamos viendo lo que propone el Gobierno de Alexis Tsipras: no pagar lo que se debe (entre otras cosas, 20.000 millones que les prestamos los españoles), subir los salarios aunque la deuda esté en el 175% del PIB, y hacer todo tipo de desafíos y desplantes a los jerarcas de la Troika, tan antipática por otra parte, pero que son los que han mantenido con vida al país a través de sus préstamos. ¿Se puede ser tan irresponsable de enviar a los ciudadanos el mensaje de que las deudas no se pagan? Es lo que llevan en su ADN estos partidos 50% marxistas, 50% populistas.
Un viejo adagio que circula ahora por las redes sociales afirma que el comunismo se cura leyendo. Pero, por desgracia, cada vez se lee menos, cada vez se dedica menos tiempo a tener un criterio claro de las cosas, y lo que es aún peor, cada vez se ejerce el derecho al voto de manera más frívola e irreflexiva, en definitiva menos legítima. En la medida en que se vota contra otros, o se utiliza el derecho al voto como manera de imponer ideologías trasnochadas que de ninguna manera pueden conducir al Bien Común, estamos, en puridad, ante una verdadera adulteración de la democracia.
No puede gobernar España un partido que en pleno siglo XXI no cree en la propiedad privada y sostiene que se deben estatalizar los medios de producción. Esas ideas están en los libros de Historia, concretamente en sus páginas más negras, y ahí deberían quedarse para siempre. El mundo del siglo XXI exige nuevos planteamientos, fórmulas inteligentes de gestión que encuentren el equilibrio entre la libertad de las personas y la necesaria justicia social. Se equivoca Podemos, se equivoca gravemente, al desenterrar las ideas más rancias y trasnochadas para intentar convertirse en una alternativa creíble a la casta del bipartidismo. España, efectivamente, no es Grecia, pero en ciertas manos podría llegar a ser un sitio todavía peor.