¿Nuevas políticas de gobierno o revanchismo institucional?
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Miguel Massanet Bosch. Se supone que nos encontramos en un país democrático, regido por las normas preestablecidas y ajustado a los criterios de servicio a los ciudadanos, de mejora de las condiciones de vida del pueblo y de compromiso de los gobernantes de, sean cuales fueron sus ideas políticas y sus propias convicciones, una vez han accedido al puesto al que se postularon, dejar de pertenecer en exclusiva a una determinado formación o partido, para convertirse en gobernantes para todos los españoles sobre los que ejercen su jurisdicción, sean o no votantes de la lista ganadora.
Sin embargo, apenas transcurridos unos meses desde que tuvieron lugar las elecciones del pasado 24M, cuando los nuevos ocupantes de las alcaldías y de los parlamentos autonómicos, todavía enredados en pactos, exigencias y cesiones para conseguir los apoyos precisos para gobernar, no han tenido la oportunidad de calentar sus sillones o escaños y ya hemos tenido ocasión de ver como, si en los aspectos del desarrollo o puesta en práctica de sus respectivas propuestas y promesas electorales, parece que van dando tumbos, propios de su inexperiencia en la labor de gobierno, sin embargo, sí que van poniendo en marcha una serie de medidas que denotan una falta de respeto, una ignorancia de las reglas del juego, una precipitación de carácter temerario en tomar diversas decisiones y una falta de sentido común, que delatan su deficiente entendimiento y comprensión de lo que es gobernar una ciudad, una región o un país, en el que existan distintas sensibilidades y derechos de minorías que se deben respetar, aunque sólo fuera por deferencia a las ideas de los adversarios políticos y por un bien entendido sentido de la democracia.
Esta prisa, este afán y esta evidente precipitación en pretender contentar a las izquierdas más extremas, mediante la puesta en práctica de medidas de tipo revanchista, como ya ocurrió con los símbolos de la era franquista, incluso con aquellos que nada tenían que ver con la dictadura pero que, por su significación religiosa, su relación con aquellos tiempos o su posible confraternización con aquel régimen, han sido condenados, independientemente de su valor intrínseco como obra de arte o su valor literario, a ser apartados, arrinconados o destruidos, sólo por un desmedido afán de desquite, tanto o más absurdo cuanto ninguno de estos “valientes”, que hoy se dedican a tan absurdo menester tuvo, en su día, el valor y los arrestos de pronunciarse públicamente contra aquel régimen dictatorial.
Tanto la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena como la de Barcelona, Ada Colau, no han podido evitar cometer las torpezas propias de primerizas en las arenas políticas, al confundir el aplicar una política de izquierdas con declarar la guerra a los nombres de las calles que les resultan incómodos, emprendiéndola con los monumentos, obras de arte o esculturas que, a su cerril juicio y a su fanatismo de izquierdas, les resultan ofensivos y les recuerdan otras épocas de la Historia en la que, sus correligionarios, fueron obligados a rendirse y a pagar por los crímenes que cometieron, amparándose en un régimen republicano que fue incapaz de parar o, incluso, llegó a fomentar, los disturbios de unas masas de asesinos que causaron el terror y llenaron las calles de los muertos de sus adversarios políticos, asesinando y robando, amparándose en lo que fueron los crímenes contra la “burguesía” de su modelo, los bolcheviques rusos.
Resulta de todo punto rechazable que, en el Ayuntamiento de Cádiz, el miembro de Podemos y alcalde, J.M. González “Kichi”, permita que en las reuniones municipales para tratar los temas del orden día, la sala de sesiones se convierta en un verdadero caos donde se insultan, se incumplen las formas y se olvidan las responsabilidades que los nuevos ediles, evidentemente poco preparados para la tarea que tienen encomendadas, confunden la sala donde deben afrontar los problemas de la ciudad con una tertulia de “cafetín” donde, entre cervezas y copeo, los tertulianos “arreglan las españas” . Choca que lo más urgente, lo imprescindible y lo que más demanden los ciudadanos de Barcelona y Madrid sea, para estos nuevos gobernantes, el que algunas calles con nombres de personajes históricos cambien su denominación por la de personajes “tan ilustres” como el del señor Cerolo, recientemente fallecido, cuyas principales actividades conocidas fueron el apoyar a los gay y lesbianas y organizar estas fiestas horteras y de tan mal gusto del llamado “orgullo gay”, a las que nos vemos sometidos el resto de ciudadanos.
Por su parte, la señora Colau, correspondió a la efusiva salutación con la que su SM el rey Felipe VI la recibió, con la retirada precipitada del busto de don Juan Carlos I, su padre, que presidía el Salón de Plenos del Ayuntamiento de la ciudad condal. El argumento de que tenía que revisarse la colección de símbolos que colecciona dicho municipio, no implica que, preventivamente, antes de que se realice el mentado estudio, se retire el busto del anterior Jefe de Estado una persona a la que España le debe respeto y agradecimiento. Claro que de esta señora, de decisiones tan “espontáneas” y de tan poco sentido común, no debemos extrañarnos si nos atenemos a su preparación para el cargo que ostenta o a su currículo de los años anteriores a su meteorítico ascenso, veremos que, aparte de su dedicación exclusiva a sus actuaciones como activista, sus conocidos comportamientos contra las leyes y las instituciones, poco o nada se puede encontrar que justifique el cargo que ocupa en la actualidad.
Nos hemos resistido, durante mucho tiempo, a aceptar las similitudes de lo que está sucediendo en estos municipios ocupados, casi “manu militari” por estos antisistemas reciclados en políticos, este tipo de algaradas y comportamientos impropios; desconocidos, afortunadamente, para España desde hace más de 75 años, gracias a que nos libramos de caer en manos del comunismo de los frentes populares extendido por una parte importante de Europa y nacido en España por el triunfo de las izquierdas coaligadas, en las votaciones de febrero de 1.936, con sus letales consecuencias para aquella pobre nación abandonada de la mano de Dios. Sin embargo, no queda más remedio que rendirnos a la evidencia, que aceptar lo que ya resulta imposible desconocer y denunciar, para aquellos que no lo hubieran vivido y los que no conozcan la verdadera Historia de aquellos años 30 del siglo pasado, engañados por los que han pretendido tergiversar la verdad, construir sus episodios apócrifos de lo que sucedió en las calles y las instituciones de aquella época, por medio de la, mal llamada, Memoria Histórica e ignorar las verdaderas causas, los motivos y episodios, de tal gravedad y trascendencia, que fueron los que dieron lugar a que el general Franco cruzara el estrecho de Gibraltar con sus tropas el 18 de julio de 1.936.
Entonces las instituciones, como empieza a suceder ahora, fueron invadidas por el populacho, que pronto desautorizó a los verdaderos representantes elegidos en las urnas para ir supliéndolos al mando de las cárceles, los ayuntamientos, los sindicatos y los cuarteles; siendo el principio del caos, la falta de disciplina y los desórdenes públicos como lo que sucedió en Barcelona con las famosas “milicias antifascista” que decidieron tomarse la Justicia por su mano, ahorrándoles mucho trabajo a jueces y tribunales, convirtiéndose en jueces sumarísimos de las personas a las que detenían, a las que juzgaban, condenaban y ejecutaban sin que les dieran tiempo a defenderse. Claro que, a estos procedimientos tan rápidos, ellos los justificaban denominándolos como “justicia del pueblo”. Ahora ya vemos como estos jefecillos que se han hecho notar al frente de las famosas “asociaciones de vecinos”, verdadero cáncer de las ciudades, se los recluta para formar parte de las listas de candidatos para Barcelona en las elecciones del 27 de Septiembre. En este caso se trata de un tal Lluís Rabell, presidente de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona (FAVB) que será el número uno de la candidatura de “Cataluña sí se Puede” que aglutina a Podemos, ICV y EUiA. Estas han sido las consecuencias de jugar con las urnas como si se tratara de un medio inofensivo para castigar a los partidos tradicionales y, en especial, al PP por haber sabido sacar a España de su grave situación, algo que a las izquierdas españolas no le pueden perdonar y, por ello, han puesto toda la carne en el asador para desacreditarlo y destruirlo.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, no nos queda más remedio que llamar la atención sobre unas circunstancias que, de persistir y empeorar, es obvio que va a tener consecuencias nefastas para España y los españoles. Quien avisa no es traidor.