Javier Paredes. El protagonista del día es el poeta Antonio Machado, que falleció en Collioure, el 22 de febrero de 1939. Machado es uno de los escritores más representativos de la Generación del 98, que denuncia la existencia de una España real, pobre y miserable, frente a la España oficial de la última etapa de la Restauración que es hueca y falsa, y cuyos valores son ficticios y decadentes.

La otra España, la real, aunque raída por la miseria como Castilla, tiene alma… Y por eso sabe que odiar al hermano está mal. Y que matar a un inocente ensucia el alma con una mancha carmín, porque no hay supuestos peperos ni plazos socialistas que puedan despenalizar la voz de una conciencia recta. Y esa España real ha aprendido lo más importante desde niño, porque el maestro del pueblo, que como el cura del lugar, también es “enjuto y seco”, les han enseñado en la escuela y en la iglesia que sólo con la constancia y el esfuerzo de un día y otro se consigue llegar a la verdad, meta prioritaria y más importante que la de la riqueza.

Pero para qué seguir escribiendo, si todo esto ya lo dijo certera y hermosamente Antonio Machado en una poesía, que muchos tuvimos que aprender de memoria en el colegio. Aquellos versos del “rojo” de Machado estaban en el libro de texto que se titulaba Vela y Ancla y nos los hacía aprender el profesor de Formación del Espíritu Nacional… La verdad, que lo de la oprobiosa no fue para tanto… Y los versos de Antonio Machado que tuvimos que aprender, sonaban así de bien: 

Monotonía de lluvia tras los cristales...

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.

Con timbre sonoro y hueco
truena el maestro, un anciano
mal vestido, enjuto y seco,
que lleva un libro en la mano.

Y todo un coro infantil
va cantando la lección:
mil veces ciento, cien mil,
mil veces mil, un millón.

Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales.