El socialismo en la cuerda floja
Miguel Massanet Bosch.
Cuando se firman acuerdos de cogobierno y se dejan para concretar los “flecos” para lo que se denomina como “varios grupos de coordinación”, suele ocurrir como cuando, en las Cortes de la nación, se decide delegar en ”comisiones ad hoc” la solución de problemas lo suficientemente complicados, impopulares, molestos o en los que no se quiere entrar directamente, para que sea el tiempo quien se encargue de que pasen al olvido, confiando que la flaca memoria de los ciudadanos permita que se conviertan en causas “enmudecidas”.
Se le atribuye al gran Napoleón, aunque hay otros que se la adjudican al presidente Perón, de Argentina, una frase suficientemente ilustrativa sobre esta forma habilidosa de evitar las consecuencias de algo molesto para el gobierno de un país. La sentencia en cuestión fue la siguiente: “Si quieres solucionar un problema, nombra un responsable; si quieres que el problema perdure, nombra una comisión”.
Cataluña, en cuestión, sigue haciendo gala de su obstinación en escoger el peor camino para recuperarse de los años que viene dedicándose al tema de su frustrada idea de conseguir la autonomía, dedicando millones de euros a una causa que es evidente que está perdida, olvidándose de que el pueblo catalán, los trabajadores que viven en esta comunidad, los empresarios que tienen sus negocios e industrias en ella, los comerciantes, los autónomos y todos aquellos que no viven de la mamandurria de la política, aparte de sus respetables ideas a cerca de lo que debería ser la comunidad catalana, tienen que trabajar, producir, buscarse la vida, labrarse un porvenir, crecer y crear riqueza para que, el evidente deterioro que, en todos los aspectos, social, económico, industrias, comercial, educacional y político que afectan a la región y al que los separatistas han dejado de prestarle la atención debida permitiendo que lo que fue el motor industrial y económico de España haya pasado a ser, aparte de un foco de preocupación para el Estado español, un paraíso perdido en el que, el turismo, con el que se quiso dar otro enfoque a la economía catalana, a causa de los errores garrafales de la señora alcaldesa, Ada Colau, un prodigio de fatuidad e incapacidad para ocupar el cargo que tiene, ha fracasado a causa de la Covid 19 y su potencia industrial la abandonado para buscar ubicaciones en las que no se los machacase a impuestos ni se les obstaculizaran sus libertades de organización y producción.
Después de innumerables negociaciones, descalificaciones, enfrentamientos, amenazas, discusiones bizantinas y escaramuzas a cara de perro, ante la evidencia de que a ninguno de los litigantes le interesaban unas nuevas elecciones donde, seguramente, la ciudadanía les hubiera hecho pagar semejante demostración de egoísmo partidista; ERC y Junts per Cataluña, representados por Pere Aragonés y Jordi Sánchez, respectivamente, han logrado por los pelos, una especie de acuerdo por el que se reparten los distintos departamentos de la Generalitat confiando que la multitud de discrepancias que siguen existiendo entre ambas formaciones, se puedan resolver, como ya hemos anunciado, por medio de conversaciones posteriores a esta toma de posiciones. Como era de esperar, la solución que, finalmente se ha tomado, sigue estando en las antípodas de cualquier acuerdo razonable, posible, bueno para Cataluña y su necesaria recuperación después de que la crisis provocada por el coronavirus, como parece que está sucediendo,, empiece a amainar y sea preciso dar pasos de gigante para que el pueblo de Cataluña pueda recuperar, cuanto antes, una parte de lo que ha perdido como consecuencia de la crisis epidémica y del desconcierto con el que, el Gobierno de la nación, ha afrontado de una forma que se podría calificar de “criminal” al permitir que condicionamientos políticos se impusieran sobre la toma de decisiones ajustadas a las noticias, los avisos y las recomendaciones que, desde la UE, se estaban dando sobre la necesidad de tomar precauciones extraordinarias ante la virulencia de la epidemia que se anunciaba. El señor Pedro Sánchez y sus ministros no quisieron hacerlo y cometieron errores tan graves como permitir que en marzo del año pasado se celebrara una concentración feminista que, sin mascarillas ni precaución de distancias alguna, provocó que el contagio entre los asistentes a aquel acto, se constituyera en un foco de expansión del virus que afecto de forma sustancial a todo el resto del país.
Pero, para mayor daño y perjuicio a nuestra débil democracia, este salto al poder que se ha producido en Cataluña, al juntarse dos de los partidos con idénticos proyectos, en cuanto a seguir insistiendo en adelantar la independencia de Cataluña, se ha venido a producir en unos momentos en los que el actual Gobierno está pasando una crisis que, aunque intentan disimularlo con declaraciones y manifestaciones de optimismo y de estar seguros de seguir manteniendo sus opciones como gobernantes, la realidad es que ya son varias las encuestas en las que queda reflejada de una forma manifiesta la caída de la expectativa de voto del P`SOE en beneficio del PP y de VOX. Es evidente que todavía falta mucho tiempo para que se celebren unas nuevas legislativas y el PSOE tiene margen para poder reaccionar y volver a tomar la iniciativa. Pero, mucho nos tememos, que si el actual ejecutivo sigue manteniendo los mismo criterios de tipo absolutista con los que se ha manejado hasta ahora, pudiera ocurrir que el cansancio de los ciudadanos llegara a producir un colapso de las instituciones, un posible rechazo de muchos votantes actuales al socialismo, una crisis que volviera a poner en peligro el nivel de vida de los españoles, que posiblemente pudiera en poner en peligro la continuidad de los actuales gobernantes y se vieran, como le sucedió al señor Rodríguez Zapatero, verse obligados a convocar unos nuevos comicios en los que, las posibilidades de un cambio de gobierno pudieran ser muy favorables para un retorno de las derechas al poder.
Hay que decir que para que esto sucediera, para que la derecha fuera capaz de aunar voluntades, de crear nuevas ilusiones o de seducir con un proyecto moderno, social, esperanzador y, por encima de todo, garante de los derechos constitucionales de los ciudadanos que hoy en día, por desgracia, parece que no se respetan como sería lo conveniente y justo que se hiciera. Sería, ante todo, necesario que el señor Pablo Casado aprendiese de la forma en la que la señora Díaz Ayuso ha sabido enfocar las elecciones de la comunidad madrileña y que, en lugar de encelarse, de sentirse postergado o de intentar desmerecer la fabulosa victoria que su colega, de la comunidad madrileña, ha llevado a cabo marcando un hito en lo que había sido, hasta ahora, el poder absoluto del PSOE sobre la mayor parte de España para que, un renacido PP, tuviera la oportunidad, si Casado sabe manejar inteligentemente las oportunidades que le brinda esta nueva etapa en la que los socialistas parecen estar desconcertados y, es evidente, que la ciudadanía empieza a estar cansada de los engaños, diatribas, descalificaciones e inoperancia de quienes actualmente ocupan el palacio de la Moncloa.
El tema catalán sigue sin resolver y, entre tanto, una nueva bomba política ha estallado a los pies de Sánchez, Marlaska y la ministra de Asuntos Exteriores con el fiasco que han cometido de traerse a España, de matute, a un alto jefe del Frente Polisario que, por añadidura está afectado por problemas judiciales con España. No es que pensemos que, Mohamed VI, tiene derecho a tomar represalias contra España porque, como es natural, no tenemos que dar cuenta de lo que hacemos en nuestra nación y mucho menos a un gerifalte totalitario, como es el señor monarca alauí. Pero si tenemos un cuerpo diplomático, una ministra de AA.EE a la que se supone capacitada para saber afrontar temas tan espinosos como es nuestra necesaria, inevitable y habitual relación con las autoridades marroquíes que, querámoslo o no, no la vamos a poder evitar debido a nuestra proximidad geográfica y a muchos de los intereses comunies que se deben considerar antes de tomar decisiones que no sean razonables, lo que, por otra parte, no implica que el gobierno español no tenga el deber, la obligación y la firmeza de hacer saber al señor Mohamed VI que el tomar, unilateralmente y sin avisar, decisiones tan peregrinas como es la de ordenar un asalto de miles de inmigrantes contra nuestra frontera en la ciudad de Melilla, es algo que no se puede tolerar y- que, por de pronto ya debiera de haber producido la suspensión de la ayuda de 30 millones de euros que se estaba destinando, precisamente, a colaborar con Marruecos en este tema de tanta importancia como es la emigración desde África a España, a través de territorio marroquí, como medida urgente y de máxima prioridad.
O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos cuesta pensar que esta actitud arrogante e intempestiva del monarca alauí que, sin recibir la adecuada respuesta, tanto política como en cuantos otros aspectos, económicos o financieros, fuere posible utilizar para advertir a Marruecos que, la amistad y la cercanía, no van a ser obstáculo para que se actúe con decisión y firmeza, ante situaciones donde se ponga en duda la soberanía nacional. Y, como colofón, una frase de Pío Baroja: “A una colectividad se le engaña siempre mejor que a un hombre.”