Los reyes caen en la trampa nacionalista
Miguel Massanet Bosch. ¿Pero, qué es lo que está ocurriendo en este país? He leído en algún medio de comunicación que el presidente del Banco de Sabadell parece que, en tono jocoso, ha insinuado que debería existir un “Podemos” pero de derechas, porque el de Pablo Iglesias le asusta un poco.
Nosotros, a la vista de los acontecimientos últimos, empezamos a pensar que, si no surge algún movimiento bien organizado, con un líder carismático y con la energía precisa para no amilanarse ante las descalificaciones y los previsibles ataques de la izquierda antisistema; lo que nos espera a los españoles es fácilmente descriptible. Porque, lo que ocurre en España en estos momentos es que, lo único que hacen los que nos gobiernan y, entre ello, aunque no gobiernen, pero si ostentan un representación institucional, el rey Felipe VI y la reina Leticia; es ceder, allanarse, buscar desesperadamente hacerse perdonar por ser españoles y hablar el idioma de Cervantes y, proseguir en la falsa percepción de que, el llamado “problema catalán”, es sólo un inconveniente que se puede solucionar a base de ir cediendo a las continuas peticiones de más subvención y menos contribución a la solidaridad con España.
¿Qué ha pretendido Felipe VI con tanto peloteo hacia los que rigen los destinos de lo que ya llaman la “nación catalana? Unas palabras de cortesía en catalán ya hubieran sido suficientes y no excederse en ello de modo que, tal como están las cosas, se pudiera entender como un respaldo a la eliminación del castellano en pro de una universalización del catalán; en una comunidad que, precisamente, ha hecho del idioma su baza más fuerte para justificar su independentismo. Es posible que el Rey siga pensando que, en el caso utópico de una independencia de los catalanes de España, seguirían manteniendo la monarquía de los Borbones en Catalunya. ¡Craso error y una falta absoluta de conocimiento del concepto que se tiene de la monarquía y de los Borbones en esta autonomía! Podríamos pensar que se trata de una estrategia combinada con el señor Rajoy, poco partidario de enfrentamientos y gran defensor de lo que todos, impropiamente, han dado por denominar “diálogo”, algo que nadie sabe específicamente en qué consiste, porque poco hay que discutir cuando lo único que pretenden los políticos catalanes es que Catalunya se independice y, en consecuencia, deje de ser solidaria con el resto de regiones del Estado español.
Es posible que al señor Mas y compañía les duelan las palabras premonitorias del señor ministro de Interior que ha asegurado que: “Una Catalunya independiente sería pasto de terrorismo yihadista”; sin embargo a los hechos nos remitimos, ya que hace unos días se produjo una detención de varios de estos sujetos que formaban una trama en Barcelona encargada de reclutar y formar a presuntos terroristas para ser enviados, posteriormente, a Irak. Por si no quedara suficientemente clara la postura de Catalunya respeto a la monarquía, ayer el Parlament aprobó pedir un nuevo referendo consultivo, en esta ocasión, con el fin de escoger entre monarquía o república si bien, en esta ocasión, con el apoyo de ERC, ICV y la CUP, mientras, seguramente por vergüenza, los de CIU y C’s se abstuvieron, mientras el PP votó en contra. Como era de esperar, aprovecharon la circunstancia para volver a incidir en el famoso “derecho a decidir” que, por mucho que lo quieran presentar como una consulta inofensiva, todos saben que sólo sería la antesala, si los resultados fueran lo suficientemente amplios para considerarse amparados por una mayoría significativa, a la declaración de una Catalunya libre, lo que situaría al gobierno del señor Rajoy ante el mayor reto de toda la legislatura, que le obligaría a dejarse de ambigüedades y tomar una decisión al respeto.
No sé si el monarca está ya suficientemente bregado para que, mientras se humilla ante los líderes catalanes y habla de su “amor por Catalunya” y de la “necesidad de ir todos unidos”, amén de su propósito de menudear las visitas a estas tierras; deba presentar la otra mejilla para recibir las bofetadas que los nacionalistas, a través del Parlament, le continúan propinando. Es posible que, para aquellos que todo lo que procede de la Monarquía les parezca lo mejor y que siguen empeñados en que esta institución tiene la mayoría del apoyo ciudadano, este primer viaje de SS.MM a una autonomía haya resultado apropiado y beneficioso para la causa española. Otros, por el contrario, no por republicanos, sino por conocimiento de lo que se está tramando en esta parte de España, lo consideramos como una muestra más de la debilidad de nuestro Gobierno y de sus instituciones, ante el continuado, explícito, desafiante y persistente reto del nacionalismo excluyente que, cada vez con más intensidad y menos disimulo, se está propagando hasta en las capas más moderadas de la sociedad catalana.
Cuando Felipe VI hablaba del “sello distintivo” de Catalunya, no hacía otra cosa que poner el dedo en la llaga y abundar en los sentimientos de una gran parte del nacionalismo que quiere convertir este “sello distintivo” en la bandera que los lleve a abjurar de España y de los lazos que hasta ahora, mal que bien, los tenía atados al resto de españoles. Sin embargo, vamos a insistir una vez más en que, en todo este contencioso, el más peligroso no es el visionario de señor Artur Mas y su postura fingida de gran estadista; no señores, lo crean ustedes o no, el señor Mas no pinta más que lo que quieren que pinte el señor Juncadella de ERC y la Asamblea Nacional Catalana presidida por Carme Forcadell, que son los que, en realidad manejan los hilos de toda esta conjura contra España. El margen de maniobra que le queda a don Arturo es tan estrecho que, si el gobierno de Rajoy le convocara a una reunión para “dialogar”, no les quepa a ustedes la menor duda de que no tendría nada que ofrecer a cambio de las concesiones que le pudieran hacer sus interlocutores, salvo, evidentemente, si se llegara a la absurda e imposible cesión de la soberanía que reclaman.
Por esto, cada vez que, desde la Generalitat catalana, alguno de sus consejeros o el propio presidente, critican que el gobierno central no mueva ficha, no de el primer paso o que no quiera escuchar lo que ellos definen como “la voz de la democracia del pueblo catalán”; lo que, en realidad, se está pidiendo no es una reunión, una conferencia para dialogar o un intercambio de propuestas sobre las que se pudiera negociar; lo que quieren los separatistas, condicionados por sus posturas extremas trasmitidas a los ciudadanos, no es ni más ni menos que se les de la libertad para constituir su propio gobierno, sus instituciones y su poder legislativo, independientes de cualquier tipo de atadura, de la clase que fuere, con el resto de la nación española.
Todo ello se viene agravando cuando, en este momento de desprestigio de la política, con un PSOE completamente destrozado, en manos de aspirantes que intentan hacerse populares tirándose cada vez más a la izquierda, en competencia con las huestes comunistas de Cayo Lara y los recientemente aparecidos, los de Podemos, dirigidos por este peligroso personaje, Pablo Iglesias; es obvio que la precisa unidad, colaboración y sentido de Estado que debiera unir a los dos principales, hasta este momento, partidos políticos españoles; hoy en día se presenta como un objetivo inalcanzable, lo que deja como únicos garantes de la unidad de España a un PP que amenaza con romperse si, el señor Rajoy, sigue empeñado en no ver las amenazas que se ciernen en el horizonte español. O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos como se van cubriendo etapas sin que haya quien se tome en serio la amenaza de ruptura del país.