Nosotros también PODEMOS
Manuel Parra Celaya. El éxito de “Podemos” en las elecciones europeas ha alborozado a un sector de la izquierda, excepto al PSOE, que suele llamar a “su” Pablo Iglesias “el bueno”, con notoria intención, y que coincide con sus adversarios del PP en el susto por si se acaba el “turno” bipartidista en esta Segunda Restauración –y las consiguientes cacicadas- del mismo modo que terminó en la Primera. Al resto de los españoles –y a muchísimos europeos- no les ha alborozado nada, pero sí les ha sorprendido el auge de este nuevo populismo.
Humildemente, he de confesar que a un servidor no le ha causado la menor sorpresa, convencido, como lo está, de que el Sistema hace agua (no “aguas”, que eso es otra cosa) y que no es extraño que crezca día a día el número de descontentos, presa fácil –todo hay que decirlo- de toda suerte de demagogias, de esas que siempre aciertan en denunciar las consecuencias, apenas reflexionan sobre las causas y se lo piensan mucho antes de atacar con fundamento los pilares del propio Sistema.
Sea a no pírrica la victoria de “Podemos”, han demostrado que hay posibilidades dentro del juego democrático, creado para perpetuar un establishment determinado, para hacerse un hueco (aunque sea a codazos) y dejar oír una voz, aunque sea en las cadenas de televisión habituales. Claro que, para ello, hay tres condiciones: poseer fe e ilusión; dominar los nuevos medios de comunicación, y contar con fondos considerables.
Esto último es impensable para otras formaciones políticas y para una mayoría de españoles, salvo que se hipotequen hasta las cejas; por otra parte, el entramado financiero que nos rige no dudará ni un instante en facilitar los créditos que sean necesarios a cualquier partido que esté en el candelero; en el pasado reciente, incluso, hay constancia de que han sido condonadas deudas millonarias, pero mejor no revolver la historia… Si ocurre esto con “Podemos”, hay dos posibles explicaciones: o están imitando a aquellos petimetres del XVIII que aplaudían bajo sus pelucas y en sus lujosos salones a quienes luego los llevarían a la guillotina o es que la larga sombra del Sistema ha diseñado hasta a sus propios enemigos.
Decía que, en lo tocante a medios económicos, no existe imitación posible, pero sí en cuanto a los otros dos resortes del triunfo: fe e ilusión y uso de las nuevas tecnología. Con respecto a ellas, soy el menos indicado para lanzar panegíricos, dada mi categoría de “converso” (por imperativos del guion y para que lleguen a ustedes semanalmente mis ocurrencias) y mi nulo aprovechamiento en estas lides. En relación con la fe y la ilusión, no me recato en hacer una diaria pedagogía de las mismas, acaso por mis resonancias machadianas –“ni está el mañana ni el ayer escrito”- o por la firmeza en mis convicciones más hondas.
Creo que el ser humano está llamado a buscar, incluso aquí en este mundo, mayores cotas de justicia y de libertad profundas; creo en su perfectibilidad, dentro de su naturaleza inmutable; creo en unos valores que no están presentes en esta sociedad ni figuran, ni por asomo, en el frontispicio del Sistema; en cuanto a España, confío en su irrevocabilidad, a pesar de los pesares: siguen resonando en los oídos de mi alma las últimas palabras de don Miguel de Unamuno, ya repudiado “por los hunos y por los otros”: “¡Dios no puede desamparar a España!”.
Si esto es así, queridos lectores, también nosotros podemos…