Unos presupuestos hechos mirando a las urnas
Francisco Torres García. El Ministro que menos gracia hace del gobierno -descontando todos aquellos que ni se sabe que existen-, el inefable señor Montoro, ha presentado el proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2016, de cuyo trámite parlamentario dependerá la disolución de las Cortes y la convocatoria de nuevas elecciones generales.
Todos los PGE son políticos, un arma en manos de cualquier gobierno. Estos además son electoralistas, al menos en su presentación. Discutir esto es baladí. A estas alturas del partido el PP se ha convencido de que lo que más daño le hace es su faz antisocial, el sentimiento mayoritario de que se gobierna de espaldas a la mayoría de la población, se incrementan las desigualdades sociales y se ciegan las esperanzas. De ahí que el señor Montoro y los altavoces mediáticos del gobierno y del PP, tipo La Razón, los hayan presentado como la muestra del giro social del gobierno por el incremento relativo del denominado gasto social. No siendo economista -certeros a la hora de estudiar lo que ha pasado pero con muchos peros en sus futuribles-, leyendo los avances de los PGE, yo diría que tienen más ruido que nueces.
No discutiré la lógica del razonamiento que los sustenta pero tampoco es bueno apartar de la memoria el cuento de la lechera. Los PGE2016 parten de una ecuación sencilla: más empleo, menos paro, más cotizaciones, más recaudación, menos intereses a pagar es igual a más fondos para el Estado. Y ello se apoya a su vez en la idea de que los elementos externos que impulsan la recuperación económica, por encima de los aciertos o desaciertos del gobierno, se van a mantener: crecimiento del turismo a lomos de los problemas de los competidores, factura energética baja por los bajos precios de los hidrocarburos, política del BCE y mantenimiento de un Euro bajo.
Nadie puede negar el incremento de algunas partidas sociales pero todo ello es muy matizable y además pueden tener a la larga un efecto bumerán. Porcentualmente la realidad es que con respecto a 2015 el crecimiento no es tal aunque lo sea en números absolutos, y ahí está el primer desengaño (de un 53.9% a un 53.5%). Tampoco el destino de muchas de las partidas es asimilable a lo que el ciudadano entiende por gasto social. Yo destacaría como real el destinado a la dependencia.
Menos real es el incremento de las pensiones que el gobierno y el PP van a vender como muestra de su preocupación. Recordemos que por obra del gobierno, empeñado de dexindesar los salarios del IPC, las pensiones se revalorizan por ley y ya estaba fijado el mínimo que era de un 0.25 que es lo que se ha aplicado en los PGE2016, luego no es que suban las pensiones sino que se aplica la ley que de hecho reducía el poder adquisitivo de los pensionistas. Crece el gasto total, pero es porque habrán más pensionistas. Este es el segundo desengaño. El gobierno sigue sin acometer este tema y me temo que seguirá echando mano de la hucha.
Reconocen indirectamente los Presupuestos que las Comunidades Autónomas siguen siendo un agujero negro. El gobierno ha preferido aparcar el tema de la reforma de la financiación en esta legislatura, entre otras razones porque no sabe qué hacer. Las CCAA seguirán incumpliendo los objetivos marcados -lo que es un problema para la credibilidad- y el gobierno inyectando dinero político. No varían en esto mucho, por ejemplo, las partidas de inversión. Siguen creyendo que el problema territorial y el secesionismo se combate con dinero. Así pues tendremos más trasferencias monetarias a las CCAA y no hace falta señalar cuáles serán las más beneficiadas. Tercer desengaño.
Por más que me lo vendan yo sigo sin ver una decidida orientación en los PGE2016 hacia el cambio de modelo económico-productivo. Cierto es que se incrementa la I+D+i, pero no parece que el sistema de subvención y no de objetivos de grandes resultados, ni sea el más eficaz. Puede que la partida destinada a la LOMCE fomente un cambio de cualificación laboral, pero de momento no conocemos un plan coherente de renovación y modernización sino mantener lo de siempre. Algo similar tendríamos que decir sobre las inversiones públicas y el problema energético. Ya veremos en el debate parlamentario sino estamos ante más de lo mismo.
Los PGE2016 ocuparán el discurso político hasta las próximas elecciones. Salvo la intención general, los "presupuestos más sociales", las cifras absolutas y la subida del 1% a los funcionarios, referida solo a los del Estado, las medidas de impacto electoral van a cobrar vida en esa mejora ya prevista por Montoro para el trámite, convertido así en uno de los puntales de la campaña del gobierno para las elecciones. A la idea de que si el gobierno pierde las elecciones se acabará la recuperación se sumará la idea de que si el gobierno no gana las elecciones nada de lo prometido, avance de futuras mejoras, se hará.
El Talón de Aquiles o la ruptura del cántaro de la lechera es que el PP no va a reeditar su mayoría absoluta en las próximas elecciones. Ello le obligará a pactar con Ciudadanos para mantenerse en el poder, porque la vieja alianza con los nacionalistas se me antoja tan insuficiente como inviable. Eso supondrá variar ostensiblemente estos Presupuestos después o aceptar en el trámite las enmiendas que Albert Rivera haga desde la calle porque no está en el Parlamento, por ello deberemos estar atentos a sus declaraciones y las respuestas, ellas nos darán la clave del precio del pacto. Y si el PP no consigue mantenerse en el poder mucho me temo que los PGE2016 sean papel mojado porque los miles de millones destinados a disminuir el déficit acabarán pagando cualquier ocurrencia.
Ahora, lo importante es saber qué peso tendrá ese asumido Talón de Aquiles en eso que se llaman los mercados, aunque de momento lo que más preocupa es la bufonada de Atur Mas, porque no es la primera vez que un bufón al que se deja hacer no provoca un desastre.