El eslabón perdido que impide el retorno al bienestar pasado
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Miguel Massanet Bosch. Es evidente que la crisis iniciada en el 2008 por las llamadas hipotecas basura, las sub prime americanas, marcó el inicio de una nueva etapa para la humanidad. Los ejes mundiales de la economía y las finanzas, asentados con firmeza durante el pasado siglo XX, en Occidente; fueron cambiando de latitud y los países emergentes empezaron a entrar en la lucha por la supremacía económica que, hasta entonces, sólo la habían ostentando los EE.UU y, en menor medida, las naciones tradicionalmente más industrializadas del continente europeo. La forma en la que CE enfocó el problema puede que, a la vista de los resultados, de las medidas excesivamente restrictivas, austeras y estrictas que, a instancias de Alemania y otros países del norte de Europa, menos afectados por la crisis, pudieran considerarse como excesivamente draconianas y, en algunos casos, a la vista de los resultados, poco efectivas. Sin embargo, al menos por lo que se refiere al caso de España, deberemos reconocer que estábamos viviendo por encima de nuestras verdaderas posibilidades, con una dependencia casi total del sector inmobiliario y envueltos en una verdadera nube especulativa que, al menos para muchos ciudadanos, les hizo soñar en un sistema de vida que nunca, ni en sus más disparatados sueños, hubieran podido llegar a esperar.
Por ello, sin duda, todavía los hay, excesivamente optimistas, a los que se les ha hecho creer que hay posibilidad de volver, en un espacio relativamente corto, a aquella situación privilegiada en la que nos estuvimos enviciando los españoles, pensando que nunca pasaría y que aquel bienestar siempre iría en aumento. Si, en una parte de la ciudadanía, la de más edad, la menos influenciable por las modas del momento y la que había sido bregada por la Guerra Civil y la larga etapa de la posguerra en la que, a los horrores de la guerra, le siguieron una serie de años de escasez, penalidades y salarios escasos, que obligaron los españoles a múltiples sacrificios para superar aquellos años de penuria y conseguir sacar sus familias a flote, con su esfuerzo y a base de hacer horas extraordinarias; esta mejora les llegó en un momento en el que ya habían superado las dificultades, habían cumplido con sus deberes familiares, el primero el de dar formación y, en muchos casos, carreras universitarias a sus descendientes; se ha de decir que, para las generaciones sucesivas, los efectos fueron muy distintos.
La realidad es que, las nuevas generaciones nacidas de los que fueron los niños de la guerra, ya no tuvieron que enfrentarse a aquella situación de inestabilidad, de cerco por parte de las naciones que resultaron vencedoras en la segunda Guerra Mundial – que no le perdonaron a Franco sus buenas relaciones con Alemania y se vengaron con un embargo económico que impidió que nuestra nación pudiera recuperarse con más celeridad de los graves efectos de la guerra civil – fueron los grandes beneficiarios de los sacrificios de sus padres, especialmente en cuanto a la educación que pudieron recibir, incluso universitaria; un lujo del que, anteriormente, sólo podían disfrutar los hijos de las familias más acomodadas y, en este caso, casi siempre reservado a los varones ya que, las mujeres, eran instruidas para casarse y el cuidado del hogar.
Estos han sido, fundamentalmente, los que peor han sabido adaptarse a una situación de crisis, de falta de trabajo, de renuncia a lo superfluo, de inestabilidad familiar y de verse obligados a conseguir trabajos, si es que han tenido la suerte de lograrlo, muy por debajo de sus aptitudes profesionales y, evidentemente, a sus más esperados proyectos de futuro. Sin duda que, España, aparte de sufrir, como el resto de naciones europeas, los efectos catastróficos de una crisis a los que les siguieron los de la recesión, se le juntó el hecho de estar gobernada por una persona nefasta, incapaz, con una egolatría excesiva, que fue la causa de que se ignorara, durante los primeros meses, los anticipos que ya señalaban la llegada de lo peor y, en consecuencia, todas las medidas que hubieran podido contribuir a paliar, en lo posible, la catástrofe que se anunciaba, fueron pospuestas, en un intento baldío de engañar al pueblo español y obtener beneficios electorales. Los socialistas todavía parece que no han querido aceptar la culpa que tienen, junto al señor Rodríguez Zapatero, en el retraso de España en comenzar a recuperarse y en el hecho, innegable, de ser los causantes de que, a finales del 2011, España estuviera a las puertas de la quiebra soberana y con la única esperanza puesta en el rescate que pudiera llegar desde Bruselas.
Al gobierno del señor Rajoy se le puede criticar en muchos aspectos, incluso los que votamos al PP estamos disgustados por su comportamiento laxo con el tema catalán, con su tolerancia ante el aborto y por el incumplimiento de muchas de sus promesas electorales; pero, sin duda, se le ha de reconocer el mérito de haber manejado con seguridad, valentía, energía y con unos razonables resultados ( ha fallado en la reducción del aparato del Estado) el espinoso y poco amable tema de reconducir la economía de España hacia el buen rumbo; haber sabido mejorar la mala imagen de España en el exterior; haber resistido las presiones internas, incluso de su propio partido, que intentaban hacerle aceptar el rescate que se le ofrecia desde la CE; haber reducido de forma espectacular el déficit público del Estado; potenciar la confianza de los inversores que había llegado a provocar que nuestra prima de riesgo superase los 600 puntos básicos ( ahora estamos sobre los 112) y haber establecido, contra viento y marea, la reforma laboral que tanto se nos pedía desde el resto de Europa, aunque ello le haya costado tenerse que enfrentar, sólo con los votos del PP, a una evidente hostilidad por parte del resto de la oposición, que sólo se ha preocupado en resaltar los esfuerzos que ha costado a los ciudadanos y los desempleados que todavía siguen, en gran número, esperando encontrar un trabajo.
Lo cierto es que, todos estos que ahora pretenden, en el momento que económicamente y financieramente, empiezan a producirse buenos resultados; aprovecharse de la situación para hacer leña de aquellos que consiguieron superar esta grave crisis; intentar vender recetas milagrosas para que todos puedan vivir mejor y proponer una sociedad igualitaria aprovechándose de que, y eso se le debe reprochar al PP, no se han sabido explicar con la suficiente claridad las causas, los motivos y las circunstancias que han obligado al Gobierno a actuar como lo ha hecho y no como proponen aquellos que pretenden que, España, quede aislada del resto de la CE y de la zona euro ¡un verdadero disparate que sólo puede convencer a aquellos que tienen pereza de pensar y prefieren que sean otros los que tomen las decisiones por ellos!
Podemos, IU. PSOE, separatistas y el resto de partidos que pretenden sacar provecho de los esfuerzos y resultados conseguidos por el gobierno del PP, se han unido, como ya hicieron con el Pacto del Tinell en la anterior legislatura, para volver a repetir la jugada; solo que, en estos momentos, se está poniendo en juego, aparte de la unidad de la nación, el mantener al país en una situación que le permita seguir estando en Europa e ir desarrollando estos primeros logros que auspician una recuperación que, aunque no lo rápida que se querría, es mucho mejor que caer en el frentepopulismo del señor Pablo Iglesias, que promete aquello que sabe que no podrá dar y que no conduce a otro resultado que el de volver al punto del que partimos o sea, a enfrentarnos de nuevo a una situación en la que nadie se atreva a invertir en nuestros valores y deuda pública y exponernos a quedar fuera de la UE; lo que, como se comprende fácilmente, significaría nada menos que la dinamitación de toda la UE. O, así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, vemos, con perplejidad, como algunos intentan tirar todo lo conseguido por la borda. ¡No tienen derecho ni legitimación para hacerlo!