La voz que está llegando, clara, fresca, directa a los corazones de esos miles de jóvenes nadie la podrá ya borrar, ni los gobiernos rufianes, ni la desidia imperante ni el atroz relativismo. Allí la Paz, el Camino, la Redención, la Esperanza. Aquí, la misma miseria mezquina de siempre. Y sin embargo, nos sentimos muy próximos a Australia.
Lo que ha ocurrido en España en las últimas tres décadas es que los enemigos de la patria (los separatistas vascos y catalanes con la inestimable ayuda de comunistas y socialistas del ala tarambana) han ganado la batalla del lenguaje sin que haya habido partidos lo bastante audaces, lo bastante inteligentes ni lo bastante patriotas como para plantar cara con razonamientos irrefutables (que los hay).
Las palabras del Pontífice son lluvia fresca para la savia nueva de los corazones jóvenes que han llegado a Sydney con el fin de comprobar que es verdad, que Cristo vino a salvarnos y esa es siempre la mejor noticia.
La primera dieta de De Juana (dicen que a base de pan de molde, queso fundido extragraso y jamón de York) duró 63 días. La segunda (animada, al parecer, con unas rebanadas de miel) fue de 115 días de duración. Ningún ser humano aguanta 115 días sin comer ni beber, y De Juana Chaos, aunque ha demostrado sobradamente su capacidad para quitar la vida a los demás, no creemos que sea un ser superior.
El PSOE y el PP deben abandonar su estúpida trifulca diaria, tan ridícula como improductiva, y trabajar por los españoles en serio y con rigor. Ambos partidos están moralmente obligados a dejar ya sus juegos infantiles de palabrería barata y analizar lo que está pasando en este país, y después tomar medidas.
Los nacionalistas nunca dan un paso atrás. Se sirven de la debilidad de los dos grandes partidos de España para ir avanzando en sus conquistas legales y sociales, poco a poco, casi siempre sin hacer ruido, y cuando el Estado quiera darse cuenta estará entre la espada y la pared, acorralado por sus enemigos...
Si ya es lamentable y muy vergonzoso que este elemento (De Juana) salga en libertad dentro de dos semanas cuando las penas por sus horribles matanzas ascendían a más de 3.000 años de cárcel, aún lo es mucho más que se le permita vivir en una calle donde habitan varios familiares de víctimas de ETA.
El congreso regional del PP vasco coincide con el undécimo aniversario del cruel y salvaje asesinato de Miguel Ángel Blanco. Su emocionado recuerdo debe servirnos a todos, no sólo a los populares, para ser humildes en la búsqueda del bien común, para no creernos en posesión absoluta de la verdad si eso sirve para dividir y enfrentar. Si los miserables pistoleros de esa basura llamada ETA no hubiesen matado a Miguel Ángel, él ahora estaría trabajando por todos nosotros.
Esta semana hemos vuelto a asistir, entre estupefactos y horrorizados, al macabro espectáculo de la muerte que acompaña siempre la llegada de pateras llenas de seres humanos que buscaban una vida mejor y la perdieron por el camino. Escenas espeluznantes, demasiado duras para poder olvidarlas y seguir comiendo. La terrible realidad de las mafias que controlan la inmigración ilegal con la anuencia de gobiernos corruptos de medio mundo.
El auto de la Audiencia Nacional que afirma que no hay delito en poner a una calle o plaza pública el nombre de un miserable asesino de la ETA, no es solamente un auto injusto. Es, para todas las víctimas del terrorismo, un grave insulto, una falta de respeto inaguantable, un escarnio indecente.