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Diario YA


 

el Ejército español, nuestro Ejército, el de todos los españoles, ha estado o sigue estando expresamente vetado

UN EJÉRCITO PROHIBIDO

Manuel Parra Celaya. Ante esta situación de pandemia, no es extraño que empiecen a aflorar, incluso a proliferar, las más variadas especulaciones, pues en algo hay que entretener la imaginación en días de cuarentena; las hay de un rancio determinismo biológico, con base en una selección natural (aun antes de aprobar el gobierno la eutanasia), o mediante la explicación tan ecologista de que se trata de una venganza de la Naturaleza agraviada por el hombre. También abundan, cómo no, las teorías de carácter conspiratorio, en busca de culpables en la sombra. La fantasía es libre, y cada cual elige entre las explicaciones peregrinas o, como hace modestamente un servidor, poniendo la cabeza en la razón y los pies en el duro suelo de lo real.

SIN OPOSICIÓN

La Gran Coalición – Frente Popular, para unos; Santa y Laicista Alianza, para otros

Manuel Parra Celaya. La Gran Coalición – Frente Popular, para unos; Santa y Laicista Alianza, para otros- que ganó la moción de censura va marcando su territorio, que es el de toda España, y lleva su paso inexorable, casi prusiano; aunque desconfío de las tesis que le asignan improvisaciones constantes, Pedro Sánchez va pagando con creces sus deudas a todos. Unos reciben sus prometidas recompensas con una mezcla de júbilo infantiloide y autocomplacencia, como Podemos

LO QUE VA DE AYER A HOY

MANUEL PARRA CELAYA  Ser buen español al uso parlamentario es fácil cosa: basta con cruzarse de brazos y dejar que España se hunda al son de retruécanos; mientras que para ser buen español a secas se necesita ser héroe. ¿Nos suenan a cosa de hoy estas palabras? ¿A que parecen haber sido escritas para la coyuntura por la que estamos pasando? Sin embargo, tienen más de cien años de antigüedad, y su autor -presidido por ese imperativo poético constante en un estilo español de entender la vida- es el poeta Joan Maragall en su artículo La Patria nueva.

REVISTA DE COMISARIO

Manuel Parra Celaya. Es arriesgado esto de escribir siempre con carácter de provisionalidad, sin saber si la noticia que esperamos saltará dentro de unas horas o unos minutos, y dejará fuera de juego tus palabras: uno de los rasgos del buen periodismo, sea de información o de opinión, es su actualidad; pero no están los tiempos para ensayos… Ya volveremos a ellos cuando a los catalanes, y a los españoles en general, se nos conceda una tregua en este confuso panorama. Cuando pongo mano a la pluma, el paisaje aparece, más o menos, de la siguiente forma:

El sábado asistí a la manifestación de Barcelona en la plaza de San Jaime, y pude vivir, entusiasmado, el ambiente en el que miles de barceloneses, con banderas españolas, catalanas y europeas, opinaban sobre el pseudo referéndum y el separatismo

Ellos y los demás ¿ESPAÑA DESPIERTA?

Manuel Parra Celaya. El separatismo siempre ha dado muestras de una característica innata, que le viene otorgada por su trasfondo ideológico de nacionalismo irredento y por su origen cultural e histórico en el romanticismo decimonónico: el victimismo. Suceda lo que suceda, se desenvuelvan de una forma u otra los acontecimientos, el recurso a la lamentación y al martirologio, cuando no a la lágrima, está servido.

que, quizás pretendiendo emular a aquellos valientes helenos, han firmado un manifiesto a favor del referéndum separatista.

LOS TRESCIENTOS sacerdotes y diáconos

Manuel Parra Celaya. No, no voy a glosar la figura de Leónidas y sus trescientos espartanos que defendieron el Paso de las Termópilas frente a la invasión asiática de Jerjes, sino a algo más prosaico, vulgar, archiconocido y, qué les voy a decir, repulsivo: a los trescientos sacerdotes y diáconos que, quizás pretendiendo emular a aquellos valientes helenos, han firmado un manifiesto a favor del referéndum separatista.

Lo que no se puede decir no se debe decir

... Nadie buscaba a un esforzado taxista paquistaní,a un generoso farmacéutico marroquí o a un bondadoso y pacífico imán

Manuel Parra Celaya. Entre el horror y la sorpresa, los parroquianos se explayaban a sus anchas, y puedo asegurar que en aquel momento nadie buscaba a un esforzado taxista paquistaní, a un generoso farmacéutico marroquí o a un bondadoso y pacífico imán, para fundirse con ellos en un abrazo y demostrar así que no se caía en el pecado mortal de la islamofobia.

¿Qué es la verdad? se preguntaba Poncio Pilato

El Reinado de la posverdad

Manuel Parra Celaya ¿Qué es la verdad? se preguntaba Poncio Pilato antes de su higiénico y cobarde lavatorio de manos delante de la plebe. Siempre se me ha antojado que la figura del Procurador de Judea contiene fuertes componentes de actualidad: se trataba de un político atento a su carrera y medro personal, se mostró acérrimo demócrata al aceptar la decisión de una mayoría a sabiendas de que era injusta y producto de la más descarada manipulación y, sobre todo, pudo ser, con su pregunta, el inventor del reciente concepto de posverdad.

El nuevo senador iba a prometer (lo de jurar estaba muy mal visto) acatamiento a la Constitución

KIPLING, EN RÚSTICA

Manuel Parra. El nuevo senador iba a prometer (lo de jurar estaba muy mal visto) acatamiento a la Constitución; sustituía a un titular del escaño que, por apresurada indicación de su partido, había desaparecido por el escotillón, quiero decir que había renunciado tras unas desafortunadas declaraciones que ponían en solfa aspectos elementales de la legalidad democrática.

Pero quizás la principal idea de bombero que sigue ocupando los titulares sea el del separatismo en Cataluña

Las ideas de bombero de nuestra época

Manuel Parra Celaya. En contra de lo que pueda suponerse, la expresión tener ideas de bombero no encierra en su origen el menor sentido peyorativo hacia estos esforzados y valientes profesionales, sino que hace referencia al ingenio al que antaño recurrían los bomberos para solucionar mil problemas que no eran precisamente sofocar incendios; lo dice, en Internet, el erudito Alfredo López, al que he recurrido después de constatar que ni el Cuento de cuentos de Néstor Luján ni otros libros de modismos de mi biblioteca contenían esta expresión, que, por otra parte, he oído y usado toda la vida.