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Diario YA


 

(PRESUNTAMENTE) BRUJAS

MANUEL PARRA CELAYA. Por fin, una buena noticia nos ayuda a disipar un panorama inquietante. Un rayito de sol, inesperado, aclara los nubarrones de esta confusa coyuntura en la que estamos inmersos; por fin, algo nos predispone a recuperar nuestra maltrecha confianza en el parlamentarismo y a ver con optimismo, por lo menos, el futuro de Cataluña. ¿Nos referimos a que se ha puesto fin al procés y todos, electores y elegidos para las altas tareas de legislar y gobernar se han puesto a trabajar para enderezar una maltrecha economía, ofrecer trabajos dignos a jóvenes y mayores, promocionar viviendas sociales o transformar Barcelona en la ciudad moderna y europea de otros tiempos?

REFERENTES: los que nos “dirigen, encaminan u ordenan”

Manuel Parra Celaya. Al contrario de lo que pretenden inculcarnos las tesis individualistas, en su doble faceta neoliberal y posmoderna, el ser humano es social por naturaleza, abierto a la relación constante con todo el resto de su especie y, no se olvide, dotado de historicidad (a diferencia de los irracionales), es decir, vinculado por nexos transgeneracionales. Por supuesto, ocupan un primerísimo lugar las vinculaciones nacidas de la familia, del amor y de la amistad, a las que se traiciona si caemos en su mitificación y no les concedemos los márgenes de error y variabilidad propios de nuestra frágil condición. Pero también nuestra vida precisa de otros referentes, que pueden o no coincidir con aquellas relaciones que podríamos llamar primarias. Estos referentes -acogiéndonos a la acepción segunda que da la RAE al verbo referir- son los que nos “dirigen, encaminan u ordenan” una existencia en función de los valores y cualidades que representan. De hecho, toda persona suele contar con algún tipo de referente, sea de modo consciente o inconsciente; eso de hacerse a sí mismo no deja de ser una frase peliculera o novelesca.

¿qué están aprendiendo esos chavales?

LA VENTANA INDISCRETA

Manuel Parra Celaya. Frente a mi domicilio barcelonés se alza un Instituto de Secundaria. De este modo, me es dado contemplar desde la ventana las entradas y salidas de clase, avisadas por un timbre poco estridente para mí, e incluso los gestos de algún profesor en su aula. Durante los duros meses de encierro del año pasado, al vacío de las calles se unía la tristeza de los pupitres vacíos, con un silencio inusual, deprimente y casi inquietante, por la ausencia de voces alegres o de actitudes aplicadas. Ahora, se ha vuelto a cierta normalidad…con mascarillas, eso sí. ¿Nostalgia? Algo de eso habrá, pues es inevitable no dejar de sentirla y arrumbar en un trastero de la memoria cuarenta años entregados a la docencia. Pero la realidad debe imponerse y mis preguntas interiores van por otro camino: ¿qué están aprendiendo esos chavales?, ¿qué tipo de formación estarán recibiendo que les prepare para sus vidas de adultos y como miembros de unas colectividades históricas que se llaman España y Europa?

queda poco para que la censura de la corrección política se lleve por delante a todos nuestros clásicos, desde El Cantar del Mío Cid hasta las novelas de Pérez-Reverte

¡VIGILEN TAMBIÉN A BLANCANIEVES!... implacable censura que aplica Disney a sus clásicos

MANUEL PARRA CELAYA.  No puedo decir que la noticia me asombrara en demasía; tampoco que me indignara, pues uno ya está curado de espanto, acostumbrado a las necedades que corren por estos pagos. Si la traigo a colación no es por su estupidez que no pasa de la anécdota, sino para reflexionar sobre su calado al elevarla a categoría. Se trata -ya lo saben- de la implacable censura que aplica Disney a sus clásicos, que deben pasar un nihil obstat o , como en esta caso, ser adornados con un mayores con reparos. Es el caso de Dumbo, Peter Pan, La dama y el vagabundo, Los aristogatos y El libro de la selva, en los que dicen haber encontrado “estereotipos y contenidos racistas”.

se han ido alternando gobiernos de diestra y siniestra, que han modificado levemente, en su turno de mandato

MÁS QUE UNA TRAMPA SADUCEA

Manuel Parra Celaya. Entre mis conocidos y amigos hay discrepancia de opiniones acerca de la teoría del mal menor en política y, sobre todo, a la hora de votar. Unos la asumen y, con lágrimas en los ojos y con otra mascarilla que tape su nariz, depositan su esperanza y su papeleta, cuando llega el momento, a favor de aquello que les parece menos malo; otros figuran entre el sector de los irreductibles, y algunos ni se acercan a un colegio electoral mientras no exista una candidatura que sea totalmente acorde con sus planteamientos personales. Lo cierto es que muchos ciudadanos -a los que no tengo el gusto de conocer- parece que se apuntan a la primera opción, aunque luego se lamenten de que las promesas de los candidatos o el talante mantenido por la formación que han votado no se ajuste a sus expectativas. Es la postura que llamaríamos de realismo, pues, a pesar de lo que sucede a posteriori, sabían en su fuero interno que su voto no era por fidelidad a unas siglas, sino a manera de dique de contención de un mal mayor.

DE TÍTULOS, NOBLEZAS Y CHUSMAS

Manuel Parra Celaya. Diversos medios han referido la noticia: el Gobierno, en cumplimiento de su ley de memoria democrática ha decretado borrar de un plumazo todos los títulos de nobleza concedidos por el Régimen anterior y que hoy podían ostentar los herederos de los represaliados post mortem. La lista es larga: por supuesto, la familia Franco y los descendientes de todos los militares que ganaron la guerra; pero también los sucesores de aquellos que cometieron el tremendo error histórico de dejarse asesinar por los que la perdieron, como Fernando Primo de Rivera (el discípulo predilecto del Dr. Marañón), Calvo Sotelo, Onésimo Redondo o Víctor Pradera…; y suma y sigue, porque ya sabemos que las rituales venganzas sectarias no caducan ni con los años ni con los siglos.

Ese Nacimiento es el eje central de las fiestas; lo demás, con todo respeto, son añadidos

EL VALOR DE LAS TRADICIONES

Manuel Parra Celaya. Hoy no me pide el cuerpo escribir nada desagradable, como, por ejemplo, ese rodillo frentepopulista que va a aprobar los Presupuestos Generales del Estado (español, para más paradoja), o sobre las generosas dádivas que aparecen cada día el BOE para subvencionar asociaciones afines, ni siquiera sobre el mosqueo de Felipe González cuando le mandan callar. Creo que los lectores, además, me lo van a agradecer… Así que, empezado este mes de diciembre, me he sentido proclive a tratar sobre la Navidad, quizás por autoinfundirme una dosis de ilusión y de esperanza en medio de este panorama desolador, quizás por puro espíritu de contradicción.

Durruti, José Antonio y Franco

LAS TRES MUERTES DEL 20-N

Manuel Parra Celaya.  La fecha del 20 de noviembre habrá pasada sin pena ni gloria para la mayoría de los jóvenes españoles, más preocupados lógicamente por su incierto futuro que por la historia que les han arrebatado. Quienes ya no somos tan jóvenes, sin embargo, echamos mano de nuestros conocimientos o de nuestra memoria, y llegamos a la conclusión de que se trata de una fecha que tiene un poco de casualidad, algo de aciaga y bastante de advertencia.

Desconozco del todo la razón de que los octubres sean meses proclives a las transformaciones

OCTUBRES INQUIETOS

Manuel Parra Celaya. Desconozco del todo la razón de que los octubres sean meses proclives a las transformaciones, sobresaltos y novedades para la historia. En unos casos, han sido proemios de verdaderas inquietudes revolucionarias que han dado mucho de sí, como el asalto al Palacio de Invierno por los bolcheviques, la Marcha sobre Roma que asentó al fascismo en Italia o la fundación de Falange Española en el Teatro de la Comedia. En otras ocasiones, representaron cambios sustantivos en sus respectivos países, como las proclamaciones de la Primera República portuguesa en el siglo XIX o de la República Popular China a punto de comenzar la segunda parte de la centuria pasada.

POR LA “DESESCALADA” HACIA LA “NUEVA NORMALIDAD”

Manuel Parra Celaya.     ¡Intelijencia, dame el nombre exacto de las cosas!, pedía nuestro poeta, empecinado, no solo en su particular e intransferible ortografía, sino sobre todo en encontrar la palabra cabal y exacta, dictada desde la profundidad en el pensamiento y desde la belleza en la creación poética. Ya sabemos también que a los pueblos no los mueven más que los poetas, y nada más opuesto a la inteligencia y a la poesía tan exigentes de Juan Ramón Jiménez que el extraño y curioso dialecto que emplean nuestros gestores de la cosa pública y los gacetilleros a su sombra, y que fue calificado como politiqués por la agudeza de Amando de Miguel hace algunos años.