Me equivoqué: España es capaz de despertar, y a las pruebas me remito
Manuel Parra Celaya. No me duelen prendas en reconocerlo: me equivoqué, y me alegro de ello. Como recordarán, venía insistiendo en varios artículos sobre la indiferencia de la sociedad española ante el creciente desafío separatista que se estaba gestando, a bombo y platillo, en Cataluña; me desesperaba, no solo de la inacción, sino de la aparente falta de sensibilidad que me parecía advertir en mis compatriotas, tanto por contenidos periodísticos como por conversaciones privadas y ocasionales con gentes de diversos lugares de la Piel de Toro.
Aquí, en Barcelona, las gentes normales, las buenas gentes, van a su trabajo, toman el autobús, compran y pasean
Manuel Parra Celaya. Me proponía esta semana dejar descansar a los lectores de la matraca separatista, eso que algunos llaman problema catalán y que yo insisto en calificar de reflejo del constante problema de España, y del que se ocuparon en la historia y ocupan en el presente las mejores plumas y mentes; pero, ya lo ven ustedes, las circunstancias son más fuertes que mi buena voluntad. Empecemos por una nota tranquilizadora: aquí, en Barcelona, las gentes normales, las buenas gentes, van a su trabajo, toman el autobús, van de compras y pasean con la familia; lo que ven ustedes en la tele corresponde al otro sector, al de los secesionistas de Puigdemont, de Junqueras, de Ana Gabriel…
La Vanguardia sigue actuando de boletín oficioso de los actuales prebostes de la Generalitat
Manuel Parra Celaya. El diario La Vanguardia, que sigue actuando de boletín oficioso de los actuales prebostes de la Generalitat y recibe por ello cuantiosas subvenciones, titula hoy, 12 de septiembre, su portada El sí toma las calles de Barcelona; eso de tomar tiene un cierto regusto de acción militar, por cierto, y nos conduce sospechosamente a las figuras jurídicas de la sedición o de la rebelión. En todo caso, el rotativo se hace así eco del baño de masas que pretendían Puigdemont, Junqueras y sus imprescindibles conmilitones de la CUP.
Cuestión de lenguajes y elogio (PROVISIONAL) de Doña Soraya
Manuel Parra Celaya. Nunca me atrevería a jugar a póker con Mariano Rajoy; ni siquiera al pimpón. Lo primero por la inescrutabilidad de su rostro y lo segundo por la invariabilidad de su postura; así, un servidor sería incapaz, en el caso de los naipes, de saber si tiene escalera de color o se trata de un simple farol, y, en el supuesto de la pelotita y la paleta, por no ser capaz de adivinar si me va a lanzar por el lado derecho, por el izquierdo o por el centro de la mesa y me va responder con un revés o con una imparable picada.
Orgullo Nacional Versus Nacionalismos
Manuel Parra Celaya. Vaya por delante una afirmación rotunda: toda especulación estadística sobre intenciones de voto y tantos por ciento de catalanes favorables o no favorables a la separación es viciosa de origen. Como también lo es, sin duda, cualquier especulación del mismo tenor sobre las posibles apetencias del conjunto del pueblo español, acogiéndose al lugar común legal de la soberanía nacional.
Tanto la Corona aragonesa como España también son verdades históricas
Manuel Parra Celaya. Lancemos las campanas al vuelo: al parecer, la RAE tiene la intención de incluir el término posverdad en el acervo común de la Lengua. Ya saben: aquello que no responde a un criterio objetivo de realidad, sino que obedece a un consenso, más o menos generalizado y que, en la práctica, está en las sabias manos de la ingeniería social de los poderes fácticos. La palabra es, evidentemente, bastante novedosa, pero no así el concepto; su origen puede remontarse -con polvo y telarañas de siglos- a las teorías de Rousseau, que nos vino a decir que no existían verdades permanentes, sino decisiones de voluntad de supuestas mayorías, elevadas, de manera pseudo metafísica, a la categoría de Razón infalible.
Manifiesto personal ante el ansia irrefrenable de intervencionismo
Manuel Parra Celaya. Menos mal que se trataba de un bulo la noticia de que Ayuntamiento progre de Oviedo iba a publicar una normativa con la prohibición de mirar a las mujeres por la calle y dirigirse a ellas salvo en casos específicos; de todas maneras, no pensaba desobedecerla, de ser cierta, en mis visitas a la bella Vetusta clariniana, y no por acatamiento perruno a un bando municipal, sino al posible de mi esposa…
Negocios a lo Divino
Manuel Parra Celaya. Quienes han leído El Quijote saben de sobras que la frase con la iglesia hemos dado (capítulo IX, II) no tiene el sentido que suele atribuirle la malicia anticlerical española -hoy muchas veces transformada en feroz anticristianismo por populismos emergentes-, sino al hecho físico de vislumbrar en la noche la majestuosa mole de la parroquia de El Toboso. Es decir, que de algo puramente material hemos derivado una cuestión religiosa.
Apuesto por el disenso: las temibles reválidas previstas en la non nata LOMCE han pasado a mejor vida
Manuel Parra Celaya. Según parece, en esta confusa etapa política caracterizada por el diálogo y las concesiones mutuas, se está alcanzando un cierto consenso en cuanto a la Enseñanza. De vez en cuando, trascienden a los medios los aspectos más llamativos y populares, para que Juan Español respire y se entere de que vamos por el buen camino. De este modo, nos hemos enterado de que las temibles reválidas previstas en la non nata LOMCE han pasado a mejor vida, de que no es necesario de que sufrido alumno de la ESO llegue al 5 de nota media para obtener el mismo título que aquel que se ha esforzado en obtener buenas notas, de que es posible titularse con dos asignaturas suspendidas de forma inmisericorde y de que, en el menguado y ridículo bachillerato que nos impusieron, la Literatura ha adquirido la misma cualidad de maría que ya tienen el latín, el griego y la filosofía.
La irrupción de las FOBIAS
Manuel Parra Celaya Antes, cuando aún no nos habían deconstruido el lenguaje y el pensamiento, teníamos más claras las ideas y asignábamos cada término a su respectivo ámbito y contexto. Así, sabíamos que una fobia era un trastorno de salud emocional o psicológico, y quien lo padecía debía ser objeto del buen quehacer profesional de un psiquiatra; su ámbito estaba circunscrito a la patología médica, aunque podía utilizarse la palabreja en un sentido más personal e íntimo para indicar una manía sin importancia que aquejaba a la persona.