ZONAS HOSTILES
Manuel Parra Celaya. Reconozco que no he visto aún Zona hostil, dirigida por Adolfo Martínez y protagonizada por Ariadna Gil y Raúl Mérida, que, como saben ustedes, narra un hecho bélico ocurrido en 2012 y en el que soldados españoles lograron evacuar a dos estadounidenses y rescatar un helicóptero, haciendo frente al enemigo con un par, como diría Pérez-Reverte. Ocurre que, antes de ir al cine prefiero asesorarme acerca de la película (y, sobre todo, si es de factura nacional, y perdonen la manera de señalar), para evitar que me vendan mensajes de contrabando, ya que me han asegurado que tomarse berrinches va mal para la salud y hace envejecer más pronto. En el caso de Zona hostil, todos los comentarios que he escuchado son elogiosos, de forma que me he prometido a mí mismo verla y, si procede, aplaudir al final, como hice en su momento con Alatriste.
Los talibanes del género
Manuel Parra Celaya. Recuerdo, algo nebulosamente, que, allá por el inicio de los años 70 del pasado siglo, una revista de pediatría dedicada a los padres publicó una portada con una fotografía de un niño y una niña desnudos; el contenido -serio y riguroso- del artículo interior versaba sobre la educación sexual en el seno de la familia. También recuerdo que ello provocó algunas voces airadas de protesta, a pesar de que los textos eran impecables desde los puntos de vista psicológico y pedagógico, y, por supuesto, alejados de cualquier precocidad o mal gusto y no propicios a interpretaciones sesgadas.
Ante un anuncio tendencioso
Manuel Parra Celaya. Reconozco que no soy un gran aficionado al cine; veo aquellas películas, eso sí, cuya calidad artística me viene avalada por amigos expertos y procuro evitar las mediocres, aunque sean ensalzadas por la propaganda, y aquellas que contienen, como de contrabando, un cierto mensaje de tono políticamente correcto. Ya pueden suponerse, por tanto, que soy bastante selectivo, aunque en modo alguno me cuento entre las filas de los llamados conspiranoicos: simplemente, aplico mi sentido común para que no me endosen mercancías explícitas o subliminales.
El farolillo estelado de la cabalgata de Reyes
Manuel Parra Celaya. Imagino a todos los lectores exhaustivamente enterados del tema del farolillo estelado de la cabalgata de Reyes de Vic, bella ciudad catalana, antaño de mayoría religiosa y carlista y hogaño devenida en feudo separatista. Es de admirar la sagacidad de la ingeniería social del nacionalismo, que transformó una ocurrencia local de la autodenominada Asamblea Nacional de Cataluña y del Ómnium Cultural en un asunto de relevancia política: que los niños vigatanos recibieran a sus Majestades de Oriente portando un fanal de cartulina en el que iba recortado ese símbolo espurio, que ya ha desalojado en nuestras tierras a las históricas barras de la Corona de Aragón
¿No será Europa heredera directa de un sistema de naciones inconciliables como fue Grecia?
Manuel Parra Celaya. De vez en cuando sucumbo a la tentación de repasarme libros leídos y casi olvidados de mi copiosa biblioteca y dejar de retén el rimero, también considerable, de las últimas adquisiciones pendientes de lectura. No creo que ello obedezca al mismo criterio del Borges anciano acerca de que, por su ceguera física, seguía leyendo en la memoria, leyendo y transformando, textos de otras épocas; por el contrario, estoy permanentemente abierto a nuevas aportaciones bibliográficas, en la firme convicción de que el pensamiento humano -a pesar de las apariencias- no se ha detenido y avanza.
De etiquetas y definiciones políticas
Manuel Parra Celaya. Las etiquetas políticas van camino de desaparecer, para quedar como una antigualla de museo. Esto puede gustarnos o no, pero es una evidencia en nuestro mundo occidental, por lo menos desde que los indómitos trabajadores franceses votan a Le Pen, Wall Street apoya con armas y bagajes esa curiosa antropología de género representada por la señora Hilaria y la radical C.U.P. va del bracete con los senyors Esteve de la ex Convergencia, experta en recortes.
Tics de un progresismo caduco
Manuel Parra Celaya. Ya no tienen razón de ser los viejos chistes que ironizaban sobre la holgazanería y la negligencia de las municipalidades y otras administraciones españolas. Por el contrario, actualmente se les acumulan los trabajos, que acometen sin descanso, las agendas de sus cargos y consejeros están ahítas de urgencias y, por qué no reconocerlo, se despepitan por servir a los ciudadanos y a sus necesidades más apremiantes
INTOLERANCIAS Y MEMECES
Manuel Parra Celaya. Vengo manteniendo que los políticos elegidos mediante sufragio suelen responder fielmente a las expectativas de sus electores; no se trata, no, de que aquellas cumplan sus promesas de campaña, ingenuidad de que la nos liberó explícitamente el profesor Tierno Galván, sino de que sus personas son algo así como el paradigma de quienes han depositado el voto con su nombre.
¿Hay dos Cataluñas?
Manuel Parra Celaya. Los gurús de las estadísticas nos han venido bombardeando desde el día 11 sobre si el número de manifestantes separatistas había decrecido o no con respecto a años anteriores; son los mismos que, tras un escrutinio electoral, se apresuran a pontificar sobre los votos desplazados, de dónde proceden y cuáles han sido las causas que han empujado a los ciudadanos a cambiar sus inclinaciones. Los titulares de los periódicos colaboran eficazmente, según sus tendencias o las subvenciones que reciben, destacando avances o retrocesos de lo que, en lenguaje políticamente correcto, denominan Independentismo o constitucionalismo.
Peregrina a ningún lugar
Manuel Parra Celaya. Creían los antiguos que el destino de los individuos y de las colectividades estaba escrito en los astros. Decimos los cristianos que Dios, aunque siempre está presente en la historia, ha concedido a unos y a otros la libertad, y que no existen determinismos de suerte alguna. Así, cada ser humano y cada nación llevan a cabo su camino en el tiempo siempre en busca de unas metas – espirituales y materiales, culturales y políticas, económicas y técnicas.