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Diario YA


 

RETORNO A CUALGAMUROS

Manuel Parra Celaya. Hace por lo menos tres o cuatro años que no visito el Valle de los Caídos; mi intención de volver en este 2020 se vino abajo por las limitaciones en los desplazamientos causadas por la pandemia del otro virus, el del Covid 19, que ataca a los cuerpos pero no a las almas, algunas de las cuales están bastante socavadas por el odio. Tal como están las cosas, espero -y, a la vez, temo- la oportunidad de repetir lo que, para mí y para muchísimos españoles de bien, es una especie de peregrinación interior, a la vez que un rendir cuentas ante la historia.

siguiendo el supuesto informe, no serían de raza blanca los nacidos en España y Portugal ni los descendientes de ellos

¿MESTIZO? ¡A MUCHA HONRA!

Manuel Parra Celaya. Hay días en que cuesta esclarecer si la noticia que te sirven los medios es una fake news (bulo, en castizo) o fidedigna; corres el riesgo entonces de hacerte eco de un camelo y colaborar así a este reinado de la posverdad, o, por el contrario, de caminar seguro en tu comentario. En este caso, voy a correr el riesgo. Leo en la prensa (El Mundo, 14 de septiembre) que en un estudio plasmado en un reportaje del The New York Times se asevera que, de las 922 personas más poderosas de América 180 de ellas son negras, hispánicas, asiáticas, nativos americanos o personas de otro color; siguiendo el supuesto informe, no serían de raza blanca los nacidos en España y Portugal ni los descendientes de ellos.

UN VALOR LLAMADO ESPAÑA

Manuel Parra Celaya. Se ha convertido en una moneda de uso corriente, en un tópico, hablar de la crisis de valores o, más académicamente, del vacío axiológico de la sociedad actual, socavada por las corrientes materialistas, relativistas y nihilistas. Pero los tópicos se apoyan muchas veces en datos reales y, en esta caso, muchos advertimos la evidencia de esta crisis o vacío.

YA NO SÉ SI SOY DE LOS NUESTROS

MANUEL PARRA CELAYA  La frase es histórica: la escuché en el tardofranquismo de un aspirante a político, y con ella quería expresar el hombre la perplejidad que sentía ante el confuso panorama de cambios de chaqueta, de apariciones fulgurantes y de los consiguientes ocasos silentes que tenían lugar en aquellos momentos.Me imagino que se la estarán repitiendo ahora, en otras circunstancias y por diferentes causas, muchos españoles de buena fe que han venido asistiendo al proceso llamado primera y que ahora quiere desembocar en una segunda, para dar paso a una tercera, dicho sea sin la menor intención de aludir al republicanismo in péctore y, mucho menos, a esa tercera república que proponía Salvador de Madariaga, que sería tachado de facha en estos días sin duda alguna.

 

Todas las naciones sufren hogaño la embestida talibán, cada una en su propia carne y en su propia historia

LA FURIA DE LOS TALIBANES

Manuel Parra Celaya. Un vendaval iconoclasta de extiende, como otra pandemia, por todos aquellos territorios que, de una u otra forma, deben su esencia, y aun su misma existencia, a la cultura occidental; cultura que, como todas las obras humanas, tiene sus luces, sus sombras y sus claroscuros, pero que, mediante un ejercicio de constante depuración -a diferencia de otras culturas-, es capaz de potenciar las primeras, eliminar las segundas y dar mejor luz y tonalidad a las terceras. Por lo menos, en esto último confiamos para superar, no solo el Covid 19 y sus consecuencias, sino tantas y tantas cosas de las que discrepamos en conciencia y que nos desazonan a diario.

LA RESPONSABILIDAD DE LAS GENERACIONES

Manuel Parra Celaya. Anda uno de mis hijos empeñado de hoz y de coz en conocer a sus ancestros más lejanos. Con pericia informática -que envidio- y con suma paciencia, rastrea en Internet reseñas de periódicos de antaño, amarillentas fotografías y fondos de archivo de todo tipo a la búsqueda de datos, y, poco a poco, va desvelando las sagas familiares.

¿QUÉ ESCUELA SALDRÁ DE ESTA CRISIS?

MANUEL PARRA CELAYA   No sé por qué extraña asociación de ideas me ha venido el recuerdo de lejanos días, en la década de los 50 del pasado siglo, cuando las clases se interrumpían para que los niños de entonces bebiéramos un vaso de leche y un comiéramos un trozo de queso amarillento, obsequio del amigo americano, a modo de Plan Marshall de consolación. Aquella leche en polvo se hervía en las vetustas cocinas de la escuela y se repartía por las aulas, para lo cual se nos entregaba un vaso de duro plástico -y peor olor- que luego había que lavar a conciencia. Toda esta operación implicaba una distribución rotativa de tareas, bajo supervisión del maestro, unos servicios organizados y designados por uno de nosotros, a modo de furrielato escolar.

HACIA UN NUEVO FEUDALISMO

Manuel Parra Celaya. Las voces más agoreras afirman que, con esta Segunda Transición que ha comenzado y nadie sabe cómo ha sido, vamos directos a una III República, nada que ver, por supuesto, con aquella que preconizaba Salvador de Madariaga en su Anarquía o Jerarquía, sino como continuación, pura y simple, de la que nació el febrero de 1936, verdadero golpe de Estado contra la de abril del 31. No estoy tan seguro de esta deriva republicana de inmediato, por más que fuera el sonsonete en los mítines del PSOE en la Primera Transición (España mañana será republicana, ¿recuerdan?) y por más que esté en el ADN de las chicas (y chicos) podemitas. Hacia donde caminamos, de manera indefectible, es hacia un neofeudalismo, dotado de los ingredientes más aborrecibles de aquel que comenzaron a hacer polvo los Reyes Católicos. Me explicaré.

HILANDO FINO: las palabras de un idioma pueden cambiar de sentido con el transcurso del tiempo

Manuel Parra Celaya.  Es sabido que las palabras de un idioma pueden cambiar de sentido con el transcurso del tiempo; un término puede dejar de representar un concepto y adquirir una significación distinta, cuando no opuesta, a la original. En ocasiones, esto origina que una palabra llegue a ser polivalente, según las ideas previas, el contexto o la intención de quien la emplea.

APUESTA POR UNA NUEVA LIRA

Manuel Parra Celaya.  Aparentemente, es ensordecedor el alboroto que forman los silbidos de llamada a la disgregación que lanzan a diario los genios que se esconden bajo los hongos de cada aldea. Así, da la impresión postiza de que muy pocos españoles son conscientes de serlo, y que solo una exigua minoría es capaz de pensar en España como en un todo indivisible, producto del esfuerzo de muchas generaciones que nos han precedido.