LA ELEGANCIA DE UNA MINIFALDA
MANUEL PARRA CELAYA. Hace unos días tuve la oportunidad de asistir a una conferencia del filósofo Fernando Savater; por supuesto, seguí con atención sus palabras y, en términos generales y como no podía ser menos, estuve de acuerdo con la mayoría de sus planteamientos. No obstante, en determinado momento, hizo alusión a la vulgaridad y ordinariez presente en la política actual, con énfasis en la falta de corrección en la vestimenta que suele caracterizar a personajes y personajillos de la extrema izquierda, y deslizó cierta equiparación con una España alegre y faldicorta, de inequívoco origen en José Antonio Primo de Rivera.
¿DÓNDE ACABA EUROPA?
Manuel Parra Celaya. Me imagino que nuestros vecinos franceses ya no repiten aquel consabido y odioso eslogan de otros tiempos: Europa termina en los Pirineos, tras las repetidas y sucesivas experiencias, en carne propia, de las asonadas de sus banlieue, la última de hace muy pocos días. De hecho, no están en disposición de repetirlo ni ellos ni el resto de naciones europeas, expuestas a diario a soportar similares, si no idénticas por el momento, agitaciones (cuando no atentados) en sus respectivos territorios; por supuesto, nosotros tampoco, a fuer de masoquistas históricos y estúpidos creyentes en las leyendas negras.
CONFUSIONISMO CROMÁTICO: España se había pasado del azul-prusia al azul-purísima
Manuel Parra Celaya. La evidente debacle de los partidos del Gobierno en las pasadas elecciones municipales y la presunta victoria de la oposición en las futuras nacionales del 23-J vuelven a expresarse, de forma visual y gráfica, en muchos periódicos y cadenas televisivas con colores concretos para indicar al lector o al espectador las circunscripciones donde prevalecen -de forma real o deseable- uno y otro adversario. Si descontamos aquel anaranjado (casi totalmente desvaído en este momento) de Ciudadanos y el morado o lila de los podemitas, se acostumbra a sintetizar el triunfo o fracaso de los representantes del bipartidismo oficial con el rojo y el azul; evidentemente, el primero para representar al PSOE (a pesar de aquello de Surennes) y el segundo para hacer evidente al PP.; no recuerdo dónde oí o leí que un periodista, en el colmo de éxtasis pepero aludía a una “marea azul”.
QUE RELUCE MÁS QUE EL SOL
Manuel Parra Celaya. Estoy escribiendo estas líneas en domingo, cuando, para los católicos, se celebra la festividad del Corpus Christi, trasladado hace años de su día primitivo, el jueves posterior a la Trinidad; el calendario civil y el religioso entraron en colisión y, como es lógico en una sociedad secularizada -y lamentable en un ambiente político laicista como el que vivimos- ganó el primero y se subordinó el segundo. Quedó como simple recuerdo el dicho popular de los tres jueves del año que relucen más que el sol. Con permiso del respetable y de la autoridad eclesiástica competente, dado que uno ya está más que entrado en la década de los setenta y posee buena memoria, no puedo menos que evocar aquella celebración del Corpus de antaño, todavía en jueves.
ENTRE ELECCIONES y “Entre visillos”
Manuel Parra Celaya. Va a ser inevitable que el avezado lector encuentre un fácil paralelismo entre el título que encabeza estas líneas y el de la famosa novela de Carmen Martín Gaite “Entre visillos”, y no le va a faltar razón; la misma sensación de vulgaridad y de aburrimiento que se respira en el ánimo de las protagonistas de la obra está tiñendo ahora lo que, en otros momentos, era calificada por los más entusiastas como la gran fiesta de la democracia. Si la convocatoria del pasado 28 de mayo se presentaba a todas luces como una preparación o anticipo de las generales, señaladas en origen para finales de año, ahora la cita adelantada, de forma apresurada pero no menos calculada por el autócrata de La Moncloa, la convierte en un verdadero plebiscito, bajo el lema casi apocalíptico de ellos o nosotros.
DE FÚTBOL, RACISMO Y DIGNIDAD
Manuel Parra Celaya. Les doy mi palabra de honor que, como totalmente ausente física, mental y anímicamente del ámbito del fútbol, no sabía quién era Vinicius hasta que las portadas de los medios me informan de la trifulca que se ha montado a raíz de los gritos en el estadio del Valencia. Me viene de muy lejos esta ignorancia y desapego, pues, hace muchísimos años, escandalicé a un auditorio al preguntar quién era un tal Cruyff del que tanto se hablaba… Ahora me he enterado (no de Cruyff, sino de Vinicius), pues el asunto ha cobrado eco internacional con la intervención del presidente del Brasil, que lo ha convertido en un tema de Estado, ha llamado a consultas a nuestro embajador y ha aprovechado para endilgarnos a los españoles la acusación de racismo, en un hueco en su agenda que le ha dejado su acercamiento a China y pasado el disgusto por no haber sido el artífice de la paz en la guerra de Ucrania; ha llevado, incluso, el tema a lo divino, mandando dejar a oscuras la imagen del Cristo de Río de Janeiro, cosa que tampoco es extraña en un ámbito que casi lleva a los altares a Maradona.
¡BIENVENIDOS, TURISTAS! “Deja que los guiris se duchen dos veces al día”
MANUEL PARRA CELAYA. Junto al Parque Güell de Barcelona, leo una pintada más sobre el turismo: “Deja que los guiris se duchen dos veces al día”; evidentemente, quien lo ha escrito pretende concienciar a la ciudadanía del problema de la sequía que nos agobia y, sobre todo, cargar contra el turismo que, conforme se acerca el verano, forma colas para visitar aquel monumento (previo onerosa entrada al Ayuntamiento), va llenando mi ciudad y supongo que todos los rincones de España. La frasecita de marras es original y sustituye a la manida de “tourists, go home”, abundante también en aquellos y en otros parajes.
He de confesar que no seguí en los medios los fastos de la coronación
Manuel Parra Celaya. Mea culpa. He de confesar -sin el menor dolor por mi pecado ni arrepentimiento alguno- que no seguí en los medios los fastos de la coronación de Carlos III, ni sus preparativos ni sus colofones, y eso que intentaban bombardearme desde la pantalla y el papel de forma inmisericorde. Me consta que este desprecio por mi parte puede entrar de lleno en eso que llaman modernamente pecado social, pues fui insolidario de manera absoluta con miles o millones de mis compatriotas de España y del resto de Europa (ya saben, como dijo Eugenio d´Ors, “soy un ciudadano romano”).
PREVENIR CON VALORES
Manuel Parra Celaya. De nuevo, la noticia de la tragedia nos llegó desde los informativos del mediodía: un nuevo caso de suicidio de un chaval, posiblemente causado por el acoso escolar de sus compañeros de aula. Nunca nos podremos acostumbrar, y Dios quiera que sea así y no se relajen nuestras conciencias. Intentemos -dentro de lo posible- separar ambos elementos, la consecuencia y la causa, sin que ello represente quitar tintes dramáticos a esta y trágicos a aquella, en el bien entendido que, para las dos, habrá que buscar explicaciones en muchos ámbitos, en el de la psicosociología y en el de la pedagogía, en su doble aplicación en la escuela y en la familia.
Sobre Fernando Sánchez Dragó: “¡Qué sorpresa tendrá cuando vea que Dios existe!”
Manuel Parra Celaya. En medio de la alegría de la Pascua nos ha llegado la noticia del fallecimiento de Fernando Sánchez Dragó. Acaso pueda aplicársele a él lo mismo que alguien dijo en la muerte de Pío Baroja: “¡Qué sorpresa tendrá cuando vea que Dios existe!”; y añadimos nosotros el ruego de que ese Dios que ha resucitado a su Hijo le haya perdonado sus dudas y titubeos, sus veleidades de creyente, sus excentricidades, y lo acepte en su seno. La última noticia, en lo público, que tuvimos de él fue su papel de inductor de la presencia de Ramón Tamames ante un Parlamento que, en la inmensa mayoría de sus componentes, era incapaz de entenderle y mucho menos de aceptar su crítica firme y respetuosa; la última noticia, en lo privado, fue la de un simpático vídeo -pocas horas antes de su muerte- con gato Nano encaramado sobre su cabeza, pues el animalito sabía que “en la cabeza está el secreto de casi todo”; y la cabeza es lo que más falta en esta España que vuelve a usarla, como decía el poeta, más para embestir que para pensar.